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ACA IRI EL POST

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24 HORAS VARADA

octubre 26, 2023 — by Andar Extremo

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La increíble historia de una ballena destinada a morir, fue encontrada y salvada por kayakistas en una playa desértica de Bahía Magdalena en México

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Guías de kayak marítimos de Coeur d’Alene, vivieron una experiencia personal llevándola a una experiencia espiritual. La historia de un bebe ballena destinado a morir en una playa de México.
«Nunca olvidaré la mirada de ese ojo», dijo Michelle Darnell, Ella trabajaba en enero con los guías kayak, Chris García y Sam Morrison en Fila Mar Kayak Adventures donde realizaban un viaje de tres días para absorber la historia natural de los famosos apareamientos de ballenas y partos en las aguas grises de Bahía Magdalena.
Los clientes viajan para tomar sol y remar en las aguas azules del océano, mientras observa las ballenas con sus crías recién nacidas.

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Sin recargo adicional, recibieron un grave drama de estos magníficos seres marinos.
El grupo regresaba al campamento base luego una caminata a través de las dunas de Santo Domingo, una isla baja de arena en el lado del Pacífico de Baja California, México, los tres kayakistas alertaron sobre una ballena varada.
«El ballenato estaba por lo menos a 600 metros del mar en la arena, y al ser un animal de una tonelada, la cosa parecía bastante oscura».
La joven ballena había varado durante una de las mareas más altas de la temporada. No había ninguna posibilidad de que el agua llegue hasta allí para entrar de forma natural al océano. Las aves carroñeras estaban en círculos donde una vida parecía estar haciendo otro bucle.

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Las guías se pusieron en contacto por teléfono con un grupo de protección ambiental mexicana siguieron los consejos sobre lo que podían hacer, pero ningún organismo acudió al rescate.
«No había recursos para llegar al agua», dijo Darnell, «y estábamos preparados para rescatarla.»
Consiguieron de la playa cestos de basura de plástico, envases de leche y botellas de soda para llenar en el mar que estaba lejos y así poder mojar la ballena.
Un pescador local proporcionó una manta para humedecerla y protegerla del sol abrasador.
«Es algo indescriptible de contar, ver y tocar a una criatura tan grande que lucha por su vida era desesperante», dijo Darnell.

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Darnell llevó a los clientes de vuelta al campamento y los otros kayakistas se fueron. Pero ella con García y Morrison armaron una carpa y se quedaron junto a la ballena.
La llamaron “Debra”, por una canción de Beck. «Echamos agua sobre ella y manutuvimos a los pájaros carroñeros lejos», dijo García. «A medida que el sol se estaba poniendo, Sam y yo éramos los únicos que quedamos con Debra».
La siguiente pleamar era a las 23:00, pero las olas estaban rompiendo muy lejos de la playa. «Nuestra desesperación fue mayor», dijo García. «Mientras oscurecía miraba el mar alejándose y al bajar la vista resignado miré profundamente el ojo de Debra. Inmediatamente vi algo familiar, casi humano y creo que eso fue lo que nos dio esperanzas.”, durante toda la noche hicieron lo posible para mantener a Debra viva, dándole agua. A las 7 de la mañana, la joven ballena estaba en muy mal estado. Su ojo estaba seco y sangrado. «Allí comenzamos un maratón de idas y vuelta al océano para mantenerla húmeda con nuestros baldes», dijo García. «Entonces comenzamos a cavar una laguna a su alrededor, con la esperanza de que la próxima marea a las 11 horas sea un poco más alta. Al final esta tonta excavación resultó inútil», dijo, explicando que las primeras oleadas de inmediato llenaron la zanja con arena.

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“En nuestras mentes era un hecho de que Debra se iba a morir.» Darnell trajo el desayuno a García y Morrison desde el campamento a las 8:30 am Los habitantes de la Montaña también volvieron a unirse al esfuerzo por mantener a Debra mojada
«Estaba un poco sorprendido, pero ala 9 am ella todavía estaba respirando y gimiendo», dijo Darnell. «Corríamos todo el tiempo con agua tratando de ayudarla»
De repente recibimos una llamada telefónica de Vladimir de La Toba, un guía de kayak local mexicano que había oído sobre el problema. Vlady, como lo llaman, también participaba en un programa de conservación de tortugas marinas. Nos dio ánimo diciendo que estaba en camino con otros tres voluntarios y un vehículo 4 x 4.
Improvisaron con una manta y una cuerda, un arnés, y utilizaron una camioneta para tratar de arrastra el ballenato los mas cerca del agua posible.

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Eran nueve personas uniendo fuerzas para rodar la ballena hacia la marea entrante que por cierto era muy débil.
«Yo estaba en el centro, justo al lado de las aletas pectorales, uno de los cuales aparentemente se había lastimado cuando Debra varó inicialmente», dijo García.«Yo estaba a cargo de mantener esa aleta en su lugar a través de cada rotación”. «Estábamos transpirando muchísimo, casi sin fuerzas», dijo.
La ballena ofreció el primer indicio en 24 horas que podría sobrevivir cuando la primera ola se estrelló contra su piel. El agua fría del Pacífico que finalmente se derramó sobre ellos era refrescante y alentadora.
A pocos más rolidos ya estaba flotando.
Blady la agarró por la boca y volvió la cabeza primero hacia el océano. García sostuvo su aleta lesionada y empujó.
«De repente la cola comenzó a aletear como si nunca se hubiese varado», dijo García. «Se metió en el océano!»
Eran todos abrazos en la playa, Blady y García entraron en el agua acompañándola unos metros al lado y se arriesgaban a ser golpeado por tan tremenda mole y finalmente se adentró en el mar.
«Mientras caminábamos de vuelta al campamento, con Sam nos detuvimos para contemplar el océano», dijo García. «Vimos a Debra con una ballena adulta, las dos se perdían en el horizonte».

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TEMERARIOS DE LAS CATARATAS DEL NIÁGARA

junio 1, 2023 — by Marcos Ferrer

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Evidentemente los límites a los que puede llegar un ser humano con el simple objetivo de sentir en sus arterias una carga importante de adrenalina, son infinitos. En este punta la aventura se entrelaza y se confunde con la locura, y nadie parece conocer bien el límite... si lo hay. Nota sacada en el Periódico de Aventura Andares nº 9 en el año 2003 antesesor de la Revista Andar Extremo

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Los 54 km de correntosas aguas del río Niágara ubicado entre Canadá y Estados Unidos y sus tan conocidos saltos el «Horsesshoe» y el «American Falls» son fieles testigos de estas alocadas aventuras.
A lo largo de la historia de las Cataratas del Niágara, un salto de agua que posee una altura aproximada de 50 metros, muchos intrépidos aventureros han fabricado diversos artefactos para lanzarse por el río Niágara y saltar por las cataratas. El objetivo planeado de estos artefactos era simplemente proteger a estos temerarios de las fuerzas del agua y al golpe de la caída, pero para muchos de ellos no les alcanzó y terminaron siendo irreconocibles víctimas
Los Temerarios que se arrojaron en barriles desde el salto principal, «Horsesshoe» son probablemente tan numerosos como las cataratas mismas. De las 18 personas que hicieron esta desafiante travesía. Sólo 13 sobrevivieron y 5 murieron en el intento, siendo uno de los supervivientes un chico de 6 años de edad

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Annie Edson Taylor fue el fue la primer persona en conquistar las cataratas arrojándose dentro de un barril el 24 de octubre de 1901 el artefacto de madera herméticamente cerrado, poseía el aire presurizado y comprimido a 30 libras con un inflador de bicicleta. Aunque Annie resultó con muchas contusiones y heridas, tenía grandes expectativas de fama y fortuna por lo que acababa de lograr. Pero paradójicamente murió en la absoluta pobreza en 1921.

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Diez años después el primer del primer salto el 25 de Julio de 1911 Bobby Leach desafió las cataratas en otro barril pero a pesar de ser de acero resultó herido en ambas rodillas y en su mandíbula. Año más tarde durante un tour en Nueva Zelanda se patinó con una cáscara de naranja y murió tras haberse complicado una gran una gran infecciosa en una de sus piernas en 1926.

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El 11 de julio de 1920 el inglés Charles G Stephens preparó su barril de madera rusa que poseía en su interior un yunque que equilibraría el aparato. Este aventurero que se ató al yunque por seguridad no corrió con la misma suerte, ya que después del salto, uno de sus brazos fue lo único que quedó dentro del barril.

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Después de 8 años sin sobresaltos, un franco canadiense llamado Jean Lussíer sobrevivió a lanzarse con un aparato fabricado con cámaras de auto formando una gran bola de caucho.

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Un Místico griego llamado George A. Stathakis murió por asfixia después de que su barril quedara atrapado debajo de una turbulencia de las cataratas por más de 14 horas el 5 de julio de 1930. Lo paradójico de esto es que es que él no saltó solo sino con su tortuga que milagrosamente sobrevivió a la sofocación transformándose en una novedad.

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William «Red» Hill aterró a sus espectadores el 5 de agosto de 1951 cuando su barril El recubierto con cámaras de tractor llamado «La Cosa» se fractura en las rápidas aguas de las cataratas segundos después de haber realizado el salto, encontrando el cuerpo sin vida al día siguiente.

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Pero no todos los que se vieron empapados en las correntosas aguas del río Niágara fueron para realizar una hazaña como el caso del niño Roger Woodward, que en 1960 resbaló accidentalmente vistiendo solamente un salvavidas. El sobreviviente de tan solo 6 años de edad, penetró el salto más importante y salió milagrosamente con vida pasándose a conocer como «el milagro del Niágara»..

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El primer afroamericano en conquistar las cataratas fue William Fitzgerald de Nueva York quien se lanzó en 1961 por las cataratas en una esfera de acero, llamada «Plunge- O-Sphere».

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Ante esto, los canadienses no pudieron ser menos y recién al 3 de julio de 1984 el primer canadiense logra conquistar las cataratas Karel Soucek sobrevivió Al salto dentro de un barril de acero pero un año más tarde muere al recrearlo desde una plataforma cuando su barril golpeó un tanque agua en el Houston Astrodome.

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Por otro lado a Steven Trotter, pasa a formar parte de la historia en 1985 al realizar un salto de su barril cubierto de cámara de tractor en busca de la fama en su carrera como acróbata pero ese 18 agosto , Steven fue multado por un total de 5,503 dólares por haberse tirado sin la obtención de permisos.

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Tres meses después de su primer intento fallido, el 5 de octubre de 1985 Dave Munday desafía exitosamente las cataratas en un barril fabricado con un tanque de plástico de 400 galones revestido de 25 cm de poliuretano expandido. Este mecánico canadiense, llamado «Super Dave» realizó un segundo salto exitoso en una cabina de buceo el 26 de septiembre de 1993.

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Corría 1989, el 28 de septiembre y dos personajes residentes de Ontario logran el primer salto en dúo, Peter De Bernardi y Jeffery James Petkovic. Su barril fue un tanque de acero reforzado de 4 m de largo luego del salto Petkovic salió del barril completamente desnudo, pero con sus botas texanas y su sombrero.

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Un experto kayakista de Tennessee salta desde directo a su muerte el 5 de julio de 1990 cuando se lanza de las cataratas en su kayak de 4 metros llamado «Rapidman» el cuerpo de Jesse Sharp nunca fue encontrado.

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El 18 de junio de 1995 Steven Trotter se convierte en la segunda persona en sobrevivir dos veces al salto del barril desde las cataratas esta vez acompañando por Lori Martin de Florida. El Dúo también formó parte de la historia como el primer equipo mixto y Martín se convirtió en la segunda mujer en realizar el salto. Su barril consistió en dos termos tanques soldados recubiertos en poliuretano expandido.

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Una de las últimas historias registradas fue el octubre de ese mismo año cuando Robert Overacker «Fireraker» emprende un desafío que lo lleva directo a su muerte a las cataratas en jet skí. Un turista alcanzó a tomar una fotografía del californiano junto cuando se encontraba en el borde del Salto, momentos antes de su muerte. Su cuerpo fue encontrado minutos más tarde río abajo.

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Después del accidente de Robert no hay datos o documentos fehacientes de los cuales aparezcan registrados más casos de «Temerarios de la Cataras del Niágara» solamente hay un registro en el año 2003 que un hombre cayó vestdo con ropa de calle en «Horsesshoe» llamado Kirl Jones y resulto con heridas pero no de gravedad.

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ANTONIO DE LA ROSA llegó remando, ayudado con una vela, a Georgias del Sur

febrero 4, 2023 — by Andar Extremo

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Antonio de la Rosa realizó en 26 días un viaje en una embarcación a remo desde Cabo de Hornos a las Georgias del Sur, tras haber renunciado a la Antártida una semana antes por problemas en la barco.

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El aventurero Antonio de la Rosa partió el 7 de enero de la ciudad austral, Puerto Williams, con el ánimo de realizar remando en unos 40 días en solitario, en una embarcación de 7 metros, el recorrido de unos 3500 kilómetros aproximadamente que eternizo Shackleton hasta las Georgias del Sur.
Desde Cabo de Hornos Antonio comenzó esta aventura, intentará ser la primera persona que cruce a remo en solitario el Mar de Hoces o Estrecho de Drake hasta la Antártida, serán unos 1000 km en el peor lugar para navegar de la Tierra.
El “Ocean Defender”, así se llama la embarcación, tuvo su primer amanecer en Cabo de Hornos, luego de 22 horas de la partida, con una continua remada para aprovechar y anticiparse a futuros vientos que vendrían de unos 100 km por hora.
El segundo día el viento del sur comenzó a soplar y le hizo perder kilómetros ganados, tuvo que avanzar hacia el este con muchas horas de remo para no perder posicionamiento, pero parecía que la meteorología favorable con viento del norte u oeste le empujaría hacia la Antártida.
De entrada uno de los teléfonos se averió, aunque por suerte tenía otro que le alcanzo para conectarse solo media hora en estos primeros días. Desde que salió estuvo nublado o lloviendo, esto le incidió en la carga de las baterías lo que han bajado bastante, unos 40 amperios de los 180 que tienen. En estos casos de poca energía solo se maneja con el piloto automático y con el plotter, El próximo objetivo es la Isla Elefante así que va a tener que minimizar los gastos energéticos.

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El cuarto día fue terrible por las condiciones del mar, con rachas de vientos de 75 km/h, por desgracia por la noche se giró el viento a Suroeste y lo tiró nuevamente hacia el Noreste, esto generaba que lo separe del sur de la Patagonia, llevándolo demasiado alto, si bien las condiciones fueron duras podía descansar unas 3 o 4 horas con el barco moviéndose mucho.
Comenzando el quinto día ninguna de las predicciones climáticas se habían cumplido en las últimas cien horas. Con mucho dolor en las manos, de remar unas 15 horas diarias, si bien lleva guantes y crema para cuidar futuras ampollas, los músculos le pedían tregua.
Mantener la atención hacia que duerma poco y nada, continuamente chequeando la dirección e intentando cambiar el rumbo. Incluso las corrientes y los vientos llegaron a tumbar dos veces el Ocean Defender, si bien no se llego a dar vuelta, el giro de 90º por el golpe de la ola, el barco en volver a su posición normal tardaba a dos o tres segundos, eran segundos dramáticos.
Estos primeros días la alimentación fue escasa, ya que todavía tiene las energías del continente, sólo tomó una comida diaria caliente y algo de frutos secos, con media ración diaria, 2000 calorías, le alcanzaba para el gasto cotidiano.

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Con el paso de las horas las corrientes lo seguían afectando muchísimo en su sexto día, no contaba con ese enemigo, esas corrientes son como ríos indetectables y van en dirección contraria. Por estas condiciones de estar derivándolo demasiado al noreste y consideró adecuado poner el “ancla de capa” consiguiendo no alejarse tanto de la isla Elefante. Es desesperante, porque los kilómetros que ganaba, luego los perdía y así se pierden días enteros. La sexta noche pudo descansar un poco más que las anteriores, incluso con olas de cinco metros.
El séptimo día luego de muchos días malos, la meteorología llego con buenas previsiones Viento Noroeste con tendencia al Norte que le ha permitido navegar al Sur y ganar grados a la Antártida. Ha podido surfear olas y remar fuerte, el día había sido duro porla acumulación de días malos, pero cuando cambio volvió la energía al cuerpo
La parte negativa es que lleva un par de días muy oscuros, lloviendo, y sin sol, y eso afecta muchísimo a la energía de la embarcación para alimentar los equipos electrónicos. Tiene que empezar ya a racionar. Pese a que el piloto automático es de bajo consumo y con los ordenadores tiene un mínimo de 2,5 amperes la hora, lo que son unos 70 amperes al día. Si continúa el tiempo así solo tendría menos de dos días más de baterías. Otro tema negativo es la humedad dentro de la embarcación, todo el tiempo secando.
El octavo día fue durísimo, vientos constantes del Noroeste, con rachas de 80km/h, con muchas olas y con una fuerza y una potencia impresionante. Dio un tumbo completo de 360º pero el barco autodrizó muy rápido, en 2 segundos dio la vuelta completa. Con los golpes y los tumbos tiene que estar atento que no se le bloquee el piloto automático, la tensión hizo que no duerma prácticamente nada. Todo esto aparejado a que empezó a sentir olor a quemado y de repente humo negro donde almacenaba la comida, era el encendedor electrónico. Por suerte pudo arreglarlo rápido.
En el Antártico no hay tregua. el noveno día de repente la embarcación se giró hacia el noreste en dirección contraria a la que estaba llevando de sureste. El piloto automático se giró y no lo pudo re direccionar se quedó bloqueado. Así que tuvo que colocarse el traje de rescate con el arnés y los materiales de seguridad y asomarme a la popa para ver al piloto automático, que es un sistema hidráulico que guía la cruceta del timón. Lo tuvo que desmontar y dejarlo en sistema manual.
El salitre y la humedad también le trajeron problemas con el plotter exterior Hace un par de días se desprogramo la línea de marca 0 y quedo corrida no pudiendo manejarla con la computadora, así que doblemente pendiente con el rumbo.

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Ir al baño es en el Ocean Defender es una tarea complicada, todas las mañanas después del desayuno con Galletas y un café tiene que ir al baño. Pero si o si tiene que estar con el arnés colocado y bajo este está el pantalón. Solucionado, sale desnudo con el arnés, con botas y abrigado arriba. Con bajo cero, 5 minutos son resistibles.
Si contamos en línea recta a recorrido unos 450 km, la mitad de distancia hacia la Isla Elefante. Las condiciones lo están empujando bastante, aunque deriva un poco al Este.
El decimo día de remo cruzando el Antártico en Solitario. Prácticamente toda la semana ha tenido que ir escorado hacia babor, esto es que la embarcación va tumbada hacia la izquierda porque las olas y el viento soplan del Oeste. Se hace durísimo, no solo cuando esta dentro de del Ocean porque va torcido, sino también cuando rema. A veces entra un remo, el otro se queda en el aire, se hace durísimo con el paso de las horas. Termina con la espalda cargada por ese empuje de piernas y brazos que no es longitudinal, pero lo bueno es que fortalece muchísimo los oblicuos.
Para mejorar esa estabilidad he cambiado pesos, se llama estibar las cargas, para conseguir que la embarcación no vaya tan escorada hacia babor. Se mueve mucho de un lado a otro, pero va un poco más recta.
El decimo primer día no comenzó bien, un temporal del noroeste, con olas muy grandes, y vientos de 80 km km/h con picos de 100 km/h, manejando con el piloto manual y pendiente de la dirección, necesitaba la máxima concentración.
Sobre las dos de la madrugada una ola rodillo lo hizo girar varias, con tanta mala suerte que había dejado una escotilla un poco abierta para ventilar, esto ocasionó que le entren como diez litros de agua. A pesar de llevar todo en bolsas estancas, en el suelo la colchoneta, las esterillas y el saco de dormir terminaron empapados. Demoró tres horas para achicar toda el agua. Por suerte lleva tres bolsas de dormir para recambio.
Por la mañana del día 12 llegó al meridiano 55. El mismo meridiano en el que se encuentra la Isla Elefante, pero por desgracia está en el paralelo 59, y la Isla Elefante está en el 61. Son unos 200 km al sur.
El problema ha sido que los tres primeros días, que supuestamente tenía buena ventana de tiempo, nunca se cumplió la dirección del viento y luego sopló del oeste con corrientes también muy fuertes. Remando muchísimas horas para apenas conseguir avanzar hacia el Este y no poder bajar, incluso subir en algunos casos, cuando ya consiguió rumbear hacia Elefante, ha tenido que ir completamente escorado una semana con mucho dolor de espalda.

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La única manera de que pueda hacer una trayectoria Norte-Sur es cuando el viento este soplando del Oeste. Y por mas esfuerzo que haga se complica, la idea es llegar remando a Isla Elefante y luego ver la opción de ponerle la vela a la embarcación para ir directamente a las Gerogias que está a unos 1200 km.
En esta expedición viene un velero de apoyo con una productora de televisión, que está haciendo un documental. Este velero, además, a nivel de seguridad, es obligatorio para tener el permiso de la Armada de Chile para partir de Puerto Williams, y por parte del Comité Polar Español. No es una embarcación que vaya cerca del Ocean Defender, el lugar es complicado y el trabajo de navegar para el velero es muy difícil. Solo los ha visto las veces que se conectó en vivo, que han sido 3 en 8 días.
Para comer en la Antártida necesita 4000 calorías diarias, lleva más de 40 raciones. En cada paquete lleva 2 comidas calientes, deshidratadas , aproximadamente 600 calorías cada una y hay cosas muy variadas, arroz, carne, papas, guisos, etc.
Lleva también buenos desayunos, galletitas con mucha avena, un paquete por día (1000 calorías), junto con un café.
Come también cada día 100g de pistachos, que va utilizando como ración de marcha. También utiliza, jamón, galletitas y algún pan. Otra cosa que ingiere es un batido de proteínas de suero lácteo, sumado esto a unos 3 litros de líquido, más otros 2 que usa para hidratar las comidas.

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En el decimo quinto día de expedición decidió poner la vela, que fue marcada fundamentalmente por todos los problemas que tiene la embarcación. Averías importantes tanto a nivel de electrónica como de otros componentes. Además debido a la acumulación tan importante de humedad que va teniendo la cabina, ha hecho que se estropeen varios fusibles. Y de las 3 cámaras de grabación que llevo solo funciona una y las baterías se han dañado y no quiere poner en riesgo la expedición.
.A vela podrá ir el doble o triple de rápido, y con mejor dirección y trayectoria. Si a remo hubiera tardado 3 semanas, a vela podrá llegar en menos de 10 días.
Con lo que respecta al agua, lleva 150 litros embotellados que, según va consumiendo, rellena las botellas de agua salada para no perder el lastre de la embarcación, para darle estabilidad. Si se llegara quedar sin agua dulce, lleva una desalinizadora.
La temperatura ronda los 3 grados de día, con variación de apenas un grado del día a la noche. Pero cuando hay viento la sensación térmica baja mucho, a varios grados bajo cero.
La humedad es del 90% y continuamente seca la cabina por dentro, por la condensación.
Fueron 24 horas con vientos muy cambiantes y complicados, teniendo que abrir y cerrar la vela continuamente. Si bien es pequeña, triangular que abierta al máximo son 7 m2, el peligro de volcar con vela es probable y sería más complicado, aunque tiene un sistema de enrolle y desenrolle prácticamente instantáneo en pocos segundos.
Es una vela que ayuda, pero no es la panacea, puede ir un poquito más rápido que a remo, pero no mucho más, en condiciones normales, un 20 y un 30% más de velocidad.

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La velocidad máxima que lleva remando en agua plana son unos 5,5 km, con el movimiento del mal la actividad de la palada se reduce casi a la mitad. La velocidad en mar ronda unos 3 a 3,5 km por hora.
A vela, dependiendo de las condiciones se puede llegar a doblar esa velocidad o más, pero bajo condiciones óptimas. Esta es una embarcación de remo con una vela supletoria, no está pensado para navegar sólo a vela, sirve para ayuda.
La decimo sexta jornada fue durísima de día y noche de navegación a vela. Soplando viento del Noreste que lo ha hecho tener que navegar con un rumbo muy cruzado todo el tiempo la embarcación, completamente escorada a estribor ganando bastantes millas al Este en dirección a Georgia del Sur.
Prácticamente no pudo dormir en toda la noche entre la escora y los golpes del mar contra la embarcación, el viento roto al Norte con rachas de 60 km/h
Aunque hay muchísima humedad, lleva todo en bolsas estancas, mantiene toda la ropa seca, como así también la electrónica.
El decimo séptimo día fue el más complicado, después de la noche durísima, de viajar siempre escorado. Cuando bajó el viento la embarcación seguía muy escorada a estribor supuso que habría entrado agua. Hizo una comprobación y vio que a través de los tambuchos estancos que están en el exterior del barco, los que van en la parte de abajo de almacén, se habían llenado de agua. Precisamente en la proa el agua paso directamente a la zona de las baterías. Por suerte las secó, luego de cortar la corriente y comprobó con un amperímetro que aun tenían carga.
En la parte de atrás tuvo que sacar muchísima agua, en la parte de la popa habrían entrado unos 200 litros de agua. Luego de 4 horas de achique volvió todo a la normalidad.

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El decimo octavo día fue un día de tregua luego de días tan duros sido los vientos portantes le han permitido navegar tranquilamente. Ha podido aprovechar, después de las reparaciones del día anterior, para secar ropa, e intentar eliminar la humedad de la cabina de la proa, Navegando a vela permanece muchas horas allí adentro, tiene un sistema de manejo de la vela en la escotilla de la entrada de la proa, que le permite pilotear desde dentro de la embarcación. Le quedan de 5 a7 días para llegar a Georgias.
A pesar de que parece que las condiciones son un poco más favorables camino a Georgia del Sur ha pasado días duros y difíciles. El decimo noveno día sopló un durísimo viento del noroeste, así que por seguridad tuvo quitar la vela toda la noche para garantizar no tener problemas. Y los mas increíble a la madrugada se asomó y estaba rodeado de témpanos de hielo, estaba pasando entre grandes icebergs que, sin duda, son desplazados por las corrientes desde el norte de la península Antártica, Estas gigantescas masas de hielo tienen dimensiones impresionantes, recientemente se ha desprendido una de estas grandes masas de hielo del tamaño de la ciudad Londres. Al moverse tan despacio no sería peligroso chocar, al medir más de 50 metros de altura las que cruzo, el peligro sería que se pudiera caer un trozo de esta masa de hielo encima de la embarcación.
Hay que recordar que estas grandes masas de hielo que se desplazan por las corrientes, 7 partes están debajo del agua y tan solo una parte de hielo aflora por fuera, con lo cual el viento apenas les afecta.
En el vigésimo día de navegación se hallaba a poco mas de 200 km, siguió sin tregua. Cuando todo parecía que tendría días con vientos no muy fuertes vino la peor noche desde el comienzo de la travesía, con vientos superiores a 100 km/h. Grandísimas olas impactando contra la embarcación, con vela cerrada.
El cambio climático aquí se nota muchísimo, las previsiones no son fiables. Generalmente se tienen previsiones cuatro días antes, ahora ni a medio día acierta. Es preocupante, sobre todo de cara a los años venideros.
El mar no da tregua en su vigésimo segundo día, sigue golpeándome durísimo, tuvo dos tumbadas con la vela abierta, tardó 3 segundos en recuperar la posición y se autodrizado rápido.
Una parte muy importante es el envío de crónicas diarias es gracias a las comunicaciones satelitales. Para conexión la satelital de Internet lleva un router, que tiene un teléfono móvil que se escucha muy bien, a pesar de estar a 2000 km de un punto con internet, gracias a este estupendo dispositivo puede subir las fotos y el parte diario.
Además, pueden ver la posición exacta con un dispositivo que está en la página web, que es un GPS con mapas integrados.

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Solo le quedan unos 130km, ya veía la costa, pero el desgaste de los materiales sigue latente, en esta ocasión el soporte del mástil de la vela, le está pasando factura, en parte por estar mucho tiempo con ella cerrada y otra parte por el movimiento de la embarcación. Se le aflojaron los tornillos, hacia unos días lo había escuchado pero no le dio mucha importancia, por suerte no se había caído la pieza y ha podido apretarla en el último momento antes de que se separaran los tornillos.
Antonio estaba ya a un paso de Georgia del Sur, esperaba tocar tierra en poco. se dirigía al sur de la Isla cuando la ruta de Shackleton hizo el norte de la isla. Los dos motivos: uno porque la embarcación de apoyo no quiere ir a ese lugar de la isla, porque que es muy peligrosa la costa oeste y sería para ellos un suicidio, en la parte sur recogerán el barco para llevárselo de vuelta a Puerto Williams. Y el 2º motivo es que ha recibido contestación de la administración que da las autorizaciones para las travesías en Georgia del Sur, fuera de las rutas turísticas, y le han denegado la travesía a pie y con esquís por la ruta de Shackleton al ir en solitario. El desafío real era llegar hasta Georgias a remo y navegando que es lo que está haciendo.
El día 2 de febrero de 2023 luego de 26 días de navegación, Antonio de la Rosa llego en un embarcación en solitario a Georgias del Sur.

www.antoniodelarosa.net

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A 50 AÑOS DE LA EXPEDICIÓN DEL RÍO COLORADO, LOS MISMOS INTEGRANTES REVIVIRÁN LA TRAVESÍA

enero 23, 2023 — by Andar Extremo

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La expedición que originó el CADEI y más tarde la Balsa Atlantis, cumple 50 años. En 1973 cuatro estudiantes fueron los primeros en navegar en 27 días completamente el Río Colorado, un viaje de descubrimiento en pleno siglo XX. En gomones a remo recorrieron 1100 kilómetros.

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En 11 febrero de 2023 vuelven los cuatro integrantes que realizaron la travesía a repetir el tramo final en kayaks: Alfredo Barragán, José Luis Godoy, Jorge Iriberri y Rubén Tablar rememoran cincuenta años después una expedición icónica que fue lo que originó el Centro de Actividades Deportivas, Exploración e Investigación.
Aquellos muchachos sedientos de aventura que hoy rondan los 75 años volverán al Colorado para agradecerle al río y a sus pobladores ribereños que los apoyaron en aquel verano de 1973. En las tres ciudades que abarcará la nueva travesía simbólica, preparan una gran fiesta para ese día. Se crearán tres plazoletas alegóricas junto al río: en La Adela (La Pampa), Rio Colorado (Rio Negro) y Pedro Luro (Buenos Aires). Participarán la Armada, Prefectura, Instituto Geográfico Nacional, Servicio Hidrografía Naval, Academia Nacional de Geografía, etc.

«En el Río Colorado se cerró un capítulo determinante de nuestras vidas y se nos abrió una puerta infinita al mundo de la exploración” Alfredo Barragán

Hoy el Río Colorado tiene otro panorama, afectado por la sequía y la disputa por el agua, con un bajísimo caudal. Cuando llegaron a Fortín Mercedes el 11 de febrero de 1973, el Colorado tenía un ancho de 200 metros y dos de profundidad. cincuenta años después el mismo lugar está lleno de bancos de arena, el cauce es de 20 metros y el agua llega a la rodillas. La administración del agua y el impacto del cambio climático serán tema de debate durante la conmemoración.
Esta expedición les abrió la puerta del mundo infinito de la exploración, originó el CADEI con más de 30 expediciones, en 50 años, en 5 continentes. Sin dudas el resultado final de todo esto es un patrimonio cultural excepcional, único, que será el contenido inicial del Museo de la Exploración, con la historia de los descubrimientos geográficos, a crearse en Dolores.

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LA EXPEDICIÓN RIO COLORADO 1973

La idea surge un año antes de realizar el periplo, de la charla entre cuatro amigos. Se enteraron que el Río Colorado, que cruza por cinco provincias (Mendoza, Neuquén, Río Negro, La Pampa y Buenos Aires), nunca había sido navegado en su totalidad, luego de planificar, llegaron a la conclusión que utilizarían dos botes inflables, con un piso de lona y sobrepiso de madera. Eran muy lentos, con un bordo alto (mucho bote fuera del agua) y en un cauce quieto costaba moverlo.
La expedicionarios llegaron a la zona de la naciente en un Chevy, con toda la carga en un carro. Cuando se terminó el camino, en el paraje de Butacó, para llegar a la naciente del Colorado, tuvieron que hacer los últimos 7 kilómetros en caballos y mulas que les facilitó una familia mapuche, los cuales les indicaron el cauce de un arroyo para poder llegar.

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El 16 enero de 1973 comenzaron la travesía, se tiraron al agua en los dos gamones en la cordillera, en la confluencia de los ríos Grande y Barrancas, justo en el límite entre Mendoza y Neuquén. No sabían que iban a convertirse días más tarde en los primeros en navegarlo de punta a punta; terminando la travesía en Fortín Mercedes, unos kilómetros antes de llegar al mar, donde el cauce se desdibuja confusamente. En cada bote llevaban 150 kilos de equipamiento, más los dos integrantes y en el agua se sacudían mucho, sobre todo en los rápidos. El caudal del río se había acrecentado a fines de 1972, pues una nevada excepcional ensanchó en forma peligrosa los márgenes del río. Por este motivo los navegantes tenían que mantener la línea de avance con sus remos de madera. La crecidas creaban muchos brazos y a veces erraban el cauce y se encallaban. En otras, las piedras del lecho perforaban el bote y había que emparcharlo, esperar toda la noche a que secara y vuelta a remar al día siguiente. No tenían cartas náuticas pues en ese entonces no existía. Tampoco existía el GPS ni ningún medio de posicionamiento global.

«Fue un bautismo de fuego para las hazañas que siguieron como cruzar el Atlántico en balsa, el mar de las Antillas en kayaks, los Andes en globo, escalar el Aconcagua, etc, son más de 30 expediciones en 50 años y en cinco continentes» Alfredo Barragán

El viento sopló en contra 23 días de la travesía, que se dividió el tres etapas: desde la naciente hasta 25 de Mayo, desde 25 de Mayo a Río Colorado, y la última desde Río Colorado hasta Fortín Mercedes. Primero los acompañó a la vista el volcán Tromen, luego aparecieron las barrancas que con el correr de los días se convirtieron en bardas. El paisaje se fue achatando hasta terminar como un río manso de llanura.
Despertaban al amanecer. Desarmaban la carpa y cargaban todo y lo ataban en los botes, porque en los rápidos se sacudían mucho. Al mediodía comían algún salamín, un trozo de queso, o una lata de sardinas con pan. Cuando caía el sol, buscaban una zona playa y armaban la carpa canadiense. Comían fideos o arroz. Tuvieron suerte en alguna ocasión que cruzaron un puesto y asaron un trozo de cordero que les regalaron. Tomaban solo agua del Río Colorado, que la dejaban sedimentar en una olla para que no sea tan oscura.

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Al finalizar cada jornada instalaban la antena entre dos torres de 4,5 metros, hechas con caños de luz, conectaban la radio y pasaban el parte a sus familiares de Dolores.
Remaban de sol a sol para cumplir con el objetivo de 50 kilómetros diarios, trataban de mantener cerca los dos gomones para poder hablar de bote a bote, por si venían rápidos o una pequeña caída o algún salto. Remaban con remeras largas, gorra y anteojos para no quemarse con el sol. Al remar 10 horas diarias terminaban con las manos tan hinchadas que no podían cerrarlas. Las metían en el agua fría para deshincharlas. Se ubicaban en el bote montados como en un caballo, sobre cada tubo lateral. Una pierna dentro y la otra fuera en el agua.
Tuvieron que quedarse tres días en 25 de Mayo, La Pampa, por la rotura del oleoducto que cruza el río y transporta el petróleo desde la planta de Catriel. Les decían que el petróleo podía afectar la tela de los botes. Una vez que repararon la pérdida, siguieron con la travesía. Allí fue la primera vez que cruzaron una persona, luego de 5 días de travesia.

«Nosotros no somos aventureros, somos expedicionarios. Absolutamente serios para planificar y ejecutar» Alfredo Barragán

Una vez cada diez días un avión de la Fuerza Aérea los sobrevolaba para identificar su posición. El rumor de los “locos que venían por el río” se había expandido por toda la región. Una vez llegaron e hicieron noche cerca del puesto de una familia. A la mañana se despertaron con 20 personas alrededor. Se habían pasado el dato entre vecinos para ver a los locos del Colorado. Al llegar al Salto Andersen los operarios los ayudaron a cargar los botes y trasladarlos al otro lado de la represa para la etapa final. Cuando arribaron a Río Colorado los esperaban varios medios de prensa y firmaron los primeros autógrafos de su vida.
La llegada a Fortín Mercedes fue una fiesta, con una multitud en las costas, autoridades, aviones sobrevolándolos. La hazaña se había concretado.

DOCUMENTAL

Ruben Tablar filmó la travesía. Solo contaban con 30 minutos de película en Súper 8 y con eso se realizó el documental.

«Es que todo lo que encarábamos lo hacíamos de modo muy serio. Cero improvisación. Sin sponsor y con un profundo respeto por la naturaleza» Alfredo Barragán

 

MUSEO DE LA EXPLORACIÓN

El conocimiento geográfico es esencial, fundamental, para el hombre. Es importante rescatar el espíritu de los pioneros que descubrieron el mundo geográfico; su imaginación, atrevimiento, determinación, planificación y entrega.
Sus historias son cantos a la libertad. Sus empresas enseñan la alegría del intento, de la planificación, del esfuerzo y la perseverancia; valores que flaquean en estos tiempos.
Las más de 30 expediciones del CADEI en cinco continentes constituyen un patrimonio cultural extraordinario, único en el mundo (Río Colorado, Aconcagua, Atlantis, Andes en Globo, Kilimanjaro, Mar de las Antillas en Kayaks, Antártica Finis Terra, etc). Y planean la creación del Museo de la Exploración, a erigirse en Dolores. Este museo no será un galpón de cosas viejas. Se concibió como un medio de comunicación. Y tiene mucho para decir. Tiene valores para transmitir. Y será convincente porque no hablará desde la teoría sino desde los hechos, desde historias reales; desde la historia universal de las exploraciones.
Y hay que hacer ese museo porque no existe. No existe en el mundo.
Y por qué en Dolores? Por qué no? Porque tienen guardado un patrimonio cultural enorme, único en su conjunto, fruto de tantas expediciones en cinco continentes, con el cual empezar. Y estará dispuesto para cobijar las experiencias de otros exploradores del mundo. Porque Dolores tiene una ubicación geográfica excepcional, sobre el eje turístico más importante del país.
El proyecto ha sido aprobado por todos los gobiernos nacionales, provinciales y municipales de la última década, de todos los sectores políticos. Pero aún no se ha concretado. Es de esperar que la belleza y la trascendencia de la idea supere las mezquindades que lo demoran.

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Fuentes Río Negro RN y CADEI

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ANTONIO DE LA ROSA, en Solitario Remando tras los pasos de Sir Ernest Shackleton, primeros días de travesía

enero 14, 2023 — by Andar Extremo

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Antonio de la rosa partió en una embarcación a remo de Cabo de Hornos a las Georgias del Sur, empieza una expedición increíble

PH: Posovisual
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El aventurero Antonio de la Rosa partió el 7 de enero de la ciudad austral, Puerto Williams, con el ánimo de realizar remando en unos 40 días en solitario, en unaembarcación de 7 metros, el recorrido de unos 3500 kilómetros aproximadamente que eternizo Shackleton hasta las Georgias del Sur.
Desde Cabo de HornosAntonio comenzó esta aventura, intentará ser la primera persona que cruce a remoen solitario el Mar de Hoces o Estrecho de Drake hasta la Antártida,serán unos1000 km en el peor lugar para navegar de la Tierra.
El «OceanDefender»,así se llama la embarcación,tuvo su primer amanecer en Cabo de Hornos, luego de 22 horas de la partida,con una continua remada para aprovechar y anticiparse a futuros vientos que vendrían de unos 100 km por hora.
El segundodíael viento del sur comenzó a soplar y le hizo perder kilómetros ganados,tuvo que avanzar hacia el este con muchas horas de remo para no perder posicionamiento, pero parecía que la meteorología favorable con viento del norte u oeste le empujaría hacia la Antártida.

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De entrada uno de los teléfonos se averió, aunque por suerte tenía otro que le alcanzo para conectarse solo media horaen estos primeros días. Desde que salió estuvo nublado o lloviendo, esto le incidió en la carga de las bateríaslo quehan bajado bastante, unos 40 amperios de los 180 que tienen. En estos casos de poca energía solo se maneja con el piloto automático y con el plotter, El próximo objetivo es la Isla Elefante así que va a tener que minimizar los gastos energéticos.
El cuarto día fue terrible por las condiciones del mar,con rachas de vientos de 75 km/h, por desgracia por la noche segiró el viento aSuroeste y lotiró nuevamente hacia el Noreste, esto generaba que lo separedel sur de la Patagonia, llevándolo demasiado alto, si bien las condiciones fueron duras podíadescansarunas 3 o 4 horas con el barcomovendose mucho.
Comenzando el quinto día ninguna de las predicciones climáticas se habían cumplido en las últimas cien horas.Con mucho dolor en las manos, de remar unas 15 horas diarias, si bien lleva guantes y crema para cuidar futuras ampollas, los músculos le pedían tregua.

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Mantener la atención hacia que duerma poco y nada, continuamente chequeando la dirección e intentando cambiar el rumbo. Incluso las corrientes y los vientos llegaron a tumbar dos veces el Ocean Defender, si bien no se llego a dar vuelta, el giro de 90º por el golpe de la ola, el barco en volver a su posición normal tardabaa dos o tres segundos, eran segundos dramáticos.
Estos primeros días la alimentación fue escasa, ya que todavía tiene las energías del continente, sólo tomó una comida diaria caliente yalgo de frutos secos, con media ración diaria, 2000 calorías, le alcanzaba para el gasto cotidiano.
Con el paso de las horas las corrientes lo seguían afectando muchísimo en su sexto día, no contaba con ese enemigo, esas corrientes son como ríosindetectables y van en direccióncontraria. Por estas condiciones de estar derivándolo demasiado al norestey consideró adecuado poner el «ancla de capa» consiguiendo no alejarse tanto de la isla Elefante. Es desesperante, porque los kilómetros que ganaba, luego los perdía y así se pierden días enteros. La sexta noche pudo descansar un poco más que las anteriores, incluso con olas de cinco metros.

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El séptimo día luego de muchos días malos, la meteorología llego con buenas previsiones Viento Noroeste con tendencia al Norte que le ha permitido navegar al Sur y ganar grados a la Antártida. Ha podido surfear olas y remar fuerte, el día había sido duro porla acumulación de días malos, pero cuando cambio volvió la energía al cuerpo

La parte negativa es que lleva un par de días muy oscuros, lloviendo, y sin sol, y eso afecta muchísimo a la energía de la embarcación para alimentar los equipos electrónicos. Tiene que empezar ya a racionar. Pese a que el piloto automático es de bajo consumo ycon los ordenadores tiene un mínimo de 2,5 amperes la hora, lo que son unos 70 amperes al día. Si continúa el tiempo así solo tendría menos de dos días más de baterías. Otro tema negativo es la humedad dentro de la embarcación, todo el tiempo secando.

Luego de siete días en el peor mar para navegar, Antonio pudo rumbear el Ocean Defender, esperemos que el sol brille y que la Antártida este minuto a minuto más cerca!!!

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www.antoniodelarosa.net

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SHACKLETON, ATRAPADOS EN LA ANTÁRTIDA

marzo 16, 2022 — by Andar Extremo

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En Agosto de 1914 el famoso explorador irlandés Ernest Shackleton partió con una tripulación de 27 hombres a bordo del Endurance hacia el Atlántico Sur para realizar la última meta de los exploradores, "Atravesar a pie el Continente Antártico". A 160 km de su meta, el hielo cambio de estado y la embarcación quedó atrapada en el congelado mar de Weddell. A partir de allí se desarrolló una de los casos de supervivencia más increíbles de la historia. Nota editada en el Periódico de Aventura Andares nº 5 en 2002 antecesor de la Revista Andar Extremo

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A pesar de no haber llegado al polo, Shackleton ya había sido protagonista de dos expediciones polares, en la primera, partió en el Discovery hacia la Antártida con el Capitán Scott, en 1901. Juntos emprendieron un viaje de más de 2500 km con 5 trineos tirados por 19 perros por lugares que ni figuraban en los mapas. Pasaron hambre, padecieron escorbuto y llegaron a tirar ellos mismos de los trineos. En 1907 emprendió la segunda expedición a bordo del Nimrod con 10 caballos y 8 perros. Esta expedición tampoco tuvo éxito pues los caballos no eran apropiados para los terrenos y terminaron matándolos y comiéndoselos. Pese a esto lograron acercarse a tan solo 180 km del polo (puntos más meridional logrado hasta entonces), y regresaron luego de recorrer 3000 km a pie.
Tan grande era la lucha de los exploradores por ser los primeros en pisar el polo que en 1911, dos expediciones se encaminaron hacia el sur, la de Scott y la expedición noruega al mando de Amundsen. El logro de éste provocó desilusión en la expedición inglesa, que al regreso encontraron la muerte víctimas de abandono.
Al enterarse que ya no sería el primero en pisar el polo, Shackleton comenzó a organizar una nueva expedición, que no era solamente ir al polo y regresar, sino la propia travesía del continente, desde el mar de Weddell hasta el mar de Ross y la llamó «Expedición Imperial Transantártica».
Para esta ocasión, usaría una goleta de madera con tres palos, construida con planchas de roble y de pino noruego, recubiertas de ocote (madera muy dura). Poseía 48 m de slora y 300 toneladas de peso. El Endurance, como Shackleton la bautizó hacia referencia al lema de su familia, «venceremos gracias a la resistencia».

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La tripulación que estaba compuesta por marineros, científicos y oficiales cuyas edades oscilaban entre los 25 y los 40 años, partió desde Londres en Agosto de 1914, a pocos dias de estallar la Primera Guerra Mundial. Navegaron hacia el sur y en Bs. As. cargaron provisiones entre ellas, 69 perros de trineos.
Shackleton se unió a la expedición en la ciudad de La Plasta a mediados de Octubre. Desde allí se dirigieron hacia la isla San Pedro al este de las Malvinas. Durante semanas el Endurance esquivó rodeó varias placas y témpanos, y a pesar de haber logado abrirse camino hacia la Bahia Vahsel, fue obligado a detenerse. Enormes témpanos de 50 km2 se presentaban frente a ellos y paulatinamente la superfície de mar abierto se fue estrechando.
El 31 de diciembre, el Endurance paso a través de una placa difícil de romper y cruzó el Circuito Polar Antártico, a los días quedo atrapado en el hielo, pero esta vez na saldría. Después de varios meses perdieron la única posibilidad de libeгarse, pues la presión que ejercia el viento sobre la placa de hielo terminó fracturandola a unos metros del barco. A pesar de haber puesto la caldera a todo vapor no pudieron llegar hasta la abertura, los tripulantes rompieron el hielo con picos para abrir camino, pero todo fue en vano.
Los días pasaron y las resonancias de profundidad indicaban que el barco se alejaba cada vez más de tierra firme, arrastrado por las placas de hielo en movimiento. A tan sólo un día de la Bahía Vahsel, el Endurance se convirtió en un puesto de invierno, pues deberian esperar 7 meses hasta Octubre donde en primavera se rompería el hielo. Debieron organizarse para vivir más cómodos, los perros fueron trasladados fuera del barco en Iglúes de hielo, los cerdos durmieron afuera hasta que se convirtieron en carne salada. A la luz del día los hombes ejercitaban a los perros, buscaban focas y pinguinos para alimentare o emprendian excursiones en el hielo, al anochecer cantaban, leían, se turnaban para hacer guardia, y jugaban al ajedrez.

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Un buen día el sol desapareció por completo y no se lo vio hasta 4 meses después. En Abril, el hielo gruño en torno al buque haciéndolo vibrar ligeramente, fue es el primer indicio del potencial mortifero de la placa de hielo. Dos meses más tarde comenzó la parte más oscura del año, la temperatura descendió a 29° bajo cero y las masas de hielo crujían al chocar unas contra otras. la presión que provocaba que las placas se fracturen y se superpongan, amontonaba enormes bloques de hielo de hasta de 5 m. de altura. Hacia fines de Junio ya llevaban atrapados 158 días y el Endurance se había trasladado a la deriva más de 1000 km. A esta altura la presión que provocaba el hielo sobre el buque se torno amenazadora, los hierros de la sala de máquinas se doblaron, las vigas se arqueaban y las puertas se salían del marco.
Hasta fines de Octubre no hubo grandes inconvenientes y los hombres comenzaron a desarrollar más actividades ya que tenían 22 horas de luz, pero en un momento un terrible golpe hizo inclinar el buque unos 8º a estribor y comenzó a filtrar agua. Se encendieron las calderas y las bombas extractoras, los hombres cavaron trincheras en el hielo, las vigas gemían, entre tanto reunian vituallas, ropas, comida de los perros, aparejos de los trineos, raciones de emergencia, mapas, planos y hasta fotos de posibles recaladas preparándose para desembarcar en el hielo.
El 27 de Octubre amaneció claro y despejado, la presión del hielo aumento durante el día y a las 4 de la tarde llegó a su punto culminante, de un golpe se levantó la popa mientras un témpano en movimiento arrancó el timón y la cabina, las cubiertas comenzaron a romperse y al desprenderse la quilla el agua comenzó a entrar torrencialmente por todas partes. Shackleton ordenó que se bajaran a un lugar estable los botes y los trineos. Armaron un campamento en lo que parecía un témpano estable a 100 metros del barco destrozado.

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Shackleton informó que en unos días empezarían a caminar hacia Cerro Nevado a unos 300 kilómetros al noroeste. Se despojaron de los elementos prescindibles, uniformes de gala, elementos científicos, libros, relojes, etc. Ese mismo día sacrificaron a tres cachorros, a la Sra. Chippy (el gato, considerado la mascota del buque) y a un perro adulto que no sabía tirar trineos.
Se pusieron en marcha pero habiendo recorrido apenas 1,5 km desde su partida la caravana armó campamento a la tarde. Resolvieron quedarse allí bautizando al lugar «Campamento Océano», establecieron una rutina, temprano desayunaban foca frita, masa de harina cocida y té, después algunos cazaban focas y pingüinos y otros realizaban quehaceres en el campamento. Por la tarde se dedicaban a leer, zurcir o pasear y a las 17:30 hs se servía estofado de pingüino con cacao. Por la noche algunos montaban guardia por si los perros se iban o por si el témpano se rompía. Las raciones que eran para la travesía continental se conservaron escrupulosamente para el viaje en los botes salvavidas que los hombres traian a la rastra.
Se resolvió continuar la travesía a pie, pero esta vez avanzarían de noche cuando el hielo se encontraba más duro, 18 hombres tiraban de los botes y luego regresaban a buscar las provisiones. Ante la imposibilidad de seguir escogieron un témpano que parecia sólido para el nuevo campamento llamándolo «Campamento Paciencia».

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Era enero de 1916 y las placas no daban muestras de abrirse, la tensión era cada vez mayor y la alimentación se convertía en un problema realmente preocupante, las focas escaseaban y las reservas disminuían. Ese mes sacrificaron 27 perros, que luego serían parte en la dieta de los hombres….»se me encomendó esta tarea, y fue la peor que he tenido que hacer en mi vida (informó Wild en su diario). He conocido a muchos hombres a los que hubiese preferido matar antes que al peor de los perros»…
Con pocas reservas una bandada de pingüinos fue la salvación, comieron la carne de 300 de ellos, mientras que la piel y la grasa la usaron como combustible. En invierno lograron ver tierra al oeste, pero como la placa en donde se encontraban era demasiado frágil para atravesarla a pie y demasiado sólida para navegarla no pudieron acercarse, y debido al desplazamiento del hielo pronto dejarian de ver tierra firme.
En Abril el hielo se quebro, era el momento de botar los botes y comenzar a navegar. En el primer bote, el ballenero «James Caird» iban 11 tripulantes, en el segundo el.»Dudley Docker» 9 hombres y en la tercer embarcación la más pequeña «El Standcomb Wills» iban 8 personas.
Los hombres habian estado atrapados en el hielo pero su prueba más dura estaba por comenzar. La primer noche en el mar, acamparon en un témpano pequeño, la inestable masa de hielo se balanceaba y al anochecer el támpano se alzo sobre una ola y se abrió al medio justo debajo de la carpa de los marineros, tirándolos al agua Por fortuna fueron rescatados inmediatamente antes que el témpano vuelva a unirse.

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Ala mañana siguiente continuaron remando hacia el noroeste y a tomar las mediciones de
orientación, el resultado fue nefasto, una fuerte coriente los habla arrastrado en dirección
contraria. Al dia sigueinte se dieron cuenta que los botes estaban congelados por fuera y por dentro, estimaron que la temperatura habla descandido por debajo de los 20º bajo cero.
La vida de los hombres corría paligro, por las condiciones climáticas y por el hecho de no tener agua, la salida con prisa del campamento anterior no permitó carger hielo y lo único a su alcance era agua salada. Atormentados por la espuma que los mojaba contiuamente hinchándole el rostro y haciendole sangrar los labios, encontraban alivio aplicándose carne de foca helada.
Se echaron las anclas flotantes hechas con lonas y remos atados y comenzó la tercera noche en los botes. En el alba se observó la Isla Elefante a solo unos 50 km. Con las manos ampolladas y ensangrentadas remaron hacia ella. Sir Erenest había estado de pie día y noche resistó su incesante vigilia al aire libre pues habí a dommido desde el “Campamento Paciencia”.

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Une vez en tierra firme los homtres agotados daban traspiés a causa del congealamiento, muchos sufrían de desorientación transitoria, y otros temblaban como si sufrieran de parálisis, algunos estaban medios locos se revolcaban en
las piedras y uno agarró un hacha y no parohasta matar una docena de focas. Habían pasado 7 terribles días en botes abiertos en el Alántico Sur a comienzo del invierno Antártico y además de 170 días a la deriva ya hacian 497 días que ninguo pisaba tierra firme.
El 20 abril al ver que la situación se tornaba dificil Shackleton ordenó una expedición a la islaSan Pedro a 1500 km de distancia. Seis hombres formarían parte del grupo que iría en el «James Caird». Acondicionaron el barco, para la travesía, llevaban dos mástiles, 950 kilos de lastre para evitar que el barco zozobrase, cuatro remos y una bomba de agua. También cargaron sacos de aceite de grasa de ballena para derramarla en las aguas movidas e impedir que rompan las olas. Cargaron dos barriles de hielo fundido y las provisiones reservadas para la «Travesía del Continente»
A pesar de que Cabo de Hornos ara la tierra más cercana se dirigieron hacia la isla San Pedro porque los favorecia el viento. Durante las primeras noches y debido a las fuertes tormentas el agua se metía continuamente y debían dormir en turnos de 4 horas para cubrir guardias en sus sacos empapados y helados. Al caer el octavo día el barco estaba cubierto por una helada armadura de casi 40 cm de espesor convertido en un peso muerto que lo hundía. Se deshicieron de dos bolsas de dormir que se estaban pudriendo y se habían congelado durante la noche. Los hombres se encontraban con la ropas mojadas que no se habían quitado en 7 meses, les rozaba terriblemente la piel, los pies y las piernas se encontraban contínuamente pálidas e hinchadas Tenían las manos congeladas y negras de mugre. por la grasa, y las quemaduras provocadas por la cocina. Cada movimiento por mínimo que fuera, resultaba insoportable. Para evitar el frío bebian el aceite de la grasa, con el que pretendían calmar el agitado mar. Shackleton ordoeno cuatro comidas calientes que eran el único alivio. suministrándoselas cada 4 horas durante el día y leche caliente durante la noche.

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El 7 de mayo al mediodía observaron un riscoo negro a unos 16 km como lo habían calculado. No pudieron desembarcar debido al fuerte viento y al oleaje, pasaron la noche a 30 km de la costa y la lluvia al mediodía se convirtió en un huracán. La tormenta los amenazaba con chocar contra los arrecifes y lucharon horas para alejarse del peligro. Exhaustos casi al anochecer dirigieron el barco por una estrecha entrada en el arrecife.
En los 17 días de duras pruebas, los hombres habían mantenido una rutina, una estructura de mando, un horario de guardias. Habían prestado atención a su experiencia náutica en las peores condiciones a las que puede enfrentarse un marinero. Una vez en la isla arrastraron a duras penas el «James Caird» a tierra firme, esa noche durmieron en una cueva resguardada del viento, en la cual lograron encender un fuego con maderas traidas por el mar. Prepararon un estofado de crías de albatros. A causa del tiempo y la debilitada tripulación Shackleton anunció que irían a pie a una de las estaciones balleneras «Stromness» a unos 35 km por tierra.
A la mañana del 19 de mayo Ernest y dos de sus hombres emprendieron la marcha. Llevaban raciones para tres días, que metieron en calcetines, la geografia no les permitía avanzar con facilidad y llegar a cada cima era una ardua tarea. Al llegar a un pico observaron una cadena montañosa que les pareció familiar, calculaban que estaban a unos 19 km de la civilización. A la mañana del día siguiente escucharon las sirenas de los balleneros, y al mediodía estaban sólo a una montaña de la bahía Stromness. A la tarde llegaron a la base, con el pelo hasta los hombros los rostros barbudos y las caras negras por el aceite quemado y con sus ropas echas harapos. Shackleton pidió hablar con el administrador, al encuentro con éste se presento: -Soy Sir Ernest Shackleton, capitán del Endurance desaparecido hace 20 meses.
Luego un de los hombres fue en el buque «Samson» a rescatar los que habían quedado del otro lado de la isla. Mientras Shackleton preparaba el rescate para la Isla Elefante. Días más tarde salieron con un ballenero, pero se enfrentaron con la placa de hielo y no pudieron avanzar. Intentaron con un pequeño barco uruguayo pero fracasaron nuevamente. Shackleton Busco frenéticamente ayuda pero sólo la obtuvo el 25 de agosto cuando el gobierno chileno les dio un remolcador de vapor.

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Refugiados en los botes, los 22 hombres que aguardaban en la Isla Elefante comieron focas, pingüinos, algas y lapas. Había bastantes enfermos pero el más grave fue Blackborow que le tuvieron que amputar los dedos del pie izquierdo debido a la gangrena. Durante la mañana del 30 de Agosto estaban juntando lapas, de pronto observaron un barco, salieron corriendo. Enseguida encendieron una fogata para que los divisaran y emitieron gritos de alegria pero esto no importaba el buque se dirigia hacia ellos. Shackleton mirando con penosa intensidad a través de los binoculares contó las 22 figuras en la costa, con la expresión mas emocionada en el rostro, parecia que se le quitaban años de encima. En una hora estaban todos en el «Yelcho» la aventura habia terminado, se alejaron de la isla despidiendo la tierra que les habia dado sus bienes y había sido su salvación.
Shackleton tenía mucho que contar a sus hombres y al mundo en general pero la carta que le escribió a su esposa desde Punta Arenas sólo explicaba lo esencial: …»lo he conseguido no se ha perdido ni una vida y hemos pasado por el infierno»…
La expedición terminó el 8 de octubre de 1916 en Buenos Aires pero Shackleton tuvo otra tarea la de rescatar a la nave Aurora que iba a ser de apoyo en el mar de Ross, que también había sido victima del hielo.

Esta nota es un extracto del libro “Atrapados en el hielo” de Alexandre Caroline que fue hecho por un registro de los diarios íntimos de oficiales y científicos, pero no existen relatos de los marineros. Shackleton se aseguró que quienes llevaban un diario, no dejaran de escribir ni si quiera en los momentos más críticos y de que Hurley conservara las fotos, pues la expedición tenía como meta publicar la experiencia. El Fotógrafo de la expedición Hurley dedica un capítulo entero a los perros, en su libro «Argonauts of the south» Shackleton escribió un libro llamado «South» publicado en 1919, y la película que filmo Hurley se tituló «En las Garras de la Placa Polar» que se estreno en 1919.

La personalidad de Shackleton
Uno de los exploradores polares más famosos de la época, héroe nacional protagonista de dos expediciones polares
Contaba con 40 años. La grandeza de Shackleton como jefe del Endurance debe mucho a los sufrimientos casi demenciales de sus anteriores experiencias Antárticas. Poseía buen humor, era justo y por esto se obedecían sus ordenes. Prestaba atención a toda la tripulación, no hacia diferencia de rangos. Cuando la Situación lo exigía la personalidad impresionante de Shackleton podía enfrentarse a los individuos más dificiles. Miraba con aire desdeñoso que estremecía y podia ser muy cortante si lo deseaba. Era un romántico que soñaba con tesoros ocultos y viajes improbables, era un marino experto y hábil.
En momentos difíciles consolaba a todos y nunca se quedaba quieto. Shackleton sin hacer nada no es Shackleton, escribió un oficial en su diario. No era la clase de hombre que pudiera solamente hacer cosas grandes y espectaculares, cuando la ocasión lo precisaba se encargaba personalmente de los detalles más ínfimos. A veces se podía pensar que era quisquilloso y solo después se entendía la importancia de su incesante vigilancia. Detrás de cada palabra v cada gesto calculado, yacía la obsesiva y obstinada determinación de hacer lo mejor para sus hombres. Tenía la convicción de que los individuos más corrientes eran capaces de hazañas heroicas en circunstancias difíciles, la mística que adquirió como lider se debe en parte a que hacía aflorar en sus hombres una fuerza y una resistencia que nunca se imaginaron que poseían. Cabe recordar que ninguna de las expediciones de Shackleton terminaron con éxito pero fue gracias a esta que se lo recordaria por siempre.

Agua

Nadó 250 km Seguidos

julio 22, 2021 — by Andar Extremo

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El español Pablo Fernández ha superado un nuevo récord, que llevaba imbatido 15 años: la mayor distancia de la historia nadada en el Océano en solitario y sin parar

Pablo Fernández Récord Guinness

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El 20 de julio Pablo Fernández, ha logrado tras 26 hs y 38 minutos , nadando sin descanso, superar un récord: la mayor distancia de la historia nadada en el Océano en solitario y sin parar el croata Veljko Rogosic que nadó a través del Mar Adriático en agosto de 2006 desde Grado a Riccione (Italia) y que le llevó 50h10m recorriendo 225km.
Asimismo, durante el desarrollo de este reto ha logrado otros dos Récord Guinness: la distancia más larga nadada en 24h en aguas abiertas y los 100km más rápidos en aguas abiertas Hasta día de hoy, solo 10 personas en la historia habían nadado más de 100 kilómetros en solitario en aguas abiertas, pero nadie lo había hecho tan rápido como Pablo, que ha superado en varias horas el récord establecido hace 40 años.
La actual situación de pandemia ha hecho especialmente complicada la organización de este reto en Miami, desde el simple hecho de viajar desde España con escala en México para hacer la requerida cuarentena a la logística que ha sufrido diferentes varapalos y pérdida de materiales. Para empezar, el primer intento llevado a cabo la semana pasada, tuvo que suspenderse por las malas condiciones meteorológicas de fuertes vientos de más de 30km/h y oleaje que superaba el 1,5m y que implicaron el abandono del 80% de los miembros del equipo de apoyo por encontrarse mal, pese a que Pablo llevaba 40km recorridos en buenas condiciones.

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Por ello tuvo que buscar un nuevo barco y equipo de apoyo que soportaran mejor las duras condiciones que imponen las aguas de Florida. Finalmente, dio con ello y se sumaron al reto miembros de la marina de los EE. UU., exmilitares, bomberos y rescatistas, así como un nuevo capitán del barco que además hizo las veces de segundo observador y juez del reto junto a los miembros de la World Open Water Swimming Association (WOWSA) y el apoyo de la organización de los Récord Guinness.
Con la mejora en las condiciones meteorológicas, el lunes 19 de julio Pablo saltaba de nuevo a aguas de Florida a las 4.30 am lleno de ilusión para batir todas las marcas. El reto comenzó a 12 millas de Miami Beach en el Océano Atlántico, paralelo a la corriente de Florida, conocida por ser la mayor fuerza de los océanos, moviendo más agua que todos los ríos del mundo juntos.
Sin embargo, las condiciones del mar para este año han sido mucho más extremas y difíciles en comparación a las que se enfrentó en 2019. Los expertos que han participado en la organización habían advertido de una importante cantidad de medusas carabela portuguesas en la zona. Además de contar con la presencia de tiburones en las aguas de Florida, que en la temporada de verano son más activos alrededor de la costa, estas aguas destacan por sus altos niveles de salinidad y gran presencia de algas, así como oleaje y viento, haciendo que el reto a nado haya sido aún más complicado.

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Finalmente, Pablo lograba su objetivo en aguas abiertas cerca de Cabo Cañaveral tras 24h nadando sin descanso. Sin embargo, decidió no parar ahí, sino ir más allá de sus capacidades para establecer finalmente la marca oficial en 250km con 26h38min de brazadas a sus espaldas. Es por ello por lo que este reto ha sido, hasta la fecha, el más desafiante al que se ha enfrentado, siendo además una prueba física y mental no solo para él sino también para todo el equipo que lo ha acompañado.
«Aunque estoy exhausto y ha supuesto el mayor reto de mi vida, estoy inmensamente feliz y orgulloso. Ha sido mi mayor superación personal hasta la fecha, lo he querido dedicar al movimiento por una Cuba Libre. Quiero aprovechar la visibilidad internacional que está teniendo este récord para retirar 226 toneladas de plástico del océano y todos los fondos recaudados servirán a esta causa. En todos mis retos de natación es desmoralizador cruzarme con más basura que vida marina”, declara Pablo Fernández.

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Gracias a este hito, Pablo cuenta ya en su Palmarés con tres Récord Guinness conseguidos en los últimos dos años, el último tras superar la Covid-19, lo que le sitúa entre los nadadores de aguas abiertas más laureados de todos los tiempos.
Asimismo, el nadador ha convertido cada brazada en un gesto por el planeta, se compromete a contribuir a la recogida de una tonelada de plástico del mar por cada uno de los kilómetros recorridos: 250km. Para ello, se están captando fondos a través de la plataforma sostenible que él mismo ha fundado, Oceans.club, y a través de un clic cualquiera puede retirar plástico del Océanos y zonas costeras. Concretamente, ya son más de 55.000 € los que han sido donados para esta causa.

Pablo Fernández
Realizó sus estudios en la Universidad Complutense obteniendo el premio nacional de terminación de estudios universitarios al mejor expediente y cursó estudios de postgrado en la prestigiosa escuela de negocios de la Universidad de Harvard. Comenzó su carrera trabajando para Boston Consulting Group especializándose posteriormente en el sector financiero trabajando en Europa y EEUU. Como emprendedor vocacional, en enero de 2016 funda Clicars, la startup española de venta de coches online que con 170 millones de facturación se ha convertido en el líder indiscutible en venta de coches online en España, y uno de los más reputados business angels en España con más de 35 inversiones en startups tecnológicas. Fue reconocido por la escuela de negocios de la Universidad de Harvard como uno de sus ex alumnos de mayor impacto y recientemente fue elegido como uno de los 130 líderes del Equipo País, para ayudar al gobierno de España a salir de la crisis del covid-19. En el plano deportivo, Pablo es un experimentado nadador de aguas abiertas y ostenta varios premios y reconocimientos a sus espaldas. Recientemente ha sido elegido como uno de los 18 españoles que ha salido en el libro Récord Guinness 2020 por su récord de los 100km nadados más rápidos en aguas abiertas y por el que fue nominado por la asociación mundial de natación en aguas abiertas al “Performance of the Year Award. Lo destacable de todos los retos es su carácter benéfico.

Dos Récord Guinness: la distancia más larga nadada en 24 hs en aguas abiertas y los 100km más rápidos en aguas abiertas

AguaExploracion

POLARWIND, una Familia Navegando a las Aguas del Fin del Mundo

julio 16, 2020 — by Andar Extremo

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Osvaldo Escobar Torres y Jutta Walter, junto con Theo sus hijo de tres años partieron hace un año desde Europa, cruzaron el Atlántico y se dirigen al Cabo de Hornos, lugar donde filmarán un documental con escaladores en el Monte Sarmiento en Chile. Una historia llena de sueños, anécdotas de vida, barcos, documentales y libros. Nota editada en la revista Andar Extremo n° 16 en 2011

por Marcos Ferrer fotos Osvaldo Escobar Torres

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¡¡¡Quieren un poco de fideos, son de ayer pero están buenísimos!!!, Osvaldo asiente con la cabeza. Sin querer decir que si, pero con hambre le contesto. -¡Les alcanza, mirá que sino yo como después!!!, Juta me responde: ¡¡¡No, no hay problema, alcanza para todos, corran las cosas que les llevo!!!.
La cámara de foto, la computadora y todo lo que había en la mesa era apartado, una charla cotidiana se entrelazo y la calidez del lugar y del momento reflejo a esta familia, la tripulación del Polarwind, tan simples y tan agradecidos, con una forma de vida que buscaron desde siempre.
Estábamos dentro del Polarwind, dentro de su casa móvil, de 17 m por no más de 4,5 metros de ancho, el comedor hacia 5 minutos había sido el lugar donde Osvaldo con tantas ganas nos contó la historia de su vida y de su familia.

Fiordo Pia Tierra del Fuego
Fiordo Pia Tierra del Fuego

Osvaldo nació en chile, mas precisamente en Santiago, pero se crió en la Patagonia, y Jutta Walter es de alemana de la ciudad de Münster, cerca de la Frontera con Holanda, ciudad famosa por la gran cantidad de bicicletas entre sus habitantes y también por sus quesos. Jutta trabajó tomando exámenes del idioma en el Colegio Alemán de Punta Arenas en Chile desde el 2001 al 2006. En Tierra del fuego conoció a Osvaldo por intermedio de un amigo alemán llamado Wolf con quien Osvaldo navegaba en el sur de Chile.
Desde los 9 años a Osvaldo le gustaba el mar y a los catorce vio una publicidad del Buque Esmeralda parecido a la Fragata Libertad, la propaganda terminaba diciendo “Ven… La Marina te espera”. El quedo alucinado con las imágenes de los marineros subiendo a los mástiles y viendo fotos del barco en todo el mundo. Con 15 años dijo: ¡¡Esto es lo mío yo quiero ser capitán de un barco!!!
Sin que estén muy contentos en su casa, unos meses después entró en la marina donde estuvo hasta los 23 años. Generalmente trabajando comunicaciones en diversos buques y posteriormente varios años en la región del Canal Beagle y Cabo de Hornos. De hecho Osvaldo fue uno de los últimos “fareros” en la isla Cabo de Hornos. Trabajo que le demandaba cambiarse cada dos meses a diferentes islas del sur. Lo dejaban en un helicóptero con calentadores, provisiones, diesel, y demás petates. Solo con 19 años tenía que resolver todo. En su misión como farero recorrió 8 o 9 faros, dos meses de farero y dos meses en Puerto Williams, época en que sus sueños por viajar crecían y es así que decide a los 23 años irse de la marina en el año 2000.

Piriapolis, Uruguay
Piriapolis, Uruguay

Por un año recorrió Sudamérica y estando en Brasil recibe la invitación de su amigo Wolf, donde en el velero “Santa María” le propone ir hasta la Antártida. No dudo en dejar su viaje de mochilero y se embarco como segundo capitán para filmar publicidades para Gore tex. Fue tan grato su viaje en el velero, que se quedo trabajando en embarcaciones con turismo en la zona de Punta Arenas a Cabo de Hornos.
Estuvo 3 años estudiando turismo gracias a un convenio con la Universidad que le permitió trabajar durante los veranos en el barco, luego en 2003 viaja a Inglaterra a realizar su “Skipper Yachtmaster off Shore”, que significa un master profesional de navegación y cuando vuelve a Chile filma un documental del Cabo de Hornos y la navegación con el velero Santa María para la cadena ZDF y Arte Kanal en Alemania.

En Camino a Porto Bello
En Camino a Porto Bello

La película mostraba como navegar en los tiempos actuales en el Cabo de Hornos, la ruta, la geografía de la región, la cultura local, el velero, como se vive en un barco, que se come, como se reparan los motores, todo lo que respecta la vida a bordo de dos tripulantes en esas zonas australes. El documental en alemán llevaba el nombre de “Seglerträume – Durch Feuerland zum Kap Hoorn” tuvo tanta trascendencia y éxito el proyecto de filmación que al finalizar la expedición en una celebración de la película en el poblado en Puerto Williams, Osvaldo conoció a Jutta y desde allí permanecieron juntos.
Luego de casarse en la isla de Pascua se fueron a vivir a Alemania, lugar en donde Osvaldo comienza a llevar barcos desde Mallorca a los países bajos. Navegaba también en diversas expediciones en las islas Spitzbergen al norte de Noruega. Luego forma la empresa Polarwind Segelreisen & Expeditions, en Alemania y se especializa en expediciones en velero en el Polo Norte, en el Mediterráneo y en Cabo de Hornos desde Punta Arenas. Pero faltaba lo mas importante que era tener su propio barco con Jutta, los dos se complementaban bien viajando ya que ella también era timonel. efectuó sus cursos y licencias de navegación en Alemania y la práctica de vela en Dinamarca.

Llegando a Río de Janeiro
Llegando a Río de Janeiro

En 2008 nace Theo y comenzaron a investigar cada historia de navegantes con niños en velero. Necesitaban un barco con casco de acero, fuerte, cómodo, de expedición, amplio y sobre todo seguro. Estuvieron dos años buscándolo por todo el mundo y finalmente lo encuentran en Grecia donde luego de 2 viajes fueron en febrero de 2010 a buscarlo.
Este tipo de barco Reinke (de contrucción Alemana) se hace famoso en la década del 70, en donde una pareja de alemanes, en el velero “Fraidys”, se convierten en los primeros alemanes en ir a la Antártida en velero. Ese barco tenía unos 12 metros, luego de esa primera experiencia los constructores modifican los planos y lo van mejorando, sacando varios modelos hasta llegar al actual modelo del “Polarwind”. Un velero totalmente expedicionario, calado de 1,80 metros, que le permite entrar en cualquier bahía a pesar de las 22 toneladas, tiene 1500 litros de combustible, 1500 litros de agua, tiene dos motores Volvo, siempre uno va a andar. Tiene 150 m2 de vela, una maniobra de cubierta relativamente despejada, buena comunicación, un barco espectacular para las pretensiones de esta familia viajera.

En Buenos Aires
En Buenos Aires

Cuando lo consiguieron en Europa fue increíble, ya que en aguas mediterráneas es difícil ver un barco así, generalmente se encuentran en aguas frías.
Una vez adquirido el velero trabajaron varias semanas en Grecia, para hacer las últimas modificaciones y prepararlo para este largo viaje en familia. Fueron de Grecia a Calabria, luego a Sicilia, Malta, Panteleria, Túnez, Cerdeña, Mallorca, Almería y cruzaron finalmente a Marruecos. Se metieron en Gibraltar por un fuertísimo temporal que venía desde las Azores. Además ya se acercaba la fecha en que deberíamos ir bajando al sur. Luego hicimos el primer tramo largo a la isla de Madera en Portugal, unos 1150 kilómetros de navegación en 6 días. Desde Canarias fueron a Cabo Verde donde hicieron unos 1400 kilómetros. Allí reaprovisionaron alimentos, se tiraron al agua para reconocer el fondo del barco, repararon velas y el 1 de diciembre de 2010 zarparon finalmente rumbo a Recife, Brasil. Cruzaron el Atlántico en 14 días a vela, unos 2300 km y festejaron en esa ciudad la navidad.

Antártida
Antártida

A fines de Marzo de este año luego de recorrer toda la costa brasilera llegaron a Buenos Aires, lugar optimo para esperar la primavera antes de dirigirse a Punta Arenas y luego a Cabo de Hornos, mientras Theo aprende en un jardín infantil de San Fernando bien español, ya que entre ellos en el velero hablan en alemán.
En octubre vuelven a navegar y en este tiempo aprovechan para escribir para una decena de revistas del mundo entero, entre ellas revista “Navegar” en España, escriben de 6 a 7 artículos por año en cada una, “Bolina” en Italia, “Ocean 7” en Austria, “Yacht” en Alemania “Viajes y Aventura” en Colombia, “Mundo Náutico” de Venezuela y revista “Veleros” en Chile, entre otras.
Este viaje a parte de cumplir un sueño familiar y la gran historia de cruzar el Atlántico tiene como fin la filmación de un documental de escaladores alemanes en el Monte Sarmiento, pero el sueño principal era volver con su barco a la zona de Cabo de Hornos, lugar donde se conocieron.

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Hace ya 15 largos años que Osvaldo estudia la historia náutica de Cabo de Hornos y da charlas sobre la navegación en club náuticos, de Alemania, Austria y España. Por ejemplo en Austria dio una charla en una empresa constructora, llamada Heffel, hacen casas en condiciones extremas en los Alpes. Luego de su charla de 40 minutos de lo que significa navegar en Cabo de Hornos dieron una charla de las construcciones de casas en zonas extremas. En septiembre saldrá su primer libro en Alemania llamado “Am Leuchtturm Von Kap Hoorn” (ver recuadro)
El tema de la filmación viene desde el 2005 donde ya habían filmado un documental en 40 días para la televisión alemana, en donde solo llegaron a 500 metros de altura por las malas condiciones. Dos años atrás hicieron cumbre en una expedición en donde también hicieron un cortometraje que fue seguido por Geo y Nathional Geografic y una serie de medios de expediciones.

Polo Norte
Polo Norte

Este nuevo documental lo van a realizar en 50 días en marzo de 2012, la temática principal es escalar el Monte Sarmiento, mostrar la historia del coloso, la historia de los aborígenes de la región, con un trasfondo cultural, pero la historia principal es la escalada y lo que significa llegar desde Punta Arenas, con toda la logística para llegar a la bahía de Escandallo y lo que significa estar esos 50 días y lograr por supuesto la ascensión.
Es un proyecto netamente alemán, en donde van a ir 7 personas: 3 escaladores, dos navegantes, y dos o tres personas de la tele (director, camarógrafo y sonido).
Una historia aparte y realmente audaz es navegar con un niño tan pequeño, cuando estaban en Alemania coordinando todo, aprendieron a que tenían que llevar de comida, el tema de los pañales a bordo y por suerte dos amigos doctores en Alemania antes de zarpar le dieron dos bolsones de medicamentos y poseen también a bordo un teléfono satelital para llamar en cualquier momento que sea necesario. Theo comenzó a navegar cuando tenía un año y medio, ya tiene tres años. Aprendieron mucho de familias francesas que viajan con niños. A diferencia de cualquier niño de ciudad se crían absolutamente diferente, con un concepto de amor a la naturaleza, a la vida del mar, a los animales, son más abiertos con el mundo, con los diferentes acentos, se acostumbran a las diferentes etnias humanas. A Theo en Italia, siempre cuando llegaban a un puerto le compraban un helado o una pizza, cada vez que toca cualquier puerto en el mundo Theo grita ¡¡¡pizza o gellatto!!!

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Luego de la Patagonia irán hacia Panamá o tal vez a la Polinesia, tienen 3 años más hasta que el pequeño empiece la primaria
La vida y sus vueltas nos depositaron nuevamente en el comedor del Polarwind, luego de la comida nos preparamos para marchar, teníamos que salir con Osvaldo para capital, Jutta mientras tanto limpiaba unos enganches de popa.
Despacio nos alejamos con Osvaldo con esa sensación indescriptible de paz que emanan las personas que hacen lo que les gusta en el mundo. Ah.. me olvidaba. ¡¡¡Jutta los fideos estaban buenísimos!!!

El Libro “Am Leuchtturm Von Kap Hoorn.”
Durante este mes de septiembre Osvaldo edita su primer libro, es específico de navegación sobre Cabo de Hornos. Contiene 144 paginas y mide unos 25 cm por 35 cm tiene muchas imágenes pero también mucha información de texto. Es netamente de una expedición de Punta Arenas a Cabo de Hornos que se realizó en 2009, navegaron en el Estrecho de Magallanes, hicieron Tierra del Fuego en vehiculo, llegaron a Ushuaia. Luego cruzaron a Puerto Williams, para navegar en Cabo de Hornos y la Cordillera Darwin, luego de varias semanas regresaron a Puerto Williams. El libro va a participar en la feria del libro de este año en Frankfurt – Alemania.

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Datos técnicos del Yate Polarwind
Eslora: 17 m
Manga: 4,50 metros
Calado: 1,80 metros
Motores: 2 Motores Volvo Penta de 55 hp cada uno.
Mastil: Aluminio de 21 metros
Peso: 22000 Kg
Velas: 150 m2

Comunicación y seguridad:
Equipo VHF
2 equipos VHF portatiles
Radar Furuno
GPS Furuno
GPS Magellan
GPS Garmin
Plotter Raymarine (cartas de navegación digitalizadas)
Navtex (informe meteorológico automatico)
Meteorologia automática vía internet
Telefono Satelital Iridium
Baliza automática Satelital EPIRB
Balsa Salvavidas Plastimo 8 personas
Visores nocturnos
Bote de expedición de 3,50 metros

Más que agradecer a cada uno de nuestros fieles sponsors en el extranjero queremos agradecer, especialmente a todos nuestros amigos en Buenos Aires, quienes nos han apoyado incondicionalmente desde nuestro arribo tanto a nosotros como en cada uno de los trabajos con nuestro Polarwind. Con un sincero agradecimiento a: Club de vela Barlovento: Sr. Contramaestre, Vicente, Marcelo y Ramón (marineros del club), Técnica Náutica: Sr. Daniel Gonzales www.tecnicanautica.com.ar, Naval Motors – Argentina: Sr. Horacio Huergo, Pinturas International: José, Susanna y Guillermo, SDK Kayaks: Ricardo Kruszewski y Federico www.sdk-kayaks.com, Instalación de motores: Sr. Claudio Hoyo, Colaborador : Sr. Mario Salas, tripulante del velero Fortuna II

www.polarwind-expeditions.com

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MDQ para Todo El Mundo, Entrevista a Eugenio y Culini 2005

mayo 6, 2020 — by Andar Extremo

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En el año 1989 comenzaron con un programa de cable en Mar del Plata, para difundir los deportes que les gustaban, sin siquiera imaginarse hasta donde podían llegar. En 2005 con la revista Andares antecesora de Andar Extremo le hicimos una nota, donde entre risas y anécdotas nos contaban su historia.

1

¿Qué actividades hacían antes de hacer TV, es decir, cuál era su sustento y cuáles sus actividades de esparcimiento?

Eugenio: Arrancá Culini!
Culini:
En realidad ninguno de los dos tuvo mucho (risas)
Eugenio: Las actividades eran las mismas que ahora, con la diferencia que ahora las televisamos. Era viajar, tratar de conocer el mundo, tratar de vivir experiencias como todo surfista. Te viene del alma, cosas que te hacen sentir que estás vivo, es lo mismo que hacemos ahora pero con una camarita en la mano.
Culini:
En realidad nos juntamos a hacer el programa que me propuso Eugenio. Él arrancó unos años antes. El espíritu del primer programa y el del día de hoy es el mismo, básicamente la espina dorsal del programa es la misma.
Cuando Eugenio me lo propuso era porque los dos viajábamos, teníamos la pasión por viajar y buscar. No disponíamos de plata como para hacer viajes de vacaciones, sino que era la aventura de conocer. Eso a nivel gustos. Cuando Eugenio me propone hacer MDQ, empezamos a hacer lo mismo que hacíamos pero filmando, básicamente la misma historia. A nivel trabajo, antes de hacer las filmaciones, tratábamos de traer cosas del exterior, si las tablas estaban baratas traíamos tablas y las vendíamos, así podíamos seguir viajando.
Eugenio: En realidad, en un momento el sustento eran nuestros padres y desde que pudimos empezar a hacer eso que dice Culini, llegar a un lugar de viaje donde las cosas eran baratas para venderlas acá y poder volver a viajar. Era viajar como mochilero tal como viaja un surfista, sin nada más que una tabla, poco peso, poca plata y tratar de ganar con el viaje al regreso. Imaginate que Bali o cualquier otro lugar, en esa época, era una cosa regalada para el cambio y comprar por ejemplo máscaras de madera que salían $1 o $2 y acá las vendíamos a $200. Pagabas el pasaje y podías llegar a sacar una diferencia, era como un trabajo más que placentero.
Culini:
Eso en los viajes. Acá trabajábamos en changas, yo trabajé en la barra de un boliche un tiempo.
Eugenio: Sí, hasta que se lo llevaron mamado! (risas)
Culini:
Laburé un tiempo nomás, y luego trataba de hacer changas. Si cerraba una farmacia y le sobraban cepillos de dientes -un ejemplo que pasó- salía a vender los cepillos de dientes. Así tenía disponibilidad de tiempo y podía seguir haciendo lo que más me gusta que es el surf.

¿Cómo fue desarrollándose el programa?
Eugenio: Cuando empezamos en el cable poníamos ganas, garra y plata para hacer el programa y además teníamos que vivir! Me acuerdo cuando me pude comprar la primer cámara -en cuotas- tenía que ir a filmar cumpleaños de 15 para poder pagar el espacio que el cable te vende, si no pagábamos te levantaban el programa. Entonces teníamos que salir a filmar fiestas de 15. Me acuerdo que teníamos un farolito con un pedalín de moto, ese era el reflector. Lo asocié a Culini para filmar las fiestas y de golpe… vi en el medio del vals todo sombra y a Culini con el farolito en la mano conversando con una mina.
Culini:
Le arruiné la fiesta! (risas)
Eugenio: La idea de hacer un programa en TV, fue básicamente tratar de vivir de lo que nos gustaba, de disfrutar del deporte que practicaba y que más disfruto. Antes de hacer el programa fabricaba parafina, accesorios para tablas, manos anfibias, manos de ranas, pitas -correas de las tablas-, trataba de rebuscármela pero siempre ligado al deporte que amaba y que amo.

2

¿Se imaginaron alguna vez que iban a estar en televisión abierta con tanta audiencia? ¿Era ese el objetivo o se fueron dando las cosas…?
Eugenio: Mirá, al principio, en realidad, no pensábamos que podía llegar a trascender más allá de los límites de un cable local de Mar del Plata. Eran 400 abonados y 200 enganchados, entre los que también nos encontrábamos nosotros, o sea que éramos 601.
La idea era ponerle MDQ Surf, que era el nombre original y no Mar del Plata Surf, porque MDQ es la sigla aeronáutica, la sigla I.A.T.A con la que se conoce Mar del Plata en el exterior. Bueno, obviamente que nadie sabía que MDQ era Mar del Plata. Después fue conocida por el programa y de tanto machacar que MDQ es la sigla de Mar del Plata, poco a poco se fue dando a conocer. Al principio decías MDQ Surf y nadie decía que era de Mar del Plata y esa fue en parte la idea, no ponerle el nombre de la ciudad porque si algún día llegábamos a romper la barrera del cable y podíamos llegar a Necohcea, a Miramar o a cualquier otra ciudad vecina evitaríamos que la gente diga: ¡Ah, es un programa localista, que lo único que hace es hablar de Mar del Plata! Pero nunca, nunca soñamos llegar a tanto, no soñamos con salir en un canal de aire local, mucho menos salir por la cadena de cable a nivel nacional y ni hablar cuando entramos en Canal 9 -en esos momentos Azul Televisión-, no lo podíamos creer, y mucho menos en el 2001 cuando entramos en canal 13 y todavía no lo podemos creer. Seguimos viviendo un gran sueño… hasta el día que se aviven, tal vez nos despierten y nos digan: ¡Hey! ¿Hey! ¿Televisión? ¿Qué 13? Vayan a laburar, que se tienen que despertar (risas)
Culini:
Sobre todo, también, el hecho de poder hacerlo en familia. Somos 4 hermanos que estamos viviendo en Mar del Plata, los 4 estamos trabajando a fondo. Está mi hermana que hace los guiones, “chicho” edita y musicaliza en general el programa, nosotros editamos los viajes y mi vieja -por supuesto- que está ahí dirigiendo la batuta. Es un placer. Es una especie de milagro, si lo planeás y decís: por favor que salgan las cosas así, creo que no llegás a pedir tanto. Si te ponés a pensar, realmente es algo totalmente atípico, que no existe, trabajar en familia, entre todos, haciendo un programa que realmente nos gusta… no es lo que nos toca de turno.
Eugenio: Sobre todo la posibilidad de trabajar con nuestra madre en un país donde a los 40 años te consideran viejo no? Te ven como una persona descartable, que no tenés nada para ofrecer. Creo que esto la hace sentir más que viva, a los 73 años poder estar de co-conductora, de conductora o de líder de la batuta en un programa que mira gente joven y de diferentes edades, no sólo la hace sentir viva, se siente súper llena, se siente joven, sino que también le demuestra a la gente que a partir de los 73 años o de los 80, si tenés ganas podés hacer algo. Claro que tenés que tener suerte, pero demuestra que una persona de 70 años no es vieja no es descartable. La esperanza está para todos, no es ni fue millonaria, ni es la hija de Susana Giménez ni de Mirtha Legrand, no es ninguna famosa que digas: ¡bueno tuvo el camino más fácil!

¿Actualmente, en sus vidas fuera de la TV, practican surf? ¿Con qué frecuencia?
Culini: Yo sí y Eugenio también, los dos. Ahora trabajamos bastante…
Eugenio: Estamos ahora en plena edición de los viajes, es muy lindo hacer el programa, es lindo viajar y conocer el mundo. Pero de golpe tiene su tiempo de post-producción y estando al aire, esos tiempos te privan de poder hacer cosas que hacías, no todo es color de rosas… la gente te dice: ¡Yo los envidio, lo único que hacen es viajar! Y no, también nos sentamos a editar. Como MDQ es artesanal, aunque da la imagen que no, es muy artesanal y lleva tiempo. Cuando viajamos somos nuestros propios camarógrafos, no llevamos guionistas ni nada, los viajes los hacemos a capela y con una camarita de mano y después cuando volvemos lo editamos nosotros, porque nadie mejor que el que viajó para poder recopilar y sacar extractos de cada una de las partes del viaje.
Culini:
Y seguimos surfeando también…
Eugenio: En los viajes surfeamos también… cuando vamos a lugares de olas. Por ejemplo ahora estuvimos en Panamá, en Boca de Toro y ahí aprovechamos para meternos y disfrutar del mar y siempre que queda un hueco, por supuesto, es bueno mojar las escamas.

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¿Surfean a nivel deportivo, o sólo por gusto?
Eugenio: No competimos ahora, lo hacemos por placer. Culini en su momento compitió y ganó varios campeonatos, yo en su viejo momento también competí… En el ‘91 salí campeón argentino con 30 años, justo había venido de un viaje de Hawai y estaba en un buen estado para lo que era el nivel nacional en ese momento. Obviamente que ya no podría competir porque de 4 personas, saldría último y barrenando. Aquel era un momento en que se necesitaba gente que se inscriba en las competencias, nunca me interesó la competencia, sino que me gustó el deporte por el deporte y el practicar surf, no con un tiempo y horario para meterte al agua a una serie de 20’ o una de 15’, y cuando estás en lo mejor de la serie tenés que salir porque tiene que entrar el próximo grupo. En ese momento competía porque se necesitaba gente para difundir un poco los torneos y bueno… siempre estuve dispuesto a colaborar con el crecimiento del surf argentino.
Y Culini a pesar de que compitió durante un tiempo y ganó varios campeonatos es un excelente surfista, decilo vos dale…
Culini: ¡No, no, para! (risas)
Eugenio:
Es un excelente surfista de buenas olas, yo lo he visto correr -más allá que sea mi hermano- olas muy grandes en Puerto Escondido o en Indonesia. Y más allá de los campeonatos, que a veces no denotan un nivel de competencia sino una suerte de momento, de haber recibido la mejor ola que te puede jugar a favor o en contra el nerviosismo que puedas o puedan tener tus competidores…. Surfear libremente, el Free Surf, Culini realmente es uno de los tipos que admiro como surfea, porque…
Culini: Parece mi hermano… (risas)
Eugenio:
No, de verdad, yo como lo critico a veces, le digo la verdad también.
Culini: Sí, surfear es una pasión de siempre.

Cambiando de tema… la televisión es un medio masivo que les habrá permitido conocer un montón de personas. ¿Qué anécdotas recuerdan?
Eugenio: Por ejemplo cuando hacíamos cable en Mar del Plata, lo contactamos a Jaime Torres, nos hicimos amigos, vino a casa, y después yo fui a ver la Pacha Mama a Jujuy. Son esas cosas que colaboran a sentirte afortunado por hacer este laburo, conocés gente valiosa. Así como en el medio hay gente que realmente mejor tirarla que encontrarla, gente que se cree Dios porque trascendió la barrera de aparecer en la caja boba, hay gente muy valiosa y no mediática como Jaime Torres, que es un ejemplo, es alguien que siempre quise conocer.

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¿Cuándo salen de vacaciones suelen ir a lugares convencionales o siempre tienen ese espíritu que los conduce a lugares alternativos y poco conocidos?
Culini: Cuando tenemos algo de vacaciones, por lo general, yo me quedo en Mar del Plata, como viajamos bastante con el programa, me quedo acá para también surfear y curtir un poco la ciudad, los amigos y la familia. Y sino viajes de surf, de olas…
Eugenio: Yo tengo hijos, Culini es soltero no tiene hijos, viene zafando. Yo me casé joven, a los 38 (risas), tuve una nena que hace poquito mostré en un programa, ya tengo dos…
Culini:
Parece que va a ser generacional MDQ! No? Ojalá!…
Eugenio: Y con mis hijos… bueno, no he tenido la suerte de tener el privilegio o el tiempo y el dinero para tomarme vacaciones adonde me gustaría ir con ellos, pero no serían los mismos destinos que hago con Culini porque sinceramente son lugares que no convienen. Meterte en una tribu de los Masais o Los Hadzsave o ir al Tinku, en Bolivia, son lugares muy peligrosos de verdad. Más allá que nosotros viajamos y conocemos, nos damos cuenta del verdadero peligro que existen en estos lugares porque entrás pero no sabés si salís. Más allá de que algún deporte no sé, como el paracaidismo o el vuelo acrobático, es más la apariencia de riesgo que las probabilidades de riesgo real, sabés que no te va a pasar nada. Pero lo otro es jodido, hay malaria y te pueden clavar un flechazo o una lanza envenenada si te consideran amenaza. O Algún animal suelto, hay leones. Les digo la verdad, nos metimos en lugares jodidos, sufriría si me metería con mi familia, no estría tranquilo sabiendo el riesgo que están corriendo.
Bueno, generalmente voy con Culini y viene zafando, no sé cómo hacer para que se lo coman los Gíbaros!
Culini:
¡Yerba mala nunca muere! (risas)

¿Los viajes los idean ustedes para el programa?
Eugenio: Lo vamos plasmando nosotros a medida de lo que tengamos ganas o la necesidad interna de querer conocer, después viene todo un proceso de tratar de conseguir el canje para que se haga realidad el sueño y por suerte esto de estar en TV abierta nos facilita un poco. Pero bueno, que haya interés de cualquier agencia o de una empresa aérea, y dicen: huy! a mi me interesaría que me pongan la placa al final… y seguimos con el famoso canje, tirando para poder llegar. Nos dan los pasajes y de ahí movilizate cómo puedas… bien se sabe somos surfistas, seguimos siendo surfistas de espíritu también y cada vez que viajamos, viajamos con nada más que lo necesario. Llevamos cassettes, baterías, cargador de baterías, la tabla -si hay olas- y una pequeña mochila con ropa.
Culini: En realidad me copia todo lo que vengo diciendo yo! Le paso la letra y el habla! (risas)
Nada, ambicionamos poco, eso está también en cada persona. Hay gente que por ahí dice: bueno mi meta es ir a un lugar donde haya un súper hotel, con una habitación inmejorable, con playas para no hacer nada… la elección está en cada uno, a mí, personalmente con poco de lo que es material me conformo, con muy poco, lo que busco es más que nada hacer una actividad en el lugar donde me encuentre, como surf o snowboard, que también me gusta mucho, pero principalmente surf. Y de ahí una cabaña o un igloo lo que sea. Soy bastante feliz con eso.
Eugenio:
Por suerte y gracias Dios los lugares más copados del mundo no tienen precio elevado. De golpe parar en una choza frente al mar en Indonesia puede salir un dólar y te da la posibilidad de estar frente a la mejor ola de Indonesia con un plato de comida asegurado que es parte del pago, que es parte de lo que estás haciendo, y un colchón, y un mosquitero para que no te piquen los mosquitos. Y si iría a dormir a algún lugar que vale U$s 100, no duermo en toda la noche y me la paso chupando la baldosa para amortizar el precio que pagué, porque sería demasiada plata para dormir nada más.

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¿Qué viaje les gustó más y por qué?
Culini: Como exótico me llamó la atención -de asombrarme más que nada-, en realidad no sé si tanto la geografía del lugar como lo que encontramos ahí. Hace poco fuimos a ver la pelea de Bolivia, el Tinku, no es lugar para ir a descansar, obviamente, pero como llamativo o sorprendente lo mejor fue esto. Después las tribus de África me impactaron mucho, Indonesia me pareció un paraíso increíble, de conjuntos, de cosas que me gustan, olas, playas, calor, buena onda, la gente es increíble por religión. Todo depende a qué vayas, pero todos estos lugares me llamaron la atención.
Eugenio:
A mí particularmente, me abrió la cabeza la India…
Culini: Le tiró un piedrazo una india… (risas)
Eugenio:
…y me hizo ver cosas que pensaba que no podían existir. Básicamente todos los viajes tienen algo particular que te hacen crecer a nivel espiritual. Si vas a la India o a un lugar donde hay budismo o religiones diferentes como en África -como dice Culini- formas de vida totalmente diferentes a las nuestras nos hacen ver que podés pensar de una manera diferente a los demás, no? Por ejemplo, en el Ganges la gente tiene una filosofía de vida totalmente diferente a la nuestra, en África uno puede decir que la gente es primitiva pero en realidad el primitivo es uno que no sabe adaptarse a la situación del verdadero mundo, del mundo que nos rodea. Eso te abre la cabeza para decir quién es el que tiene la verdad y de qué? Cuál es la filosofía a seguir? Pero bueno, no hay quién tenga la razón sino cada uno se forma su propia razón acomodada para poder insertarse en una sociedad y que te sea más fácil.
Culini:
A mí, geográficamente, sabés que me impactó? Las cataratas del Iguazú, que no las conocía y las conocí hace poco. Es impresionante, es imponente toda el agua ¡jfu! ¡jfu! ¡jfu! cayendo, y encima están acá, en Argentina, es un orgullo tenerlas.
Eugenio:
Argentina es alucinante, la gente acá también es alucinante. Los lugares en el mundo que tienen la suerte de tener un lugar como las cataratas están invadidos por millones de turistas y acá es como que recién empieza. Por suerte empieza, y que se conozca todo lo bueno de Argentina y no sólo las cosas malas que pasan y pasaron.

¿Cómo acompaña la familia la actividad que desarrollan?
Culini: La relación es súper, es tal como se ve, imaginate que estamos todo el día trabajando con el programa, todos juntos, y si no te llevás bien o no tenés un amor especial por la familia se te hace muy difícil, y para nosotros es un placer. Estamos en un mismo bote remando con ganas y disfrutando del viaje, no es que decimos: “tenemos que llegar a tal meta…”, sólo vamos, no sabemos para dónde, pero es un viaje que venimos disfrutamos porque nos llevamos más que bien. Y bueno, después está Eugenio con su esposa y sus hijos. En cuanto a mi vieja, lo de hacer deportes extremos o viajes peligrosos, no quiere saber nada, en realidad no le interesa, si le contamos escucha pero nosotros tampoco le queremos contar o bien lo ve directamente al aire. Y si le preguntan dice: “Yo me encomiendo a Dios, ellos hacen lo que le gusta. Para mí es un placer”. Si te ponés a pensar es así, si te pasa algo es porque te tenía que pasar, porque te puede pasar bajando de un colectivo, subiendo una escalera, etc… cualquier cosa. Es así, de un segundo para el otro puede cambiar todo, pero mientras lo vas haciendo lo disfrutás y es lo que realmente querés hacer y podés considerarte un privilegiado.
Eugenio: Adhiero a lo que dijo Culini, que comparto totalmente, lo que ocurre con mi nueva familia, la familia que elegí, a partir de la familia que estoy orgulloso de tener.
Culini:
…a partir de la que le tocó, que no sabe como sacársela de encima, es como dice el dicho: “Los amigos los elegís y la familia te toca (risas)
Eugenio: Con mi familia, además de mi familia de apellido, comparto un montón de cosas, les gusta verme bien, verme feliz, ver que puedo vivir experiencias que después las comparto con ellos, si bien no les cuento absolutamente nada cuando voy a asumir un riesgo. Llamo por teléfono y les digo: “¿Cómo andan? Los amo”, ¿Dónde estás?- me preguntan- ¿Qué estás por hacer? Y esa es la despedida…
Culini:
Con el cocodrilo al lado… (risas)
Eugenio:bueno, bueno nos vemos si Dios quiere en el cielo! (más risas)
Culini:
…con cuchillo y tenedor el cocodrilo (muchas más risas)

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¿Cuál es su pensamiento acerca de la naturaleza y de su destino?
Eugenio: Que es de respetar, de amar, de temer, de cuidarse y por sobre todas las cosas de preservar, para que no se nos venga encima y nos castigue.
Culini:
¡No me dejó ni una opción! (risas)
Eugenio: Es lo más grande que hay, es la cuna de todo.
Culini:
Yo, a lo que más miedo le tengo porque no se puede conocer su magnitud, es a los desastres naturales. Le tengo un respeto terrible a la naturaleza.
Eugenio: Sobre todas las cosas creo que hay que cuidarla porque la naturaleza tiende a tener un mal destino. Yo creo que todos los daños que le estamos haciendo a nuestra gran casa, el planeta Tierra, de alguna manera o de otra lo estamos viendo ya, por todos los acontecimientos, por el calentamiento global, los deshielos… fíjense todo lo que está pasando, las tormentas, el Tsunami… hay gente que muere y todo eso no es porque sí. No es que la naturaleza dijo un día: “Huy que lindo vamos a hacer huracanes, tormentas, etc…” se está pagando el precio por lo que se está destruyendo.
Culini:
“La naturaleza es sabia y el hombre no tanto”, mira que frase me eché! (risas), la patentamos? Igual no creo que la adopte nadie…

¿Qué proyectos y metas tienen en mente?
Eugenio: Mirá, proyectos concretos no tenemos, tenemos muchos ofrecimientos para hacer un montón de cosas. Cuando estás al aire, cuando estás expuesto siempre es bueno. Una idea era hacer una miniserie o hacer algo además de MDQ que es lo que amamos realmente, que nos gusta y cuidamos como nadie. Teníamos una idea de hacer una película onda MDQ, en formato cine, algo totalmente distinto a lo que se ve en este momento, utilizando, no la ficción como meta sino las realidades posibles en los viajes en vez de ir a la tribu de los Hadzsave, ponerla como parte de los guiones, como una historia que podría llegar a ser desarrollada en determinado lugar como para poder meter lugares insólitos del mundo. Acciones distintas en distintos lugares del mundo y poder hacer una especie de película, todavía no tenemos ni el guión ni una idea fija.
Culini:
También teníamos la idea que tenga partes de acción como tiene MDQ, deportes y mucho dinamismo.
Eugenio: ¿Y ustedes como lo ven?

Realmente vemos a dos personas muy simples que empezaron bien de abajo que hacen lo que les gusta y que sienten y aman su vida. Creemos que los proyectos que encaren siempre les van a ir muy bien, porque lo que ustedes hacen lo hacen con convicción, tienen personalidad, tienen corazón, son simples y sobre todo tienen mucha onda.
Chicos, que más… sigan así, hagan lo que muy pocas personas hacen en el mundo, disfrutar de las simplezas de la vida, que seguro siempre el universo va a conspirar a su favor. Los vemos el domingo a las 9 de la noche en MDQ para todo el Mundo… Chau!

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Eugenio Weinbaum
Nació el 17 de Agosto de 1961 en Mar del Plata, es creador y conductor de «MDQ para todo el Mundo», co-editor de MDQ Magazine, editor, guionista y operador de cámara acuática y conductor del circuito mundial Reef Classic desde 1996. Deportivamente, fue Campeón Argentino de surf en 1991 y organizador de viajes al exterior de equipos argentinos de surf.
Sebastián (Culini) Weinbaum
Nació el 7 de Marzo de 1973 en Mar del Plata, es co-conductor de «MDQ para todo el Mundo», guionista, editor y director de cámaras. Fue varias veces Campeón Argentino de Surf. Ha patentado la frase: “La naturaleza es sabia y el hombre no tanto”, Culini Nov. de 2005.
Herminia de Weinbaum
Nació el 24 de Enero de 1932, su principal ocupación es ser madre de 7 hijos, y cuando le queda un ratito libre se dedica a los deportes extremos… y tiene más coraje que sus hijos. Desde 2001 comenzó su participación en MDQ impidiendo siempre que Eugenio y Culini puedan cerrar el programa.

www.mdq.com

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TORROBA, NOMBRE DE MAR

mayo 6, 2020 — by Andar Extremo1

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Alberto Torroba un experimentado navegante que entre los años 1982 y 1995 ha recorrido los mares del mundo en solitario y con embarcaciones construidas por sus propias manos. De bajo perfil, impulsivo y ambicioso llegó a los sitios más difíciles de navegar sólo por un simple hecho, poseer la fuerte convicción de querer ser libre y feliz. Esta nota fue editada en la revista Andares 23 antecesora de Andar Extremo en Noviembre de 2005.

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Su vida bohemia y solitaria, y sus bajos recursos lo llevaron a construir y refaccionar embarcaciones, adaptándolas a su propio estilo, simple y práctico. Con estos “botes” como él los llama, recorrió el mundo entero convirtiéndose en uno de los más destacados navegantes.
Lejos de ser moderno y tecnológico Torroba prefirió navegar con métodos tan antiguos como eficaces: la navegación intuitiva y ciertas técnicas polinésicas que le han permitido recorrer y conocer el mundo entero, basadas en la estrella del cenit. Los polinesios sostenían que para cada isla había una estrella que la señalaba. Alberto llegó a memorizar 57 estrellas del almanaque náutico hasta el minuto.
Su navegación por el mundo comenzó de muy joven, apenas se encontraba en el secundario, cuando empezó a estudiar la forma de construir una balsa para bajar el río Paraná. Fue así, que guiado por un sueño y por un relato de William Willis un hombre que hizo tres cruces por los océanos con una tabla de fibra de vidrio de tres metros y medio, que empezó a asistir a la biblioteca de la Municipalidad de Santa Rosa, La pampa, para recabar toda la información que le sea de utilidad para construir la balsa. Si bien esta loca idea quedó en la nada, constituyó el motor y el punta pie inicial para que Torroba explorara el mundo.
Con dieciséis años abandonó el secundario y se fue de su casa. La difícil situación familiar y el ambiente tenso que vivía con sus padres lo condujeron a tomar una mochila y viajar al norte argentino.
Primeramente llegó a Buenos Aires donde estudió arte, ciencia, religión, y realizó diversas aventuras. Empezó a hacer toda una búsqueda interna, muy diversa, pero todo lo aburría porque no era lo que buscaba.
Siguió viajando y de un momento a otro se encontró en la India. Allí vivió algunos años, sin dinero, descalzo y con una especie de pareo que era todo lo que le cubría el cuerpo. Trabajó en la calle limpiando y lustrando zapatos. Pasó hambre y aprendió yoga.

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Cuando salió de la India todo se volvió monótono en la vida de Alberto, estaba cansado de años de nada, de andar con un bolsito. Entonces, a los 28 años, retomó aquella vieja idea de navegar. Comenzó a soñar con comprar un velero, pero sus ingresos no lo permitieron.
Su aventurera vida continuó en Taiwán. Como la pretensión de tener un velero no estaba a la altura de su bolsillo pensó en un bote con una vela que posea un simple requisito, que no se hundiera.
Alberto no tenía conocimientos ni experiencia en navegación, así que su tarea fue doble, conseguir la embarcación y hacerla navegar. Comenzó a buscar en Japón y encontró un viejo y roto bote abandonado en un galpón de una marina. Su dueño debía dinero y el bote le traía problemas así que firmó todos los papeles y se lo regaló. El bote era un Watanabe japonés de 24 pies con timón afuera. Comenzó a repararlo con sus propias manos, le sacó el motor y el inodoro y tapó los agujeros al mismo tiempo que leía libros de navegación. Su primera lectura fue «El navegante completo» donde se indicaba como se utilizaba el compás, la vela, y mucho más.
Con su firme convicción de que podía hacer andar el bote continuó sin dejarse llevar por toda la gente que lo trataba de loco y que le decía que ese bote no iba a navegar nunca. Botó el barco y comenzó a navegar por la Bahía de Tokio al mismo tiempo que aprendía como se comportaban las velas.
Cuando se sintió seguro realizó su primer viaje, de Tokio a Nueva Guinea llegando hasta el norte de Australia y volviendo a Nueva Guinea. Este viaje no lo realizó solo, sino que fue con una japonesa que se bajo en el primer puerto. Ella puso todo el dinero para arreglar el barco y luego se fue con otro hombre dejándole el bote a Torroba.
Así llegó a la última isla de Japón, una isla llamada Chichíshima, un lugar al que acceden sólo los buenos navegantes dado que para llegar ahí hay que pasar zonas de tormentas. En Chichíshima aprendió a utilizar el sextante puesto que a esta isla llegó por intuición. Estaba cayendo el sol y no tenía idea de adonde se encontraba, tomó la posición con la brújula y fue para donde le parecía. Dio muchas vueltas y luego de navegar tres días llegó a la isla.

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Regresó a Nueva Guinea en la parte que está junto a Indonesia, con poca plata y con otro bote.
En Nueva Guinea tuvo problemas con las autoridades por marihuana y debió vender el bote para pagar un abogado y salir en libertad. Casi sin dinero logró comprar una canoa, la mejoró y comenzó a navegar nuevamente. Su vida descontrolada se había convertido en una locura y terminó casado con una negra y viviendo en una choza. Acabó instalado en una tribu donde solía pescar haciendo una vida tribal.
Lo terminaron deportando. Un sacerdote que no le interesaba que haya un blanco en su tribu armó una revuelta y se lo llevaron los militares. A lo largo de siete días lo suben a una lancha, lo meten en un avión y llega a los Ángeles y de ahí lo mandan a Ezeiza. Su atuendo y su equipaje eran tan sólo un pasaporte y un taparrabos. A la semana terminó en Plaza de Mayo sentado en un banco con su pasaporte y su ropaje sin saber a donde ir ni que hacer.
Se quedó en Argentina ocho meses, tiempo que aprovechó para realizar un curso de piloto. Encuentra una embarcación y la compra, un Parodi que estaba mal de fondo. Lo bautiza con el nombre «Náufrago», haciendo alusión a la canción de Lito Nebia. Los náufragos era una banda comercial pero se decía también náufrago a los hipíes y él consideró que ese era el mejor nombre que podía ponerle a un bote.
Después de ocho meses de preparar el barco viaja con el “Náufrago” a Punta del Este, cinco días de navegación y una mala decisión provocan que el bote se hunda en Punta Brava.
“…por apurado lo pierdo por querer pasar en vez de aguantar a atrás de la isla Gorriti a que pase todo. Así que naufrago en Punta del Este y quedo a pie. Ahí conozco a Guillermo Rivas y al Vasco Erramuspe y me subo con ellos en su barco hasta Florianópolis donde se quedan, yo sigo hacia el norte por mis medios…”
En el norte de Brasil conoce a un personaje llamado Mono Milano propietario hoy del Mago del Sur, gran conocedor de la costa brasilera quien le indica a Alberto donde puede conseguir un barco. Así, llega a Caxaiba do Soul en el Estado de Bahía, donde hacían Saveiros en la Playa. Allí cortan los troncos entre dos con una inmensa sierra y construyen las cuadernas con un hacha, y sin planos. El dinero no le alcanzaba. Después de una intensa búsqueda encuentra un Saveiro abandonado que tenía el fondo podrido y con la ayuda de un carpintero lo repara.
Con este bote de cinco metros da la vuelta a Sudamérica y llega a Panamá. Consigue cruzar al Pacífico sin que le cobren porque logra subir, en una intrincada maniobra, el bote arriba de un camión.
Así decidió cruzar el Océano y sin querer, por culpa de las calmas chichas llega a Tumaco, Colombia. Ahí construye una embarcación de tipo prao de diecisiete metros de largo, pero lo abandona porque no le convence y se pone a construir el «Ave Marina II» porque el “Ave Marina I” era ese prao.

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Para Alberto este barco fue el más lindo, el que más quiso, el más extremo, el más importante, el que mejor funcionó. Es el primer sueño que tuvo, un barco con una vela.
Con el “Ave Marina II” llegó a Filipinas donde se casó, hizo un catamarán con el que se fue a China con su mujer, luego a Macao, a Honk Kong, y regresa a Filipinas donde vende el catamarán a uno que hacia excursiones de turismo y se pone a construir una carabela. Consigue un tronco apropiado lo tablea y hace la carabela junto a un carpintero de muebles.
Había por fin encontrado lo que buscaba, entonces pensó que había dejado pendiente tener una familia y trabajar en un lugar que le gustara.
Con la carabela llegó a Kenia. En esa etapa de intentar la otra vida llegó a Brunei adonde el Sultán era un amante del polo. Y luego de años se encontró de vuelta con los caballos. Ahí empezó a pensar en la posibilidad de volver a Argentina..
Con la mujer embarazada, sintió más que nunca la necesidad de regresar, ya tenía 30 años.
Así viajó por todo el mundo, y fue cambiando de embarcaciones, fue ganando experiencia y conocimientos de la vida a bordo. En sus numerosas navegaciones se las ha visto difícil. En varias oportunidades sus embarcaciones dieron vuelta de campana, y le han hecho perder su poco pero tan necesario equipaje.
La primera vuelta fue en Punta del Este, Uruguay, por querer pasar en vez de quedarse al abrigo. Fue por hacer lo que no tenía que haber hecho. La segunda vuelta fue cuando navegaba saliendo de Panamá rumbo a Galápagos. Era de noche, iba en una canoa, pierde muchas cosas por tener el tambucho abierto; y la tercera en Nueva Guinea cuando una ola lo da vuelta. La canoa era liviana y flotaba alta porque le había adaptado una tabla así pudo quitar el agua de su interior fácilmente. En esta ocasión se acerca un bote de prefectura que fueron con la bandera de “rescate” pero le terminan robando lo poco que tenía, le quisieron sacar el bote y este se terminó estrellando con las rocas y desapareció en el mar.
Todos esos años de aventuras lo llevaron a ser uno navegantes mas reconocidos en el mundo, y fue así que Alberto Torroba, un tipo simple, impulsivo, agradable, con buen humor y energía positiva, logro cumplir todos sus sueños.
Actualmente vive en La Pampa con su esposa e hijas. Conoció a su mujer Rebecca en Filipinas, ella estaba con su familia, y se subió a su mundo, a su universo de agua y sal. Alberto tubo tres hijas, Luna de Mar, Denevola y Alma Ranquel.
“Tal vez ahora no preciso ir a ver que hay del otro lado del sol. Es lo mismo que acá”

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Libro
Alberto publicó un libro llamado “Relato del naufrago y el Ave Marina”, de edición limitada donde habla de los viajes y los barcos, cuenta todo salvo las cosas que hace en tierra para constituir una especie de leyenda…
Los viajes que relata son: Bs As-Salvador, Salvador-Sao Luiz de Maranhao, Sao Luiz de Maranhao-Santa Marta, Santa Marta-Archipielago las Piedras, Archipielago las Piedras-Tumaco, Tumaco-Taboga, Taboga-Galapagos, Galapagos-Marquesas, Marquesas-Suwarrow y Suwarrow- Wallis

Descripción de un amigo
Así lo describe su amigo, Guillermo Rivas (navegante argentino), en su libro de bitácora del «Mulato». Un barco de 28 pies en el cual navegaron juntos desde Punta del Este a Florianópolis en 1986, luego del naufragio de Torroba en Punta Brava. Estos son algunos extractos.

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“Curioso personaje llamado Alberto Torroba, de santa rosa, La Pampa, de contextura física fuerte, pero muy largo, que a los 18 años de edad vendió la moto para comprar un pasaje (ida solo) a Paris y trotó por Europa y parte de Asia, vivió dos años en la India y llegó al Japón, donde pudo armarse de un velero de madera de siete metros y navegó desde Japón hasta Nueva Guinea con una compañera.”
“Lo invitamos a almorzar al Mulato y charlando lo invitamos a incorporarse a la tripulación a lo que accedió inmediatamente. Así que tenemos el segundo Mono a bordo, el Vasco que come las naranjas con cáscaras! (Hay que ver para creer!) Y este otro que hace cuatro años que no se calza, anda en patas por todos lados (la misma costumbre de AmyrKlink el brasilero que cruzó en canoa a remo desde África a Brasil), tiene un callo en cada pata que parece una media suela”
“Así fue como el domingo dieciséis de febrero del 86, a las 19 horas partimos de Punta del Este, el Vasco, el Pampeano Tatu y yo con un sudoeste de 25 nudos”
“La tripulación se lleva muy bien, hay buena onda, el Pampeano fue un descubrimiento y se confirmo nuestra impresión inicial cuando lo conocimos”
“Antes de conocerlo nos habían llegado los comentarios del «loco” de pelo largo que naufragó en Playa Brava, con la onda de indeseable que se le hace a algunos personajes en los ambientes «caretas» como Punta del Este. Lo conocimos una noche y en la charla informal que tuvimos no nos pareció nada loco, al contrario, su paz interior y su equilibrio ayudó a que lo invitáramos a almorzar al día siguiente al «Mulato». A la noche conversamos con Tatu y el Vasco y coincidimos en llevarlos al Pampeano”
“El Pampeano con el transcurso de los días paso a llamarse «Polinesio» y finalmente por inspiración del Vasco: se paso a llamar “Mahoma” Apelativo que predominó. Mahoma instaló un timón de viento, que nos sirvió muchísimo. Navegamos cientos de millas sin tocar la caña. Después de regular el sistema unos minutos hasta equilibrarlo milagrosamente el timón iba corrigiendo los desvíos del rumbo lo que representa un importante ahorro de energía humana en la navegación. Gran cosa este sistema instalado por Mahoma”
“Nunca se me habría ocurrido que con una pequeña vela de proa y unos elásticos en la caña del timón se puede armar un timón de viento ¡Gande Mahoma!”
“Mahoma nos consultó si a nosotros nos molestaba si él navegaba totalmente desnudo, a lo cual le respondimos que no teníamos ningún problema, tras lo cual durante las horas diurnas estaba todo el tiempo en «traje de Adán».
“En las guardias nocturnas manteníamos interesantes charlas en las cuales me contaba de su viaje por tierra por Europa y Asia y luego su travesía en una pequeño velero de madera al que le saco el motor, desde Japón hasta Nueva guinea. También me hablaba de las religiones de oriente y de su forma muy especial de encara la vida. Me aconsejaba que le sacara el motor al barco y también la ecosonda etc. y todo aparato tecnológico que él consideraba innecesario.”
“Me dijo algo que yo luego en buena parte comprobé que era así: » con la tecnología que tenés a bordo, va a ser mayor el tiempo que vas a perder reparando lo que se rompe que el tiempo que vas a disfrutar de la vida navegando»
“Pienso que un navegante en la medida que depende de la tecnología, se debilitan los «censores» naturales que tenemos los humanos para llevar el barco con buen rumbo, como son la vista, el oído, el tacto, el olfato, la intuición, la capacidad de observación y la «corazonada».
“Todo esto a Mahoma le sobraba, por eso no necesitaba tecnología. Durante el día pasaba buen tiempo dibujando su próximo barco y charlando sobre eso. Siempre eran barcos muy pequeños y con aparejos bien simples”
“El viernes 21 de febrero de 1986 a las 22.00 horas llegamos a Florianópolis. Mahoma se desembarco para seguir hacia el norte. Su plan es llegar al norte brasileño, ahí construir su pequeño barco y navegar hasta el caribe, Panamá, Pacífico e intentar un cruce hacia la Polinesia.”
“Es un ser muy especial, con mucha «Polenta» y agradezco a la vida por haberme dado la oportunidad de conocerlo….”

“Mis navegaciones han sido en solitario casi siempre y en la magia de la soledad. Que es el encuentro con las partes del barco. Cuando cruce el Indico lo cruce con mi mujer y era más aburrido y le faltaba esa charla y conversación de vos y el mar, vos y vos de la manera que lo quieras decir. Vos y tu propia locura y es parte de la fuerza que encontrás” Alberto Torroba

 

Agua

Cruce del Océano en Stand Up Paddle

diciembre 13, 2019 — by Andar Extremo

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El español Antonio de la Rosa, se convirtió en la primera persona en cruzar el Océano Pacífico remando de pie en una embarcación de Paddle surf. 76 días, 5 horas y 22 minutos, es el tiempo que tardó en completar la travesía desde San Francisco, California, hasta la Isla de Oahu en Hawaii. Realizó un total de 4750 kilómetros, en completa autosuficiencia y sin ningún tipo de apoyo externo.

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Antonio de la Rosa, quien cumplió 50 años durante esta travesía, consiguió una gesta histórica tras permanecer más de 76 días remando de pie sobre su embarcación de Paddle surf fabricada especialmente en España para la odisea. De este modo, completó la difícil travesía oceánica que separa la Costa Oeste de Estados Unidos del archipiélago Hawaiano.
Durante el cruce permaneció solo, con la única comunicación exterior de un dispositivo satelital especial que le permitió trasmitir por redes sociales el día a día de esta increíble aventura y hablar con sus familiares y amigos. También contó con un pequeño dispositivo que permitió ubicar su posición en directo y lograr su seguimiento progresivo en directo a través de su web www.antoniodelarosa.net.
En su llegada al Puerto de Waikiki, Honolulu, fue abrumador el recibimiento de los hawaianos que valoraron la aventura del español, de llegar al lugar donde nació este deporte.

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«Me siento cansado pero muy satisfecho, he tenido que superar unas difíciles corrientes cuando salí de San Francisco, fuertes vientos que me empujaban hacia el sur, varios huracanes que me han pasado cerca, grandes olas que sacudían mi pequeña embarcación como si fuera una lavadora, noches de insomnio, calor y humedad, pero estoy aquí, lo he conseguido, casi no me lo creo», comentó.
Bastante más delgado que cuando empezó, dado que bajó 12 kilos, mantuvo la energía y eterna sonrisa que lo caracteriza. En cuanto a su alimentación, comentó que comió productos deshidratados y liofilizados en su mayoría, bebió agua de una desalinizadora que funcionaba con las placas solares que lleva la pequeña embarcación de 7 metros de largo, e incluso se permitió el lujo de comer algún dorado que pescó.
Por último, agradeció la ayuda de las empresas que contribuyeron para que pueda hacer realidad su sueño.
Es importante recordar, que no es la primera gran gesta oceánica de este sorprendente aventurero. En 2014 participó y ganó la Travesía al Océano Atlántico Rames Guyane, a remo, y en el 2016 completó la primera circunnavegación a la Península Ibérica, también en Paddle surf.

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www.antoniodelarosa.net

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Entrevista a DANIEL SÁNCHEZ MAGARIÑOS de la EXPEDICIÓN ATLANTIS

octubre 9, 2019 — by Andar Extremo

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El 3 de octubre de 2014 se realizó un acto conmemorativo en Dolores por el trigésimo aniversario del cruce del océano en balsa. Se inauguró un monumento y se visitó la balsa en compañía de los tripulantes. En una cobertura especial de Andar Extremo una entrevista a Daniel Sánchez Magariños, navegante de la Atlantis. Esta nota salió editada en la revista n° 34 de Andar Extremo de Noviembre/Diciembre de 2014.

por Andar Extremo en el 30 Aniversario de la Expedición Atlantis fotos: CADEI, Marcos Ferrer y Daniel Sanchéz Magariños

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Cómo vez a treinta años la experiencia de la balsa Atlantis?
Pasó mucho tiempo, la verdad es que estoy muy sorprendido que la gente cuando te ve se acuerde y te pregunte detalles, se organicen actos, inauguren monumentos, lo que hizo la armada con las dos esculturas en Dolores y en Mar del Plata va a quedar para siempre. En realidad nunca pensé de lo que hicimos iba a trascender. Nuestro móvil era puramente romántico, nunca pensamos en el día de mañana que iba a pasar. Fue una marca a fuego que nos quedó a los cinco y va a estar para siempre.

Imagen icono del expedición
Imagen icono del expedición

Cómo te metiste en la expedición?
Fue una cosa muy rara cómo integré la tripulación. Me había enterado dos años antes por un grupo de amigos que había un puñado de locos que quería cruzar el mar con una balsa. Yo en ese entonces vivía en Buenos Aires, en el 82 estaba haciendo una viaje de Mar del Plata a Ciudad del Cabo en velero, por el sur. Y uno de los chicos que estaba en el barco me comentó que había un grupo que quería cruzar el océano en balsa y me quedó rondando esa información. Llegamos y me olvidé.
Resulta que pasa más de un año, yo había terminado mi carrera de ingeniero agrónomo, pero quería viajar no quería ponerme a trabajar, no sabía bien qué hacer, tenía 29 años y estando en Mar del Plata veo tres camiones con acoplado llenos de troncos con un cartel que decía Expedición Atlantis. Entones ahí me acordé y fui.
Cuando llegó me dicen que ya estaba organizada la travesía que había una persona que dirigía todo. Me presento y le dije que sabía navegar y que me gustaría ser parte de la tripulación, me dijeron:- Noooooooo, venimos trabajando hace 4 años ya está todo organizado, la tripulación está completa y no te conocemos!!!.. Dije bueno, pero volví al día siguiente, es como el tren, si pasa y te subís estas arriba sino lo perdiste. Y la única forma de tratar de no perder el tren era estando, me quedé con ellos, renuncié a un trabajo en un barco pesquero y les dije que me gustaría trabajar en el armado de la balsa para sentirme parte de la expedición aunque no viaje.
Lo que me permitieron de entrada porque esto no era un emprendimiento solo de 4, participaba muchísima gente. Me enganché con eso y ayudé a construirla.

Preparando la balsa para zarpar
Preparando la balsa para zarpar

En qué momento te enteras que sos parte de la Atlantis?
Se dio de a poco, yo venía poniendo mucho, en que sentido, vivía a 400 km de allí y decidí quedarme a armar la Atlantis, no tenía plata, tampoco me interesaba, no tenía compromisos. Me sentía integrado pero era conciente que no había plazas, sin embargo había indicios que podía llegar a viajar. Estuve 3 meses armándola adentro del astillero, de lunes a lunes y llegó el 20 de enero del 84. Ese día estábamos metiendo los troncos en el agua uno por uno para ver cómo flotaban los troncos. Cada tronco tenía una ficha, lo tirábamos al agua y según la forma y el peso se giraba y se acomodaba. Entonces cuando estaba quieto lo marcábamos para cuando lo pusiéramos en el conjunto de la balsa no quisiera girar y así desestabilizar la balsa. Entonces cuando estábamos haciendo esta prueba Alfredo me dice: -acercate acá mirá este tronco!!!. Me acerco al agua ya que estábamos en la escollera en el puerto y cuando me agacho me empuja al agua. Cuando salgo enojado, me dice felicitaciones sos tripulante.

Esfinge Olmeca
Esfinge Olmeca

Cómo consiguieron esos troncos?
La idea de la Atlantis era probar que los africanos miles de años pudieron llegar a América, no ha colonizarla o hacer una migración poblacional pero si a dejar rasgos culturales. En México en la provincia de Yucatán en la selva hay 17 monumentos monolíticos que son hechos en una sola piedra tallada de 3 metros de altura, las cabezas Olmecas que datan de unos 3500 años y los rasgos de estas caras aparentan de ser africanos. Entonces Alfredo pensó si los Olmecas hicieron estas esculturas de estos supuestos “Dioses” venidos del mar. ¿Y cómo llegaron? El elemento más antiguo de navegación es la balsa. Se sabe que en África había estos tipos de balsa que realizaban comercios por la costa y existiendo la corriente de las canarias era posible que una balsa se aleje de la costa, lo suficiente para no poder regresar por sus propios medios y la corriente la transportara hasta América.
Entonces la concepción de la Atlantis tenía que ser basada en la construcción de esa época, sin plástico y sin hierros, eso en lo que respecta a la navegación. Nosotros somos habitantes del siglo XX teníamos una alimentación moderna y los alcances tecnológicos de los años 80.
Entonces necesitábamos troncos que floten, la madera óptima era la madera balsa, en África había unas similares pero por una cuestión de logística Alfredo tuvo el acceso para conseguirla en Ecuador, era mucho más fácil para traerlas a Argentina. Acordate que esta fue una expedición romántica y amateur, medios no había, nadie tenía dinero y nadie aceptó dinero. A medida que el proyecto avanzaba las empresas querían poner divisas a cambio de una bandera o una insignia pero esto se negó sistemáticamente.

Daniel Sánchez Magariños
Daniel Sánchez Magariños

Entonces nos situamos en el año 1983, en Ecuador, en ese momento no había, ni Internet ni celulares, ni computadoras. Se comunican con radio aficionados de Ecuador y en septiembre salen Alfredo Barragán, el vasco Iriberri y Félix Arrieta para esas tierras, les habían dicho que había troncos pero no fue tan fácil cuando llegaron. Los troncos que habían a mano eran de 20 cm y los que necesitábamos para la balsa tenían que ser de 90 cm, que no existían en las plantaciones, tenían que ir a la selva virgen. Encontró los medios, la gente que lo ayude, estuvieron en una expedición que les llevó un mes y medio, encontraron los troncos, los cortaron y los sacaron de la selva. Previamente los lugareños le explicaron qué tipo de árbol tenía que ser, eran troncos de madera balsa hembra, las hembras tienen el corazón del tronco libre de agua, esos troncos los usaban para pontones, la sabia tenía que permanecer en el tronco para que no se pudra.
Otro problema era la soga para armar la balsa, en ese momento ya casi todas las cuerdas eran sintéticas, y las sogas tenían que ser vegetales. Alfredo se entera que había una cordelería en Ecuador, que estaba media cerrada, entonces fue a verlos y ellos podían fabricar las cuerdas que necesitábamos. Construyeron cuerdas de una pulgada de ancho trenzadas con una planta que se llama “Abacá”, como un hilo sisal, habrán hecho unos mil metros, en varios rollos.
Juntó todo y previamente haciendo la logística con un buque de ELMA que venía de oriente por el Pacífico hacía una parada en Guayaquil y habían arreglado para que en la cubierta de ese barco vengan los 18 troncos a Argentina. Allí pasó algo que casi le da fin a la expedición, porque cuando estuvieron los troncos en el puerto, se encontraron que había una ley en Ecuador para proteger la industria maderera que le prohibía salir los troncos vírgenes. Podía salir en tablas pero no el tronco entero, no había manera, hasta que llegaron al vicepresidente de Ecuador que hizo un decreto para permitirle sacar los troncos.

Últimos preparativos
Últimos preparativos

Cómo fue el armado de la balsa?
En Mar del Plata Federico Contessi se entera del proyecto y nos da un lugar en el astillero, se suponía que íbamos a estar poco más de un mes y ocupando un lugar chico, estuvimos 6 meses abarcando mitad del astillero.
Una vez que clasificamos los troncos sabiendo la posición de cada uno, había que acomodarlos ya que había curvas y nudos que impedían el perfecto armado. Hicimos un ensamblaje y calamos las maderas donde irían los nudos y ataduras, para que los cabos queden embutidos y así evitar el movimiento de la cuerda sobre la madera.
Hubo 7 maderas transversales a los 9 troncos que conformaban la balsa, primero atamos un tronco con el otro, el primero con el segundo, el segundo con el tercero y así hasta el final. Estuvimos como 10 días para unir los 5 primeros troncos, cada vez que pasaba el tiempo los nudos salían mejor, al principio no sabíamos hacerlos, hacíamos palancas con palos, golpeábamos los nudos para achicarlos. Recién cuando llegamos a la mitad de la balsa quedaban los nudos bien. Entonces viene Alfredo diciendo desarmemos todo y arrancamos de nuevo pese a los 10 días de trabajo. El tema de las sogas fue otra historia, al ser vegetal la soga había que evitar que sea atacada por hongos, había que preservarlas. Había productos químicos pero la concepción no permitía que usemos cosas químicas. Sabíamos que en las curtiembres usaban “tanino” es de origen vegetal, se extrae y se coloca para preservar. Conseguimos en el Chaco, nos regalaron, pero había otro problema teníamos que hervirlas y no teníamos recipientes aptos.

Félix Arrieta
Félix Arrieta

Uno conocía una fábrica de jabón, fuimos y el dueño nos dice si entre el fin de semana lo hacen les doy la fábrica, pero el lunes la necesito impecable. Así que estuvimos dos días hirviendo sogas.
Una vez curada hubo que pre trenzarla, porque la fibra cuando uno la estira, con la humedad y la temperatura vuelve a estirarse de nuevo, entonces teníamos que tener la certeza que esté lo más tensada posible para que no se afloje la balsa. Entonces en el puerto donde están los amarres de los barcos hacíamos puntos fijos. Pasábamos las sogas por poleas y las estirábamos con un malacate, quedaba como un violín. La mojábamos, las dejábamos 24 horas y se estiraba, la tensábamos de nuevo y así fuimos llevándola. Una soga que medía 100 metros al prensarla, media luego 110, ya estaba estirada sabíamos que no iba a ceder más.
Arriba de los transversales iba una caseta, el habitáculo lo armamos con cañas que también eran de ecuador de unos 10 cm de ancho, se llama caña guadua, caña hueca que con un proceso llamado “caña picada” se abre y se estira quedando en un plano, así armábamos las paredes, de una altura de un metro, y con la misma caña cortada en semicírculo hicimos el techo con las cabreadas a dos aguas. El techo se tejió con espadaña como un quincho, fue un gaucho de dolores estuvo 4 o 5 días. Los mástiles también eran de ecuador de una madera que se llama mangle, madera dura, crecen en las costas salinas, muy recta, medían 11 metros cada uno eran dos y tenían dos apoyos laterales.
La vela fue otro problema, ya había velas sintéticas, podría ser una vela de algodón, pero, dónde la encontraríamos?, nos dan la data que la Fragata Libertad había cambiado hacía como unos años sus velas verdes y pesadas de lino por velas de Dacron. Un suboficial se recordó en donde estaban arrumbadas, nos regalaron las velas, las cortamos a medidas, le agregamos relingas y bordes, y refuerzos de cuero. Fabricamos tres velas, dos iguales que iba a utilizar la balsa y una más chica para el caso de tormenta. Le pintamos el símbolo de la expedición, el sol y la rosa de los vientos. La naturaleza y la libertad.

La foto emblema de la Atlantis, de izq. a der., Arrieta, Iriberri, Barragán, Giaccaglia y Sánchez Magariños
La foto emblema de la Atlantis, de izq. a der., Arrieta, Iriberri, Barragán, Giaccaglia y Sánchez Magariños

Qué sentís cuando te enteras que sos tripulante?
Una emoción bárbara, igual yo lo tenía masticado, lo deseaba tanto. Tenía confianza, teníamos todo tan pensado que decimos que no fuimos a una aventura, hicimos una expedición, si bien el fin era incierto, porque si no sería una salida de turismo, porque había variables que no manejábamos. Fuimos en el mejor momento, con la balsa construida de la mejor manera, conociendo el comportamiento de las corrientes, los vientos, estudiando el mar, todo muy bien pensado. Todo esto nos daba seguridad y confianza. Si bien el común de la gente pensaba “estos locos se van en una balsa a cruzar el océano” nosotros estábamos muy tranquilos.

Sistema de fijación de cuerdas con caladuras
Sistema de fijación de cuerdas con caladuras

Tenías definido tu rol como tripulante cuando Alfredo te involucra?
Yo inconscientemente me había preparado toda la vida para esto, yo no sabía literalmente que iba a viajar por el océano en balsa. Me preparé con tiempo, hice el curso de timonel, navegué y lo disfruté más allá del horizonte, no me conformaba con la vuelta del perro en velero. Entonces tenía que saber situarme en el mar y me anoto en un curso de piloto de yate que lo daba gratis la Prefectura Naval Argentina, requería esfuerzo pero durante un año me fui todas las semanas a Olivos mientras estudiaba en la universidad. Cuando llegó lo de la Atlantis, yo sabía navegación astronómica, sabía manejar un sextante, había cruzado el océano. Tenía la experiencia para estar allí, pasé los exámenes psíquicos y formé parte, pero la realidad es que fui tripulante por saber navegación astronómica. Cada uno tenía un rol.

Alfredo Barragán en el homenaje de los 30 años
Alfredo Barragán en el homenaje de los 30 años

Cómo trasladan la balsa hasta el punto de partida?
r del Plata teníamos que llevar la balsa hasta las Islas Canarias a Santa Cruz de Tenerife. Otra vez ELMA sería quien nos transportaría la balsa en un viaje que haría escala en Brasil. Alfredo consigue un lugar en la tapa de una bodega y salimos de Bs As el 6 de abril de 1984. Primero la tuvimos que llevar de Mar del Plata a Capital Federal armada, así que la transportamos en un camión. Los troncos de la balsa tenían que estar siempre húmedos, una vez que le quitas la corteza si se secan se rajan. Si se rajan tiene más superficie de absorción. Me designan para acompañar la balsa en el barco carguero que tardó 40 días en llegar desde el puerto de Bs As a Canarias. Todos los días con una manguera con agua de mar, la mojaba y la cubría con arpillera para mantener la humedad. Llegamos a Santa Cruz el primero de mayo, estuvimos unos 15 días antes de partir, montando los mástiles, terminando de forrar la caseta, instalando la antena de radio, armando la cocina y los víveres. Finalmente salimos un mes más tarde de la fecha óptima de salida porque en julio comenzaban los huracanes, teníamos que llegar antes de eso. Salimos el 22 de mayo del 84.

Despedida de Bs As
Despedida de Bs As

Cómo fue el día de la partida?
Ese día fue especial, habíamos hecho muchos amigos, gente del puerto. Mis compañeros habían llegado 15 días antes de la balsa, así que cuando llegué estaba todo listo para los últimos detalles. Fue un momento de despedida, mientras la balsa no zarpaba y estábamos allí en algún recóndito lugar de la mente decíamos: -y si no voy, mirá si se hunde en el mar. Una vez que la balsa salía, salía, no podía frenar, no podía dar la vuelta, si te caías nadie te podía ir a buscar. Era un punto sin retorno y eso daba miedo y ansiedad. Ni dormimos, había autoridades, hicieron una despedida y un barcos nos sacó con remolque hasta el archipiélago de las Canarias donde izamos la vela por primera vez.

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Qué fue lo mejor que te paso en esos 52 días de navegación?
Todos tuvimos una buena adaptación, al movimiento, al mareo, el lugar, la convivencia. Los momentos más lindos que recuerdo es cuando hacía las guardias, ver las estrellas, los atardeceres, amanecer, las nubes, las olas, las noctilucas hay miles de cosas buenas. Fue muy linda la convivencia momentos únicos de charlas sobre el universo.

El monumento a la balsa, Dolores, 2014 De izq. a der., Giaccaglia, Iriberri, Barragán, Arrieta, y Sánchez Magariños
El monumento a la balsa, Dolores, 2014 De izq. a der., Giaccaglia, Iriberri, Barragán, Arrieta, y Sánchez Magariños

Tenían bien dividido los quehaceres?
Yo cocinaba a la noche, al mediodía Horacio, Alfredo se ocupaba de la radio, el Vasco y Horacio controlaban las cuerdas y buceaban por debajo para chequear los troncos. Yo monitoreaba la trayectoria, sacaba el rumbo y posiciones a los atardeceres y amaneceres, sacaba día a día con el sextante la posición, ayudado por una carta astronómica y con cálculos náuticos de trigonometría sabía exactamente dónde estábamos y dónde estaba el rumbo sobre el océano.

La caceta 30 años después
La caceta 30 años después

Cuándo se sintieron que estaban en el medio de la nada?
Después de varios días, al principio uno tiene muchas ocupaciones. Aprendimos a medida que pasaron los días a manejar la balsa, en teoría sabíamos, pero teníamos que ver como se comportaba la balsa, fue un intercambio de opiniones de todos. Y la balsa en realidad no hacía lo que nosotros pensamos que iba a hacer. Tardamos varios días en darnos cuenta que estábamos en el medio del mar, el horizonte era igual para todos lados, si pasaba algo nadie iba a venir a buscarnos. Y allí empezamos disfrutar.

Monumento a la Balsa Atlantis, Dolores
Monumento a la Balsa Atlantis, Dolores

Que contacto con animales tuvieron?
Había peces voladores, cardúmenes de atunes que van haciendo un alboroto bárbaro pasan y siguen. Lo más lindo son los delfines, juegan se comunican con vos, cuando nos cruzaban se quedaban un rato parecía que se querían comunicar. Una vez me pasó, estando en el agua con Horacio (él se tiraba todos los días para ver las ataduras, cuando el iba yo me tiraba porque es buzo y nadador me daba confianza) que miré hacia abajo, la sensación de bucear en esas aguas cristalinas es como volar en un abismo. Llevaba un cabo de 30 metros con un peso, lo tiraba y miraba la transparencia con el reflejo del sol con el movimiento, tenía una luneta con un snorkel y ese día vi unos peces enormes con una aleta dorsal, y enseguida pensé que eran tiburones. Horacio me dijo quédate que son delfines, daban vuelta y casi nos tocaban las manos, eran como 50 que jugueteaban saltaban sin ni siquiera golpearnos. Estuvieron jugando como 15 minutos y se fueron.

Entrevista de Andar Extremo a Daniel Sánchez Magariños
Entrevista de Andar Extremo a Daniel Sánchez Magariños

Cómo fueron las tormentas?
Las tormentas que tuvimos se fueron preparando de a poco, en las corriente de las Canarias con los vientos alisios las condiciones son muy estables, sabíamos que no íbamos a tener grandes tormentas. Los vientos eran más constantes al mediodía y bajaban la intensidad al atardecer. El clima también fue cambiando salimos con frío y a medida que nos acercamos al ecuador fue subiendo la temperatura. A los 30 días de navegar vino la primera lluvia, no había viento pero si lluvia que fue una bendición sirvió para bañarnos y lavar ropa. Hasta ese momento imagináte que la caseta era la jaula de los osos en el zoo, eran todos los cuerpos mojados, porque la sal es hidroscópica, a la noche se iba el sol y todo estaba mojado. La ropa sucia la lavabas con agua de mar y lo que al mediodía estaba seco a la noche estaba todo mojado.
Tuvimos una tormenta grande en una noche, del lado izquierdo entro una ola en la caseta pegó en la balsa y quedamos sumergidos como 40 cm hasta que se escurrió el agua. Se mojo todo y nos asustamos mucho, Alfredo que estaba de guardia arriba de la caseta, movía la linterna con las manos para ver que pasaba. Cuando me despierto veo una luz que giraba y abajo del agua pensé que nos habíamos dado vuelta. Me agarré del vasco que lo tenía al lado y el me pegaba para que lo suelte. El chango chapoteba como en una pelopincho. Por suerte no pasó nada.
Al día siguiente se rompió la vela pero fue como un fusible, no se rompió el mástil. Muchas veces las olas rompían en la parte de atrás de la balsa y pegaban en el habitáculo, daba la sensación que se iba a destruir todo.

Daniel Sánchez Magariños calculando la posición
Daniel Sánchez Magariños calculando la posición

Se dan cuenta en algún momento que iban a llegar a buen puerto?
Siempre lo supe, sabía que íbamos a llegar, no íbamos contra el mar, tarde o temprano íbamos a llegar. Llevábamos provisiones para 100 días. Podría ser que no lleguemos a América, pero sabía que eso (por la balsa) no se iba a desarmar y tarde o temprano una corriente nos llevaría a algún lado. No teníamos timón. De un rumbo determinado podíamos hacer 15 grados a la derecha o a la izquierda, es la maniobra que teníamos por las características de la vela.
Nosotros probamos con un spinnakers y la balsa avanzaba a 90 grados a través con el viento, la balsa se puso de costado pero en realidad la trayectoria sobre el agua era la misma porque en la popa de la balsa el cavo de vida no iba derecho hacia la estela el cabo iba inclinado en realidad estábamos avanzando de costado estábamos derivando. Porque la balsa al no tener como un barco quilla que le podés dar dirección. Al otro día tomando el rumbo nos dimos cuenta que había avanzado de costado.

La llegada a América
La llegada a América

Cuándo te das cuenta que estabas cerca de tierra?
Es lo mismo que me preguntaban los tripulantes, yo siempre sabía donde estaba por los cálculos matemáticos y astronómicos, yo sabía con certeza el lugar y a qué ritmo de millas me acercaba. Cuando pasábamos cerca de Trinidad Tobago, sabía que estaba allí pero no se veía porque estábamos a unas 50 millas, no la vez. El mundo es redondo no se ve. Igualmente cuando nos acercamos al Amazonas cambió el color del mar y además empezamos a ver manchas de petróleo y otra fauna.
Vimos dos barcos en los 52 días, cuando estábamos entrando al Caribe vimos un barco de bandera vasca al cual nos comunicamos por VHF, y lo primero que nos dijeron: -Ustedes son los de Atlantis???, le pedimos que nos certifiquen la posición y era lo misma que teníamos nosotros. Es el momento de la película que de la alegría nos tiramos al agua. De ese barco tardamos una semana más.

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Cómo fue la llegada?
Fue el momento más emocionante porque culmina allí el hecho, de alguna manera estás guardando adrenalina, es como cuando llegás a la cima de una montaña, te preparás, la pensás, pero cuando llegamos fue el momento más emocionante. Primero ver la recepción que era de una magnitud impensada, segundo que se dieron las condiciones meteorológicas para entrar a vela, solos. Nos habían remolcado el día anterior unos kilómetros porque había una recepción, sino hubiésemos llegado un día después. Nos dan remolque y nos dejan a las 5 de la mañana a 6 millas del puerto, ni lo veíamos. A las 8 de la mañana se levanta una brisa en dirección al puerto, la vela se infló y entramos a la boca del puerto con la vela inflada, todos saludando. Increíble! Cientos de personas, la banda de la marina. Y todo eso aparejado que se terminaba allí. Queríamos hacer un motín y le dijimos a Alfredo: -deciles que nos vayan a buscar a Yucatán!!! Si esto camina!!!.

Paso el tiempo de esa llegada, cómo influyó en tu vida?
Me cambio fundamentalmente, sin la Atlantis yo hubiera sido otra persona. Creo que me dio mucha seguridad, de haber justificado una lucha, un proyecto, de que el trabajo en equipo existe, que el esfuerzo te da premios, que el estudio, la voluntad y la preparación sirven para afrontar cualquier meta que te pongas en tu vida.
Fuimos 5 personas que tuvimos un sueño a través del trabajo, de la organización, de prever cosas y eso nos marcó para toda la vida. Todas las cosas que emprendí en la vida las encaré sistemáticamente de la misma manera que aprendí con Alfredo. La enseñanza para un joven, es que no hacen falta medios económicos, para los sueños hay que tener convicción. Volvería a vivir la misma vida.

El Documental
En mayo de 1988 se estrenó la película documental de la expedición Atlantis, un largometraje de 83 minutos, gravado íntegramente en la balsa por Félix Arrieta, se estima que casi un millón de personas vieron la película.

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Agua

Vuelta a la Península Ibérica en Stand Up Paddle

mayo 22, 2018 — by Andar Extremo

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El aventurero español salió el 7 de junio de Hondarribia, Guipúzcoa, y finalizó su travesía náutica en Portbou, Girona el 26 de octubre, tras recorrer más de 3100 kilómetros en 141 días, 22 de los cuales los pasó en tierra por las malas condiciones meteorológicas. Revista Andar extremo n° 49

por Antonio de la Rosa, textos y fotos

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Luego de 141 días en su tabla, Antonio de la Rosa convirtió en la primera persona en dar la vuelta a la Península Ibérica en paddle-surf. Su aventura de inició el 26 de Octubre de 2017 cuando llegó a Portbou (Gerona), y finalizó el 7 de junio de Fuentarrabía (Guipúzcoa).
Según contó, durante la travesía tuvo jornadas de más de 40 kilómetros de remo que en alguna ocasión llegaron hasta los 64 kilómetros. Sus días se dividieron en dos fases: una primera de 25 a 30 kilómetros, y otra después de comer y descansar, que en los últimos días se redujo por la disminución de horas de sol.
Recorrió las costas de Portugal y España en un reto en el que aseguró que “el que mandaba era el tiempo”, añadiendo seguidamente: “el problema eran los vientos frontales; en cambio cuando iban en tu misma dirección, mi cuerpo actuaba como una vela y me ayuda a avanzar veloz. Con los vientos laterales, me podía permitir remar de lado, aunque progresaba más lento”.

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“Cuando estaba en Torredembarra, cerca de Barcelona, surgieron fuera de todo pronóstico unos vientos desde la mar hacia tierra de hasta 180 kilómetros hora. Fue una experiencia aterradora, volaba todo alrededor. Tuve suerte de encontrarme en tierra, prefiero no imaginarme qué hubiera pasado si me hubiera sorprendido remando”, señaló.
De los casi 4 meses de travesía, sólo 20 jornadas no remó, por condiciones climatológicas inadecuadas. En ese tiempo, lejos de descansar, disputó competencias de paddle-surf. “Terminaba de remar, miraba el parte de vientos y al día siguiente afrontaba más de lo mismo, pero siempre con optimismo y ganas”, expresó.

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Deportista avezado, vivió complejos momentos que demostraron su afán de superación diario: su complicado paso por Estaca de Bares, el vértice más al Norte de Galicia; los acantilados de San Andrés de Teixido, casi 30 kilómetros en los que no había ningún entrante de tierra para parar; el robo de dos de sus tablas en Oporto; la confiscación de otra de ellas por la policía marítima portuguesa que más tarde pudo recuperar; su difícil paso por el estrecho de Gibraltar o por el concurrido Puerto de Algeciras.
“Los puertos daban respeto. Ahí toda precaución es poca. Yo y mi tabla éramos insignificantes ante la magnitud de los barcos que entran y salen constantemente. Te pones delante de ellos atento para comprobar su dirección, para tu dirigirte a la contraria. Y a cruzar dedos esperando que te hayan visto”, destacó.

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De esta expedición se llevó también el cariño de la gente de las zonas por las que paró, y de todos los amantes del paddle-surf que lo quisieron acompañar en algunos tramos, con sus tablas. Según dijo, las imágenes de los pueblos y ciudades costeras de la península serán imborrables de su mente.
Durante sus extenuantes jornadas sobre su tabla de paddle-surf hinchable de la marca SPS siempre lo acompañó: su bolsa estanca Sea to Summit (donde llevaba una multiherramienta Leatherman), su aparato de posición vía satelital para emergencias; un cordino; un frontal acuático y dinero.
Antonio ya está planificando nuevos desafíos: “volveré a Rovanieni para disputar Lapland Extreme Challenge, el desafío de superación humana más extremo de Finlandia. Este año no pude terminar los 900 kilómetros de recorrido a causa del congelamiento de tres de los dedos de mis pies, pero me veo con fuerzas para conseguirlo el próximo año. Además, estoy pensando en cruzar Europa en bici con mi pareja”, contó.

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Quién es Antonio de la Rosa
Antonio de la Rosa es un conocido aventurero español que se ha enfrentado a diversos desafíos. En 2014 ganó la prueba francesa de cruce del Océano Atlántico a remo y en solitario Rames Guyane. Ese mismo año, recorrió con esquís de fondo los 1.700 km de la prueba Iditarod en Alaska. En 2015 unió en paddle-surf por el río Tajo, Madrid con Lisboa; y en 2016 hizo parte de la costa de Groenlandia. El último reto fue su participación en la competición Lapland Extreme Challenge.

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www.antoniodelarosa.net

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AguaKayak

Aleksander Doba, Tercer Cruce Transatlántico a los 71 años, en Kayak

enero 29, 2018 — by Andar Extremo2

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El kayakista oceánico Aleksander Doba, aventuró su cuerpo de 71 años por tercera vez y, con un nuevo kayak, atravesó el Atlántico en un viaje de 7700 kilómetros. Salió de Nueva York el 16 de mayo pensando finalizar en Lisboa pero los vientos decidieron otro final, empujándolo a Francia. Después de unos días a la deriva, finalmente llegó a Le Conquet el domingo 3 de septiembre. Nota en la revista n° 48

VIEJO LOBO DE MAR

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Agotado pero feliz logró completar su tercer transatlántico en kayak, en un lapso de 7 años. Uno se podría preguntar si existe un remero más intrépido en el mundo que elija por tercera vez estar solo durante 110 días surcando las aguas del Océano Atlántico. La lógica es obvia para «Olek» (así lo llaman a Aleksander Doba), no tiene ataduras y sí mucha convicción.
A poco de su llegada, el atleta polaco siempre optimista y decidido, que había ignorado todo tipo de sentido común y precaución, terminó su exitoso tercer cruce. Sólo tres remeros lograron este viaje en la historia: Franz Romer en 1928, Hannes Lindemann en 1956 y Peter Bray en 2001. Doba es el cuarto y único que cruzó tres veces el Atlántico.
El primer intento fue fallido. El 7 de mayo salió con su kayak de fibra de vidrio reforzado de 23 pies de largo (7 metros) y un metro de ancho, y con un bote insumergible de 750 kilos con carga (450 kg vacío) llamado “Olo”. Los percances comenzaron casi de inmediato: se encalló cerca de la costa de Sandy Hook e inmediatamente fue remolcado lejos de la tierra. En ese proceso, casi vuelcan el kayak. Durante los siguientes cuatro días, Doba avanzó cerca de 100 kilómetros hacia el este por su propia potencia antes de alejarse de la costa. Hizo un parate en tierra, comió bien y buscó equipo nuevo. Finalmente partió el 16 de mayo.

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“Mi cuerpo se ve un poco viejo, pero adentro mi corazón y mi mente son jóvenes”

En los últimos 37 años, el experimentado kayakista ha registrado 100.000 km en el agua, incluidas las circunnavegaciones del lago Baikal (1900 km) y el mar Báltico (4200 km). En su primer viaje transatlántico de 99 días en 2011, atravesó Dakar, Senegal, Acala, soportando semanas de tormentas. Durante su segundo intento de 167 días en el mar, hizo desde Lisboa hasta New Smyrna Beach, Florida, en 2014, y navegó en círculos dentro del Triángulo de las Bermudas. Luego tuvo que detenerse en una isla para reparar el bote. El kayakista, ingeniero químico retirado que saltó en paracaídas y voló planeadores antes de comenzar a navegar, nunca perdió el entusiasmo por cruzar el Atlántico.
El equipo en esa oportunidad no estuvo de acuerdo. El constructor de yates polaco Andrzej Arminski, quien construyó Olo con una quilla y una superestructura, temía que el kayak se rompiera en mares del norte. Caracterizó el tercer intento transatlántico como «suicida». Consideraba que los difíciles vientos alisios que vuelan hacia el oeste a través del océano no le permitirían a Olek terminar la travesía. Sin embargo, ninguna de esas preocupaciones lo sorprendió.
Doba había probado este cruce transatlántico en 2016, he inmediatamente luego de la partida, una tormenta le dejó inutilizado los equipos electrónicos y debió ser rescatado.

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Su intento en 2017 a través del Atlántico fue una búsqueda de redención. En este viaje pasó por 4 grandes tormentas y rompió su timón que fue reparado con la ayuda de un barco. En una de las primeras que ocurrió en junio, trató de dormir a pesar de los vientos de 75 km/h y olas de 10 metros. Desafortunadamente su compartimento de dormir, hermético y estrecho (apodado «el ataúd»), carecía de la ventilación y lo obligaba a subir cada 15 minutos, abriendo la escotilla para tomar aire.
En otro caos climático, el aparejo de ancla de Olo había torcido gravemente algunos de los herrajes clave del timón. Doba manipuló el sistema de dirección para mantenerse cerca del rumbo, aunque hizo un progreso incoherente durante tres largas semanas. El 30 de junio estaba a más de 3200 km de Lisboa. Necesitaba ayuda pero un rescate era muy costoso. Por suerte, el capitán de un buque de carga con destino a América Central se apiadó de él, lo saco del mar, y su tripulación hizo la reparación. Varias horas después, y con una comida caliente, volvió al Atlántico. La asistencia causó que pierda toda esperanza de establecer un récord mundial Guinness para el viaje más largo sin ayuda en kayak o canoa.

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A principios de agosto también lo castigó el clima, con ráfagas de 100 km/h y los mares estaban blancos de tantas olas. A pesar de eso, se mantuvo positivo. Él siempre dice que es un 150% optimista y lo días malos un 100%.
La comida que utilizaba era iofilizada: estofado con verduras, pollo y pasta con salsa boloñesa. Su kayak estaba armado con desalinizadores y paneles solares, remaba desnudo cuando hacía mucho calor, entre 5 a 12 horas al día.
Al acercarse al continente Europeo, fue derivado hacia el noreste. El 3 de septiembre, después de navegar un tramo incierto del Canal de la Mancha, Olo aterrizó en la ciudad portuaria francesa de Le Conquet.

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No obtuvo el récord Guinness pero logró su objetivo de ir de continente a continente. Viajó un 25 por ciento más de lo que podría indicar la ruta. Ahora quiere pasar tiempo remando con miembros de su asociación local de kayak polaco, y contarles las historias del viejo lobo de mar a sus tres pequeños nietos, sabiendo que las grandes aventuras del abuelo Olek pueden continuar aún. «Me quedan 29 años antes de cumplir los 100», dice Doba,»mi cuerpo se ve un poco viejo. Pero adentro mi corazón y mi mente son jóvenes”

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«Siempre soy un 150% optimista y los días malos, un 100%”

Tres Cruces del Atlántico en 7 años
2010 Dakar a Senegal en Acarau, Brasil.
2014 Lisboa, Portugal, a Port Canaveral, Florida
2017 Nueva jersey EEUU a Le Conquet Francia
Aleksander Doba fue galardonado con el premio National Geographic Aventurero del Año en 2015

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Fuente Andrew Tilin Outside Mag

AguaKayak

Lago Nahuel Huapi III, La Vida de Viaje

octubre 6, 2017 — by Andar Extremo

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Andrés Calla y Jimena Sánchez nos comparten su última y tercer entrega de la experiencia en kayak por el lago Nahuel Huapi. Nota de la revista 46

El hombre animal
por Andrés Calla y Jimena Sánchez

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El margen oeste del lago es la más agreste. El coihue, la lenga, el ñire y el arrayán son los verdaderos dueños de estas tierras. Todavía se pueden ver las casas de aquellos pobladores que viven desde mucho antes de la creación del Parque Nacional. Son hogares humildes, con techos y paredes de madera nativa, gallinas en corrales y algún que otro molino de viento que quedó relegado del tiempo.
Chequeamos el pronóstico y es poco alentador: en tres días se cae el cielo y se vuela todo. Pero ese mal clima no va a durar un día o dos, sino seis. Ergo: debemos llegar a Bahía López en tres días porque en la cuenta de comida, el saldo es negativo.
El Blest es el brazo del Nahuel Huapi que más promete. Es un lugar turístico visitado por miles de personas al año que lo navegan en catamaranes y barcos, y que conecta Argentina con Chile. Para nosotros es una garganta de 15 km de largo. Las condiciones ideales para remarlo de ida son dos: sin viento (tranquilidad absoluta, avanzaríamos a nuestro ritmo) o viento leve del este (un empujón de atrás, avanzaríamos un poquito más rápido)
A medida que nos vamos acercando a su boca todo se complica. Hacemos una parada en la isla Centinela para un segundo desayuno. En este islote de 250 metros de largo y 100 de ancho, descansan los restos de Pascasio Moreno, el explorador, geógrafo y político más importante de la década del 80 en Argentina. Mientras preparo avena con nueces, Andrés sale a fotografiar la isla. Llega hasta el extremo opuesto desde donde puede ver al profundo Blest y vuelve con un pronóstico extendido:
-Podés creer que está entrando viento del oeste…
-¿Cómo la ves?
-Y… está picado…
-No quiero pasar otra vez por lo de Dina Huapi. Si lo ves bien, vamos y si no, cruzamos a la playa de enfrente y nos quedamos.
-No, dale, comamos y sigamos.

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Dos días atrás, remando con lago planchado, Andrés me confiesa que estaba algo aburrido, que él había ido a buscar aventura y que los días, hasta ahora, habían sido muy tranquilos. Poco viento en contra, poco viento a favor.
-Tené cuidado que la última vez que dijiste algo parecido te diste un palo con la bicicleta en San Luis.
Y agregó con tono mitad chiste, mitad en serio:
-Guarda con lo que decís porque acá no estás solo. Yo no vine a buscar más aventura que ésta, así que tené cuidado con las palabras que usás porque lo que pidas lo vamos a vivir los dos.
Al salir del reparo de la isla Centinela casi se nos vuela el alma. Estábamos en el lugar más complejo del lago, donde no debía soplar viento y donde las olas eran sinónimo de quilombo. Pero en lugar de desesperarme como aquella vez en Dina Huapi, me dije: vos podés, ¿vos querías aventura? ¡Acá la tenés!
Empezamos a remar con fuerza y constancia para no perder el ritmo, pero yo me quedé muy atrás. Andrés me saca mucha ventaja y el viento se pone peor… acá no la puedo cagar. Lee mi mente a distancia, y frena, saca su remolcador para ir juntos y cerca, otra vez.
Vamos avanzando a paso de babosa, frenando en pequeñas bahías para aflojar los músculos y la tensión, que sabe a agua dulce de glaciar. La realidad es que no sabemos con qué nos vamos a encontrar a medida que vamos avanzando.
¿Habrá un paredón? ¿Habrá una playa? ¿Habrá piedras? ¿Podremos parar? ¿Cómo pegarán las olas?
Lo que venía después no estaba en los planes: 2 km eternos de paredones de piedra y el catamarán que navega el brazo Blest, del lado de enfrente. Ahora no sólo tenemos olas de frente sino también del lado del paredón y del lado del catamarán.
3-O-L-A-S.
De diferente altura y dirección. Veo cómo la proa del kayak de Andrés sube dos metros y rebota en el agua, y él a veces no alcanza a verme, también por las olas. Debo estar atenta al cabo del remolque porque si se engancha con algo, corremos el riesgo de caernos al agua.
Y Andrés me pregunta cómo estoy, y no sé qué responderle.
Tengo miedo.
El paredón no termina más.
Y la playa no llega más.
Y todo pasa lento.

3

Y se me viene un recuerdo absurdo a la cabeza: la primera vez que hice kayak en México con mi papá. El mar estaba tranquilo y los dos remábamos en un kayak doble de plástico. Entrábamos al mar cortando la ola y lo estábamos haciendo bien, pero cuando quisimos doblar, vino una ola y nos dimos vuelta. De repente me encontré abajo del agua, con los ojos abiertos hacia la playa y el kayak como sombrero. Empecé a preocuparme: ¿dónde está papá? ¿Dónde está Papá? Y cuando salí a la superficie, lo vi y respiré profundo y…
¿¡Qué carajo hago pensando en eso!?
Vuelvo al Nahuel, y Andrés me pega otro grito:
-¿Cómo estás?
-Bien, ¡¡Pero quiero costa!!
-¡Yo También!
Y aparece una playa a la derecha, pero si entramos con esta ola seguro nos tumba. Entonces seguimos remando para que esa ola nos empuje de atrás. Y llegamos. Y me tiembla todo el esqueleto. Y a Andrés, después de tanto remolcarme, le duele el hombro derecho.
Bingo.
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Nos quedamos en la costa a descansar, esperando que el caos se calme de una vez. Hace frío y hay muy poco sol, mala combinación. Andrés me confiesa que su decisión de salir de la isla Centinela no fue buena. Que nos deberíamos haber quedado, que nos arriesgamos sin sentido. Y le respondo: vos querías aventura. Casualidad o palabras que crean realidad.
Dos horas después, el lago se plancha. Maldito lago, maldito Eolo. Me acuerdo de Nahuelito, esa supuesta criatura acuática desconocida que, según la creencia popular, habita en esta inmensidad de origen glaciar. Al único ser al que hay que temerle en la Patagonia es al dios del viento que se encabrona y ralentiza a los seres humanos que buscan romper cadenas y sumergirse en lo desconocido.
Salimos.
Y el sol nos calma el pulso.
Y aparece Prefectura arriba de un gomón.
Y nos pregunta si estamos bien.
Y llegamos a la cascada del arroyo Blanco.
Y sentimos que todo el esfuerzo valió la pena.
Al otro día nos levantamos bien temprano. Son las 6 de la mañana y el sol aún no salió. Las botas de neoprene, las calzas, las remeras, están húmedas. Nos duelen los huesos cuando nos metemos en el agua y empezamos a remar. Hasta nos ponemos guantes, pero las manos tardan en entrar en calor y los pies… ni pensemos en los pies: son dos icebergs.
Llegamos a puerto Blest, un pequeño embarcadero anclado en una bahía de arena volcánica con los cerros Esperanza y Tres Hermanas, escoltándola. Es un paraíso en el corazón de la Cordillera de los Andes que esconde a la selva Valdiviana, uno de los lugares más lluviosos de Argentina (3 mil mm de precipitación anual). Cohiues y alerces gigantes, arbustos bajos y verdes, lianas y enredaderas son los tesoros que encuentran los aventureros que se animan a explorarla.
Puerto Blest sirvió de puerta de entrada al lago Nahuel Huapi desde Chile. Desde 1620 los militares usaron este paso en búsqueda de indígenas esclavos. Lo cruzaron misioneros, viajeros y colonos y fue un punto estratégico dentro de la Campaña del Desierto. Las huellas de la historia no sólo están en la tierra, también se ven en el agua.
No nos queremos demorar mucho más en salir. Vemos una ráfaga bien al fondo, entrando en el este y al rato, otra vez, viento en contra. Estamos cansados, el cuerpo está cansado. Ni bien salimos del brazo Blest, la cosa cambia. El lago nos guiña el ojo y se aquieta…se vuelve mudo. Con su mano derecha entramos en el último brazo de esta larga aventura.

4

El brazo Tristeza tiene cascadas, pero no vemos ni una. Abril no es un mes de agua y las pocas lluvias de verano no hicieron brotar ni siquiera un chorrillo. Quizás por eso se llama Tristeza…sus lágrimas tienen caída libre. Son 14 km tallados por la naturaleza. Es angosto, prístino, salvaje, y está enmarcado por los cerros López y Capilla. Ahí vamos nosotros, entre paladas de pensamientos. No queremos bajarnos del kayak ni que la travesía se termine pero el reloj anuncia que en 24 horas llegaremos al km 0 de esta larga aventura.
A la mañana siguiente ordenamos por última vez el equipo, tomamos el último mate sobre la costa, apoyamos por última vez las manos sobre el agua, y remamos por última vez las aguas del Nahuel. Nadie dijo que la salida iba a ser fácil. Faltaba una prueba más.
La entrada y salida del brazo en días de viento es complicada: se juntan los vientos de tres grandes regiones del lago y se suma la pared del cerro López donde esos mismos vientos rebotan. Las olas, también. Viniendo del sudoeste, los últimos mil metros pueden volverse tu peor enemigo, Sólo hay paredes de roca y nada más.
Ahí estamos nosotros con viento a favor, el que tanto pedía Andrés, pero en el peor lugar del lago. Encima de todo, con ola de atrás, esa que no te da tiempo a enderezar el kayak porque te mueve de un lado a otro, esa que en días rabiosos te puede desestabilizar y plaf!, al agua, esa que existe para una cosa: molestar.
No hay palabras para describir cómo se mueve el kayak. Dina Huapi no fue nada, menos lo fue Blest. Las olas son enormes, están más altas que nunca. El rebote en el paredón es abismal, no me da ni la velocidad de los brazos ni los movimientos del pie sobre los pedales del timón para lograr que al menos un segundo el kayak quede derecho. Andrés está cerca mío intentando seguir adelante pero creo que ninguno de los dos se esperaba ésto. La despedida del Nahuel es como él: violenta, desordenada y al límite.
Hay que llegar a esa punta, doblar y entrar en bahía López. Pero otra vez, como tantas veces, esa punta no llega. El paredón se hace eterno. El pulso cardíaco se acelera por demás por la ansiedad de llegar.

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Pero llegamos.
Y gritamos de la alegría.
Porque lo hicimos. Y lo hicimos bien.
Y los ojos empiezan a brillar.
Y las lágrimas se entremezclan con el agua.
Y es en ese instante donde lo natural y lo humano, se hermanan.
Huapi, en idioma mapuche, significa isla, tierra aislada por ríos o quebradas. Nahuel quiere decir tigre, pero algunos dicen que en realidad significa «hombre transformado en tigre». La raíz «na» remite a saber y «Nahual» al conocimiento de las cosas secretas de la naturaleza.
En el lago Nahuel Huapi fuimos testigos, aprendimos a observar la naturaleza y a oír sus mensajes ocultos. A veces, nos sentimos una pieza más de la Madre Tierra…y es que lo somos, pero casi siempre lo olvidamos. Nos sentimos como esos antiguos exploradores que leían el agua y las nubes para zarpar o arribar. Nos sentimos solos, como nunca antes. Nos sentimos héroes y humanos al mismo tiempo. Nos sentimos tan frágiles como el cristal. Tuvimos miedo. Reímos y lloramos de adrenalina. Peleamos con el agua y con nosotros mismos.
Después de 16 días, conquistamos nuestros límites. El sabor es dulce y frío como las aguas inmensas y cristalinas del cuarto lago más grande de Argentina.
Nahuel Huapi, ya sos parte de nuestra historia.

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Lago Nahuel Huapi II, La Vida de Viaje

octubre 6, 2017 — by Andar Extremo

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Andrés Calla y Jimena Sánchez nos comparten su segunda entrega de la experiencia en kayak por el lago Nahuel Huapi. Nota en la revista n° 43

«El Enemigo Invisible»

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Solos en una isla, en una playa. En la oscuridad se escuchan aullidos, quizás de ciervos. Hace mucho frío y el lago está furioso y ciclotímico: de noche es una seda, de día las olas salpican su superficie. Estamos en la isla Victoria, en el corazón del Nahuel Huapi. No es una isla pura sino todo lo contrario: fue manoseada por quienes la habitaron, al contrario de lo que nos cuentan.
En 1903 llegó Aarón Anchorena, un aristócrata argentino que deslumbrado por la belleza del lugar, solicitó al Estado Nacional su usufructo. Al año siguiente y ya instalado como arrendatario, construyó una vivienda, un astillero en el puerto, muelles, abrió senderos destruyendo la vegetación nativa y limpió sectores del bosque para sembrar especies exóticas. Además impulsó la explotación ganadera y maderera, y después de una década, devolvió las tierras al Estado.

2

Desde ese momento pasaron 15 años de permisionarios que aumentaron el número de cabezas de ganado, de talas y de incendios, lo que produjo una reducción del 50% del bosque andino-patagónico que cubría la isla. En 1924 se creó el Vivero Nacional (ubicado en el centro de la isla) con la intención de reforestarla con especies nativas y exóticas de todo el mundo. Sin embargo, «las de afuera» (el pino oregón, el pino ponderosa, el arce y la retama) empezaron a desplazar a las nativas. Hoy eso es un problema que las autoridades del Parque Nacional Nahuel Huapi están intentando resolver.
A pesar de la historia tan injusta que le tocó, es la isla más importante del lago. Y porque el clima así lo quiere, nos quedamos tres días en la playa Piedras Blancas. El primer día disfrutamos de estar con los pies sobre la tierra. El segundo no sabíamos si salir o no, porque los corderitos (olas) que estaban llegando del este venían jugando una carrera con una ráfaga de más o menos 40 km/h. Al final decidimos no salir, pero aprovechamos que los kayaks estaban vacíos para entrenarnos un poco en esta materia que nos estábamos llevando a marzo: remar con olas cuando el viento lo tenías de costado.
Mientras nos equipamos, llegó un velero. Se bajaron cinco hombres de unos 50 años, y mientras amarraban su embarcación, nos miraban. Bajamos los kayaks a la costa y ellos una heladerita. Nos ajustamos los chalecos y ellos sus mandíbulas para un asado. Agarramos los remos y ellos velocidad como manada de caballos.
-Chicos, no salgan, eh.
-No, gracias. Vamos a jugar un poco con los kayaks pero dentro de la bahía.
-Ah, menos mal. Estábamos preocupados. Este lago es muy puto.
«Este lago es muy puto», era poesía pura…segunda vez que lo escuchamos. La primera vez la oímos salir de la boca de un chico de 16 años que intentaba convencernos de que el Nahuel no era moco de pavo, que no nos confiemos nunca de su calma porque la mayoría de las veces le precedía una tempestad. Y mientras las olas se iban poniendo más bravas, los hombres de 50 afilaban sus cuchillos sin mayores preocupaciones y nosotros… nos metíamos al agua a jugar, cerca de la orilla.

3

Piedras Blancas era un paraíso. Y como en todo paraíso natural, no hay señal de celular. Pero uno de los hombres cincuentones nos avisó que teníamos que caminar hasta la cima que está en uno de los extremos de la bahía para poder dar señales de vida. Lo bautizamos como «el locutorio», o el lugar donde mandábamos mensajes. Llamamos a Prefectura y cargamos los paneles solares cuando la luz del sol iluminaba los puntos altos de la isla.
De noche, y mientras cenábamos té con chocolate, nueces y almendras, reflexionamos sobre las sensaciones del viajar en kayak. Debe ser similar a lo que siente un escalador cuando está enfrente de una montaña: la estudia, la analiza, la respeta y la admira…seguro le tiene miedo, pero él quiere superar ese miedo, quiere superarse a él mismo.

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Me quedé pensando en lo que decía Andrés y quizás era cierto, sin embargo había algo que nos estábamos olvidando y que marcaba el ritmo de todas nuestras travesías y viajes, estamos dejando de lado al verdadero enemigo de toda esta trama, un enemigo invisible que nos hacía luchar y que nos desafiaba minuto a minuto, día tras día: el viento, ese buscarabia del cual no nos librábamos ni en tierra ni en agua, él era quien definía nuestro destino cortoplacista.
El tercer día salimos de paseo. Dejamos la playa para caminar por la isla y atravesamos el bosque para llegar al antiguo vivero. Bordeamos el lago y llegamos a playa del Toro, una playa de arena con pinturas rupestres que atestiguaban el paso de los pueblos originarios que habitaban este territorio insular. Tomamos mate en el muelle y regresamos a Piedras Blancas pensando que al día siguiente había que levantarse bien temprano para poder salir de la isla.
La alarma del celular sonó a las 7 de la mañana. Decidimos desayunar una manzana para cruzar el lago lo antes posible. Hay corderos en el este, pero son bajitos, indefensos. Mientras remábamos, le rogaba al Dios del agua que nos dejara llegar tranquilos, le suplicaba que no se vuelva a repetir lo de Dina Huapi. Y Andrés, sin preguntarme, sacaba el remolcador y lo enganchaba en la proa de mi kayak para avanzar juntos lo más cerca posible.

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Una hora después y ya en tierra, el lago se arremolinaba, se llenaba de corderos. Sentí que me estaba por bajar la presión. No sé si por el cagazo o porque me faltaba un desayuno en el estómago. Mientras Andrés preparaba avena con nueces y almendras, respiré profundo y le agradecí a la Madre Tierra el aventón.
Entramos en el brazo Huemul y como las ráfagas eran del este, el lago ni se movía. Lo navegamos tranquilos, con la atención puesta en el paisaje y no en las olas-zamba. A este brazo lo rodeaba la mítica 40, esa ruta vertebral que une al país de punta a punta y que conocíamos a pedal. Si alguien nos hubiese preguntado si imaginábamos verla desde el agua alguna vez, le hubiésemos respondido seguramente que no, que en nuestros planes sólo existía la posibilidad de viajar en bicicleta y nada más. Hoy sabemos que las cosas pueden cambiar como la dirección del viento. Quizás esa sea la gran lección del enemigo invisible: él es tan incierto como nosotros.

6

Amanecimos cerca de la 40, preparamos el equipo y salimos. Parecía que el viento nos estaba tomando el pelo: esperó vernos en el agua para empezar a soplar. El lago fue un espejo durante la primera media hora de remada, pero después ese espejo se volvió una anécdota y lo peor de todo: lo teníamos en contra.
La proa subió en cámara lenta y cayó rápido y con fuerza. Tenía que cortar la ola si no, estábamos jodidos. El agua nos empapaba la cara. El ventilador cada vez soplaba con más y más fuerza y no quedaba otra que alejarnos de la costa porque la ola de ese lado pegaba de costado. Otra vez la adrenalina en la primera plana de nuestro diario de viaje.
Me di cuenta que tengo un temita con el tiempo mientras remo: una hora para mí son 20 minutos… 20 minutos eternos, pero minutos, no horas. El tiempo se estiraba y estiraba como chicle y todo pasaba lento, a velocidad de 7 km/h.
Cruzamos islas, pasamos cerca de casas tan grandes que me pregunté si en este punto de la Patagonia todas las familias eran numerosas o sus dueños competían entre sí para ver quién tenía la casa más grande, con más cuartos y mejor vista. Mis pensamientos tan superficiales se vieron interrumpidos por una lancha que salió de Bahía Mansa con cuatro amigos en dirección a nosotros. Me empezó a latir el corazón como si estuviese caminando en la avenida 9 de Julio con un camión a punto de atropellarme. No exagero. Le quise hacer señas con el remo, pero el viento no me permitía dejar de remar y cuando agarré más velocidad, el estúpido timonel esperó a tenernos a un metro de distancia para abrirse y desviarse. Ese timonel casi me mata de un paro cardíaco. Lo maldigo a los gritos y se me queda mirando. Ojalá haya escuchado algo de todo lo que le dije, especialmente la parte de sus músculos marcados y la lancha de papá.
Todo volvió a la normalidad cuando llegamos a bahía Mansa, pero como no había campings, debimos cruzar 100 metros a pie desde Bahía Mansa a Bahía Brava, porteando los kayaks. Le pregunté a Andrés:- ¿si les digo a esos chicos que nos ayuden? Pesan mucho los kayaks, amor. Y Andrés me respondió: no los molestemos, llevamos uno, descansamos, llevamos el otro y listo.
Al segundo siguiente, ellos mismos se acercaron:
-Perdón, una pregunta… ¿ustedes son Jime y Andrés?
-¡Hola! ¡Sí!
-¿Del blog: La Vida en Viaje?
-¡Sí! La Vida de Viaje.
-¡Yo los sigo! ¡Qué bueno verlos acá!

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Y entre charla y charla, aparecieron más amigos, todos con sus cascos y el pulso acelerado después de haber hecho el bosque de arrayanes en bici. Los seis nos ayudaron a cargar los botes. Gracias, gracias, gracias. Soy feliz.
Paramos en un camping por tres días sin deseos de irnos por la increíble ducha de agua caliente, ese chorro que nos usó de blanco perfecto, esa lluvia que nos recordaba que no todo era agua fría sino que también existía el agua caliente. Éramos los únicos en el camping y nos dimos el lujo de darnos una ducha de más de 10 minutos. Sepan entender: es una necesidad, cambia la temperatura corporal, cambian las ideas y nos urgía sacarnos el olor a neoprene que en este viaje se convirtió en nuestra segunda capa de piel.
Al otro día salimos a darle la vuelta a la península de Quetrihué en kayak. Ahí se escondía un tesoro: el bosque de arrayanes, algunos con más de 650 años de edad. Se trata de una especie nativa característica del bosque andino-patagónico cuyo tronco es frío y color canela. El vocablo «Quetrihué» significa en idioma mapuche «donde hay arrayán».

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Son 12 km de ida sobre la margen oeste y 12 de regreso por el este. Paredones muchos, playas para parar pocas. El frío del bosque, los chucao cantando (esos pajaritos tan chiquitos que vuelan en el sur), el viento ausente. Después de los días agitados que tuvimos, esto se volvía un paseo. Llegamos al muelle que indicaba el ingreso al Parque Nacional Los Arrayanes. Estacionamos los kayaks, sacamos del tambucho una lata de atún, pan y mayonesa y nos sentamos en un banco de madera que estaba sobre la costa.
-Perdón, una pregunta… ¿ustedes son Jimey Andrés de La Vida en… La Vida de Viaje?
-¡Hola! ¡Sí!
-Quiero que sepan que por su culpa estoy acá.
Los tres largamos una carcajada y nos volvimos a presentar. Facundo estaba viajando desde Bariloche hasta San Martín de los Andes por primera vez en bicicleta y vino a pedalear al bosque de arrayanes. Nos sentamos, almorzamos y dimos una vuelta por las pasarelas que conectan el lugar. Nos despedimos, volvimos a los kayaks para regresar al camping y en Bahía Brava nos volvimos a encontrar con Facundo para tomar unos mates. En ese momento, unos chicos se acercaron:
-Perdón, una pregunta… ¿ustedes son Jime y Andrés de La Vida de Viaje?
-¡Hola! ¡Sí!
-Los seguimos por el blog, nosotros también viajamos pero en camioneta.

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Guillermina y Gonzalo del blog: Vuelta por el Universo www.vueltaporeluniverso.com se sentaron así con nosotros a merendar. Ellos estaban cumpliendo su sueño de viajar en La Fugitiva, una trafic modelo 94. Charlamos, tomamos mates, nos despedimos y volvimos al camping sabiendo lo que nos esperaba: la sagrada e incomparable ducha de agua caliente.
Los próximos dos días fueron libres: libres de kayak, de comer algo más que fideos, de dormir siesta… Llovía, y cuando llueve el lago es una seda. Llovía a cántaros, menos mal que no salimos. A la mañana siguiente, y después de patalear (porque andá a saber cuándo volveremos a disfrutar de una buena ducha de agua caliente), salimos en dirección a la isla Fray Menéndez que estaba justo enfrente del camping. La rodeamos y pensé: «no todo es lo que parece», porque la cara oeste de la isla era tupida, llena de árboles y verde, pero la cara este de esta misma isla es gris, agrietada, un paredón. La explicación: la erosión del viento y del agua siempre es más fuerte en el oeste, y de ese lado el enemigo invisible se hace visible.
Era el día 12 de la travesía y el fondo transparente nos seguía sorprendiendo. Había vapor sobre el agua y seguían apareciendo islas: esta vez dos iguales y redondas. Entramos en el brazo Última Esperanza y nos preguntamos por qué habrá sido bautizado con ese nombre.
El bosque acá no es verde: es verdísimo. Es que el 4 de junio de 2011 el cielo de Villa La Angostura se tapó y la ceniza del volcán chileno Copahue lo cubrió todo (rutas, lagos, casas, senderos). Esa arenilla gris e invasiva parecía el fin del mundo. Sin embargo, desde ese día todo cambió. El pueblo se unió y en tiempo récord se recuperó. La naturaleza tomó la ceniza como abono y Villa La Angostura volvió a ser «el jardín de la Patagonia».
Las playas en Última Esperanza están aún hoy cubiertas de ceniza, y cuando entramos en el brazo de al lado, el Rincón, remamos rodeados de piedras pómez del tamaño de carozos de aceitunas. Los remos parecían maracas: hacían tanto ruido que creímos que en cualquier momento se iban a rayar. Al agua la sentimos más densa, más espesa. Después recorrimos el brazo Machete y de ahora en adelante sólo nos quedaba volver. Empezamos a recorrer la margen oeste del lago, la menos intervenida por el hombre, y entramos en sus brazos más largos y complejos: el Blest y el Tristeza.
Dicen que lo mejor siempre queda para el final.

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Rock Gardening, ILHABELA, BRASIL

mayo 8, 2017 — by Andar Extremo

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Bajo el nombre de Rock Gardening se esconde una de las modalidades más extremas del kayakismo, que se desarrolla entre rocas y grandes olas, desafiando la bravura del mar. En este caso, Márcio Bortolusso, Fernanda Lupo y Evaldo Plado se enfrentaron a una de las mas grandes tormentas del sudoeste de Brasil y la costa de Los Naufragios, en Ilhabela, fue testigos de los vientos de más de 100 km/h. Nota en la Revista Andar Extremo n° 44

Por Márcio Bortolusso

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Un ciclón extra tropical y un fuerte frente frío, produjo una de las tormentas más destructivas de las últimas décadas del sur y el sudeste de Brasil, que castigó a 1300 km de costa con vientos de más de 100 km/h y formaciones de olas de hasta 5 metros de frente en algunas áreas.
Paradójicamente, si bien se lamentaron las pérdidas y daños causados, lo que para muchos creó el caos, para otros fue la salvación. Así, mientras que el Cuerpo de Bomberos y Defensa Civil asistían cientos de necesidades como casas enterradas, árboles y estructuras públicas caídas, deslizamientos de tierra, inundaciones con autos arrastrados, rutas intransitables, barcos paralizados, ciudades sin energía eléctrica y teléfono cortados, con la atleta-documentalista Fernanda Lupo, decidimos hacer frente a esta tormenta histórica en búsqueda de nuevos avances en la víspera de una expedición atrevida que había llevado cinco años de preparativos.

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Para darle vida a este entrenamiento y hacer algo más que salir a “remar durante una tormenta», tomamos la oportunidad de celebrar una sesión de “Rock Gardening” en la Costa de los Naufragios. Este sitio es una de las áreas más críticas para la navegación a lo largo de la costa brasileña, y está ubicada al sur del Archipiélago de Ilhabela, área constantemente golpeada por frentes fríos poderosos.
El modo Rock Gardening remite al descenso de ríos y rápidos pero en Kayak de Agua Blanca en este caso, utilizamos kayak de Mar (como lo llamamos el deporte en Brasil). La emoción fue crear desafíos a través de las olas en un «jardín de rocas» en el mar, cruzando pasajes estrechos o punzante en bloques afilados y piedras cubiertas brevemente por espuma. Esta es una de las modalidades más extremas y menos conocida de Piragüismo que, por desgracia, significa para mucho: raros practicantes y mayor riesgo. Después de un par de llamadas y abandonos, finalmente «secuestramos» al kayakista Evaldo Plado quien aceptó superar sus límites y reforzó la seguridad de nuestro equipo.
Sin tener cuenta los preparativos detallados, específicos y exigentes para una expedición, tal vez alguno pueda juzgar nuestras decisiones, pero como remero olímpico necesito enfocarme para lograr el nivel de los Juegos Olímpicos. Nosotros tenemos que entrenar numerosas técnicas, a veces en condiciones muy duras, y prepararnos para los peores escenarios. Lo que puede parecer una locura, es el resultado de años de entrenamiento, el uso de un buen equipo (dispositivos satelitales, prendas con tecnología Gore-tex, etc.), estudios que van desde la meteorología a la supervivencia al aire libre (o de la Medicina a la navegación cartográfica) y el dominio de diversas técnicas específicas (salvamento marítimo, etc.). Después de todo, abrir un mapa y soñar con nuevos retos es lo más fácil del juego.
Entre las paredes de la costa de los Naufragios

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De acuerdo con la Escala de Beaufort un “temporal duro» tiene velocidad entre 89 y 102 km/h. Ese día, los meteorólogos habían informado ráfagas de 103,7 km/h en el área protegida de Ilhabela (oficialmente 95 km/h por el CPTEC / INPE), pero ya estábamos en el lado mar del archipiélago más expuesto a lo duro del Cuadrante Sur y, probablemente, el viento superaba estas marcas generando un destructivo temporal grado 11 en una escala que va hasta el 12 («temporal huracanado»).
Un espectáculo inolvidable mezcló diversión y tensión bajo un clima patagónico: enormes olas que explotaban en las rocas como dinamita, formaban cortinas de 10 metros de altura bajo un sonido capaz de preocupar a cualquier marinero… el mar parecía tomado por miles de osos polares furiosos, y el frío era extremadamente penetrante que obligó a remar con interiores térmicos debajo del neoprene.
Como grandes paredes de agua salada que se enfrentan en un sueño quijotesco, mientras las series más grandes llegaban en unos diez segundos, repetimos acciones para no golpear el fondo rocoso o ser lanzado contra la costa. Memorización de las piedras de la zona, remar con «casi» todas las fuerzas (reservando algo para una contingencia), penetrar en la pared de agua llenando los pulmones, emerger del torbellino equilibrando con el «apoyo» de remo, proteger las costillas de las rocas cercanas y recomenzar de nuevo esta secuencia hasta que pase lo peor de cinco o seis olas que venían cada tres a cinco minutos.

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Golpe, porrazo y bofetada en la cara fue el menú del día, sin tiempo para descansar o reposicionarnos, o buscar lugares seguros antes de ser tragados y arrastrados por una nueva masa de espuma.
Me sentía con sensación de pesadez y sin coordinación, con la impresión de que los compartimientos de carga estaban con agua. No podía girar el kayak, si me daba vuelta podía perder subir a la ola. Estaba agotado, con el pecho prendido fuego y sin energía ni para salir. Por suerte, la tormenta alcanzó su pico máximo y comenzó a decrecer, ahí simplemente quedó volver a tierra firme.

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Bajo la fina línea entre la seguridad y los riesgos reales, sin duda, fue una experiencia que nunca nos olvidaremos. La peligrosa aventura, exigió la mayor parte de nuestros conocimientos y nos enseñó y fortaleció más que un centenar de entrenamientos bajo el cielo azul.
Damos las gracias al anfitrión Neptuno por la fiesta memorable y a las marcas Gore-tex y Windstopper por la gran colaboración en estos últimos 10 años. Ellas fueron fundamentales para el logro de nuestros grandes sueños.
Con la certeza de que a menudo los peores días son los mejores, grandes aventuras para todos!
Para ver un video con las pocas imágenes que grabamos este día épico: video

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Expedición Bioceánica

abril 26, 2017 — by Andar Extremo

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Del Pacífico al Atlántico en kayak, Cruce del campo de hielo patagónico: “Un alumno y dos maestros”. El relato de este cruce comenzó con el primer viaje a Puerto Edén de Leonardo Proverbio (Cuny) y Sergio Camacho Villalobos en septiembre de 1999. En ese momento Cuny tenía 19 años y Sergio 28. El segundo viaje en el que se logró cruzar, fue hecho por Cuny y Roberto Trinchero en septiembre de 2016. Nota en La revista Andar Extremo n° 44

Por Leonardo Proverbio

Relato del primer viaje
Una de las mayores habilidades del ser humano es la de intercambiar mucha información a través de comunicarse de modos diferentes: hablándose, escribiéndose y mostrando fotos, como en este caso. Lo cierto, es que vivir el mundo real por nosotros mismos, siempre supera cualquier película que imaginemos.
Si querés escalar una montaña, transformar esa fantasía en realidad es la clave, intentarlo es el mayor aprendizaje para saber cómo hacerlo mejor. Gracias a las enseñanzas y voluntad de otros, logramos que sea posible.
La historia comienza con Sergio y un delirio de “algo en kayak” que había visto en un programa de TV español llamado “Al Filo de lo Imposible”. Me dijo que íbamos a cruzar en kayak por el campo de hielo patagónico, que a mí me llevaría un pescador chileno hasta la base de un bosque y ahí nos encontraríamos…sin preguntar mucho dije:- Vamos.
Casi 20 años atrás, las pasarelas de Puerto Edén eran iguales a las de ahora: calles del pueblo, sin autos, sólo barcos de madera pintados de amarillo.
En nuestra estadía acompañamos a Juan Bilbo en sus trabajos: bucear para encontrar mariscos, pescar róbalos, poner trampas de centollas y cortar leña. Comimos chogas en todas sus formas (ya que era lo que más se comía) y un día en el que fuimos a pescar, juntamos de todo para un curanto a la olla.
Una vez que Sergio estuvo sobre el puente de los pescadores, cargó el kayak para luego en la orilla comenzar su remada de 120 km hacia adentro del fiordo Exmouth, lugar donde nos encontraríamos para armar el campamento con nylon y quedarnos 1 mes esperando para cruzar a Chaltén. Sin un pronóstico climático, entrar a esas zonas era una aventura que podía durar varios días dependiendo de los antojos del viento.

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Con el Capitán Juan Bilbo, partimos a encontrarnos con el Gallego en algún lugar de los Fiordos (que luego resultarían ser mucho más grandes de los que esperábamos y al estar nublado encontrar un pequeño kayak era una aguja en un pajar). Llegamos a las cercanías del Glaciar Pío XI donde el oleaje y los témpanos nos obligaron a retroceder… ahí aprendí que en el mar y la montaña saber esperar es tan importante como ir rápido. Finalmente encontramos a Sergio para volver a Edén, donde subimos al cerro Panchote y conocimos a los últimos Kawésqar que en su infancia habían vivido sin el hombre blanco.
En la primera expedición no había mapas ni teléfonos satelitales, GPS, bengalas o pronósticos climáticos. Nuestra experiencia como deportistas tenía grandes bases físicas y motivacionales pero sin duda, no era la mejor forma de tomar decisiones. El salvajismo era la base de todo, y a lo largo de los años pude saber que esa visión de la montaña era la clave. La fuerza estaba y está en la motivación del espíritu, sabiendo que la montaña debía sentirse como un hogar.
Este viaje fue una gran experiencia en la cual aprendí que estas expediciones no son de montañismo sino de aventura, no hay manual o técnica que te enseñe a subir por vegetación cerrada, caerte en un pozo de selva, prender fuego cuando llueve, vivaquear en un agujero del bosque todos mojados, atar con alambre…también supe que no debía apurarme, porque el simple hecho de estar en este lugar era parte de los que considerábamos ser felices. Saber contemplar la naturaleza en cada momento, no pretender que todo sea ya y ahora, dejar que la naturaleza tome su curso y seguir sus tiempos es la clave para no tener un accidente ya sea dentro de los fiordos, la selva, el bosque, glaciares, campo de hielo, lagunas, ríos y lagos. Cada espacio tiene su tiempo, su clima, su forma, su momento… el no contemplar la naturaleza y dejarnos llevar por nuestros profundos pensamientos nos llevaría a malas decisiones. Aprendí también que estos lugares no son hostiles, no son enemigos, sería imposible lograr este cruce sin que la mente esté en paz y armonía con el entorno por el que avanzamos.

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2° Expedición 2016
Objetivo: cruzar del Pacífico al Atlántico a través del campo de hielo

No sabía nada de kayak, había realizado el curso de rescate en ríos de aguas blancas y guía de rafting, así que 2 meses antes de la expedición, Marcelo Hostar comenzó a enseñarme a remar hasta que finalmente avanzamos a buen ritmo y a eso sumamos conocimiento en papeleo y logística.
Comenzamos en Puerto Edén, remamos por el pacífico 120 km hasta el interior del Fiordo Exmouth y mediante varios porteros subimos las cargas y el kayak hasta el plateau glaciar del campo de hielo. Pasamos por el Paso Moreno a 1750 mts, luego bajamos por el Paso Marconi, refugio Fraile, Chaltén y retomamos la navegación pasando por el Lago Viedma, el Río La Leona, Lago Argentino y el río Santa Cruz hasta el Atlántico.

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LOS FIORDOS DE CHILE:
Usamos un kayak doble y dentro de él teníamos alimento para un mes, 6 litros de solvente, carpa grande, bolsas de dormir, ropa de montaña, equipos de ski de travesía, equipos de transito glaciar, palas, serrucho y tantas cosas llegando a casi 100 kilos de carga al inicio del viaje al que se sumaban los 160 kilos de 2 personas… iniciamos con 260 kilos, dudando si el kayak avanzaría o se hundiría.
Luego de verificar todos los papeles y permisos pertinentes, descansamos una noche en un hostel de Edén y muy temprano comenzamos a remar.
Los 120 km los realizamos en 2 días pero en el medio quedamos parados 2 días más cuando nos vimos obligados a dar la vuelta para retornar al campamento.
Atravesamos olas de 2 mts con rebotes en las paredes laterales con 30 o 40 nudos de viento, maniobras tan delicadas que una buena o mala remada marcan la diferencia. Roberto Trinchero era quien dirigía el timón del kayak, él determinaba los giros y yo escuchaba lo que me decía, remaba hacia adelante o algo lateral y cada tanto algún manotazo casi instintivo.
Pasamos por el Glaciar Pío XI lo cual nos llenó de motivación y esperanza al ver la zona glaciar, además de ser este punto una zona de témpanos y baja profundidad. Sin contratiempos pasamos dentro del fiordo Exmouth llegando tarde, cansados y con frío, para decidir el armado del campamento. A la madrugada, cuando subió la marea, tuvimos que desarmar la carpa y armar un campamento en el bosque que por suerte quedó bien montado y lo usamos durante un par de días más.

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LAS SELVA, EL BOSQUE Y LA TUNDRA:
Con una mochila para los 2 y lo necesario para una jornada de trekking, dejamos el Pacífico y comenzamos a caminar hasta subir al campo de hielo para hacer un reconocimiento de por dónde y cómo subir el kayak. Algo perdidos fuimos avanzando hacia arriba hasta llegar a superficies de roca y nieve, donde reconocimos la mejor entrada al campo de hielo sin necesidad de atravesar fuertes pendientes o terrenos llenos de grietas. En la bajada, cansados por la larga jornada de remo, el cambio de carpa, la madrugada y la caminata, nos perdimos a 600 mts de la carpa muy cerca de la costa. En la oscuridad, con la potente linterna, sólo veíamos acantilados de selva así que nos vimos obligados a vivaquear sin bolsas de dormir. Nos metimos pasto seco bajo la ropa, prendimos fuego y pasamos la noche. Al otro día caminamos 20 minutos y llegamos a la carpa. Cansados, comimos y dormimos todo el día.
Con nuevas fuerzas retomamos los porteos usando sistemas de poleas o arrastre a lo bruto para ir lentamente subiendo el kayak por etapas. Entre los ascensos, subíamos mochilas con lo menos necesario como remos, chalecos, cubre cockpit, grampones, piquetas, combustible, comida para el hielo. Dejamos algunos nylon atados como marcas para no perdernos, que luego quitamos para no dejar basura. Fuimos afortunados ya que el invierno seco no trajo lluvias fuertes en la selva, pero esta falta de precipitaciones haría más difícil el tramo final.

ROCA Y NIEVE:
Logramos dejar el kayak en la nieve para llegar a la zona de terreno plano del campo de hielo. Aún era necesario ascender una canaleta de 400 mts y 40-50° de nieve, luego bajar un corto tramo y, entre grietas, ganar pendiente hasta donde fuera posible comenzar el arrastre del kayak.
Desarmamos el campamento junto al mar y subimos definitivamente al terreno de montaña más expuesto al viento. Armamos un refuerzo de rocas alrededor de la carpa, y comenzamos a recibir los pronósticos climáticos provenientes de el Paso Mariano Moreno. Subimos primero un porteo de mochilas, luego el kayak que dejamos marcado y anclado para que no lo vuele el viento o lo tape la nieve. Así, a la espera de la racha como si fuera un pegue al Fitz, el viento nos dejó una ventana. Un día bueno, uno malo, y 2 buenos. Muy temprano, como siempre, desarmamos la carpa, nos disfrazamos de montañistas y llegamos al kayak que previamente habíamos encerado con 500 grs de parafina para facilitar su deslizamiento.

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EL CAMPO DE HIELO Y EL PASO MARCONI
Casi con las primeras luces dejamos un rato de sufrir tanto y rodeados de cientos de montañas nos dimos cuenta que el kayak realmente deslizaba. Habíamos aprendido que nada iba a ser fácil…todo en la Patagonia es más grande o está más lejos de lo que imaginás, pero era posible. Si fue posible subir todo por la selva, era posible cruzar el campo de hielo.
El primer día fuimos en dirección NE 30 km, viendo nuevas e inexploradas montañas hasta llegar a la base del cerro Kolliker, donde con serrucho y pala preparamos la carpa. Con rapidez y organización, con buena nieve, en 1 hs fue posible tener la carpa lista con casi 1,80 mts de altura de bloques de nieve.
El día siguiente fue nublado, ventoso y cayeron 20 cm de nieve. Estábamos cansados y nos fue útil comer, tomar y descansar la espalda.
El tercer día en el campo de hielo creímos que iba a ser más sencillo pero ascender los 450 mts de desnivel hasta el Paso Moreno y llegar hasta las rocas a la derecha de la entrada del Paso Marconi nos llevó varias horas. Armamos la carpa casi a las 20 hs. En el medio de este itinerario vi por detrás de una línea de nieve las cumbres del Fitz y el Torre apenas asomando, ese fue el momento en el que sentí por primera vez saber más o menos donde estábamos…fue como una sensación de estar salvados.
Ya casi sin comida, desayunamos polenta con chocolino y comenzamos la bajada hacia el Glaciar Marconi. Una vez en la zona más estrecha, realizamos 2 rappeles de 60 mts hasta dejar el kayak en terreno plano y lejos de la caída de bloques de hielo. Armamos una mochila de porteo y salimos en botas de goma para Chaltén ya que sólo nos quedaba una bolsita de liofilizado que comimos al terminar el sendero de la laguna del Eléctrico.
En Chalten, pasamos 3 días descansando y sumando kilos en el Restaurante Parrilla el Muro de Claudio Andrade, vecino de la infancia en Bariloche. Luego retomamos la subida a Marconi para bajar el kayak en compañía de Marcelo Hostar que quería navegar el Eléctrico, y los Gendarmes Diego Montenegro, Marco Olguín y yo terminamos de bajar las mochilas y, gracias a su ayuda, en lugar de bajar con 50 kilos bajamos con 17 kilos cada uno.

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LAGUNAS, RÍOS Y LAGOS
La bajada del kayak por el hielo de ablación fue fácil, sólo algunos tramos de piedras y morrenas complicaban deslizar el kayak así que usamos un carrito con ruedas inflables que subimos desde Chaltén. Una vez en el fin del Glaciar, cruzamos la primera laguna y fuimos a dormir al Campamento Eléctrico. Al otro día, navegando y usando las rueditas, pasamos el sendero de Piedra del Fraile hasta el Río de las Vueltas, que navegamos con mucho cuidado ya que había poca agua y muchas piedras.
Retomamos 2 días de descanso con asados, guisos camperos y buena onda en el Restaurante El Muro. Juntamos provisiones y comenzamos a remar nuevamente un tramo que realmente era el mayor del recorrido en kilómetros de avance. Desde Bahía Túnel comenzamos a remar hasta que el fuerte viento nos arrastró a la costa a sólo 10 kilómetros de iniciar la marcha. Con algo de viento que venía del glaciar Viedma, nos vimos obligados a pasar ese día atrás de unas grandes y antiguas matas de Calafate. Desde un terreno estepario casi desértico vimos las montañas de la cara opuesta a la que caminamos hacía una semana.
Alertas por estas opciones de viento, decidimos comenzar muy temprano a remar el lago Viedma ya que por la mañana algunos días solía estar menos ventoso. Con una buena jornada de remada, llegamos a la entrada del Rio La Leona y fuimos al parador a dormir. Por un descuido de dejar el kayak sin atar, casi lo perdimos a las 20 hs en la oscuridad, se fue solito 500 mts y quedó atascado en un banco de arena.

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EL RÍO SANTA CRUZ
En teoría, íbamos a llegar desde la dembocadura del Santa Cruz a Piedra Buena en 2 o 3 días, pero la realidad y lo que uno espera no siempre coincide… ahí en esas diferencias es donde la aventura comienza y debimos adaptarnos a los tiempos de la naturaleza. Al ser un invierno seco, el río iba bajo y algo lento, con poco espesor de agua. Algunas rocas, de golpe, me sacaban del aburrimiento, y alguna que otra ola llegaba a tener más de un metro.
Avanzando veíamos pasar guanacos, ñandúes, ovejas, caballos y estancias abandonadas… un inmenso espacio de cielo. El río era un lugar de pensamiento y meditación, como una vía a la reflexión. Con levantar la cabeza, pudimos ver el sol y contemplar lo que nos rodea hasta casi dejar de existir, o simplemente mirar el agua dejando crecer nuestros pensamientos, llevarlos a los lugares más profundos de nuestro ser para así entender mejor lo que somos y lo que nos rodea.
A cada parada hacíamos un fueguito y bajo el traje seco llegamos a ponernos 3 o 4 capas de abrigo. En el primer día, el rio tenía muchas curvas. Remamos en zigzag casi 75 km lineales, los dos segundos días fueron más rectos y en el medio nos vimos obligados a esperar que el viento amaine, además de sirgar el kayak con cuerdas en algunas riberas.
Para la parte final de Piedra Buena a Puerto Santa Cruz esperamos que la marea suba a las 11 de la mañana. Con marea bajando y la ayuda del rio llegamos a la desembocadura del Santa Cruz donde bancos de arena nos llevaron a arrastrar el kayak por algunos metros y luego un tirón corto hasta el fin de nuestra larga expedición de casi 45 días.

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CONSEJOS Y RECOMENDACIONES:
Aprendí que los problemas se auto-expanden. Solos, cada vez se hacen más grandes o más enredados, es como dejar una soga al viento… Es necesaria la voluntad de solucionar los problemas inmediatamente para que en momentos inoportunos no encontremos cabos sueltos.
Aprendí a compartir con mi compañero las cosas buenas y las malas. Si alguien está cansado físicamente es necesario decirlo, ya que el cansancio físico se refleja rápidamente en cansancio “cerebral” y la mala toma de decisiones o maniobras. Carece de sentido buscar culpas, pero es necesario que queden claros los errores para no volver a cometerlos. Me parece que sería más seguro ir en un equipo de más personas, tal vez 3 o 4, en el que cada uno vaya realizando un función y tarea. Eso permitiría hacer cada día mejor las cosas, más rápido, más eficiente y seguro, eso a la larga da más horas de alimentación, sueño y descanso.
El respeto entre las personas de la expedición es fundamental. La capacidad de hablarnos con educación y aceptar diferentes opiniones hasta llegar a un acuerdo, para luego con total energía y determinación desarrollarlo en equipo, es imprescindible. Eso permite si hay fallas, cambiar de plan.
Fundamental, llevar suficiente alimento, sistemas de comunicación, kit de reparaciones, botiquín completo (y saber usarlo) y mucho nylon ya que es lo único que realmente mantiene las cosas secas dentro de la carpa o el kayak.

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“El peor día de malabar siempre es mejor que uno de trabajo”

Generalidades del Kayakismo
La voluntad es la mayor fuerza. Para tener voluntad es necesario ser sinceros con nosotros mismos para saber qué es lo que realmente queremos. Todos dicen ser “felices”, yo aún no entiendo qué es ser feliz y, si ser feliz siempre es realmente posible o una ficción más que algunos logran con el “no pensamiento”. Después de todo, porque no puede haber días malos y tristes?… es imposible que haya siempre sol o sea siempre de día. De un modo u otro no puedo controlar el estado de mi “felicidad” pero sí puedo elegir dónde estar. Puedo tener un mal día en casa, en la calle, en una oficina, un bondi, o en un glaciar, sendero de trekking, centro de ski o en la cima de una gran montaña. Un día en la naturaleza, en la montaña, en el lago, el río, el mar o donde desees estar, siempre es mejor que estar por estar donde nada hay que hacer y perder ese poco tiempo que tenemos en esta vida. Si hacés lo posible con la mayor fuerza de tu voluntad, con la certeza de que es lo correcto, que cada paso que das va en buena dirección, todos serán tus amigos ya que siguen un mismo camino, y en ese camino contemplando lo que te rodea, la intensidad de vivir será tan poderosa que te demostrará que cada día puede ser único, que no hace falta nada material o valioso para ser feliz, simplemente debes estar en el lugar, el momento y la compañía apropiada. Jamás te mientas a vos mismo, sincerá tu mente expandí los pensamientos, conoce lo bueno y lo malo que tengas dentro, ya que es parte del todo.

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«La voluntad es la mayor fuerza»

De las montañas he aprendido tantas cosas que no tienen nada que ver con las “técnicas de escalar”…lo poco que se necesita para vivir: una mochila, techo, abrigo, agua y comida… ver la simpleza de las cosas y lo complicado que se torna “ser parte del sistema”. Uno elige vivir entre los hombres o podemos vivir en la naturaleza donde no hay reglas o formas.
Cuanto más estés en la montaña, más misteriosamente fluye todo. El viento no sólo es capaz de volar tus cuerdas infinitas veces en un mismo rappel, sino que puede generar grandes olas en los encajonados fiordos de Chile, esos acantilados cambian de corrientes con las mareas generadas por la luna.
Una manera de aprender el arte de la paciencia es contemplar con atención el presente, el sonido del mar, el viento en los árboles, el ahora que nos rodea. Así estaremos atentos a rápidos imprevistos o a lentos cambios del clima
Hay tres tipos de miedos: unos reales, otros de la imaginación o contagiados por otras personas. He llegado a casi perder el control de mi cuerpo por el modo en que temblaba por cometer errores y entrar en las trampas de la montaña. Otras veces estuve a punto de matarme y casi no fui consciente de lo que pasó, sintiendo el silbido de una piedra al pasar cerca de mi cabeza o caer por más de 25 metros repentinamente. Pasadas varias horas al ir a dormir, ser consciente de lo que pasó y empezar a tener miedo. Estos miedos pueden ser reales o producto de nuestra mente, pueden durar un segundo o vivir por siempre en nosotros. Escalando una gran pared es normal tener miedo a las alturas “al patio” pero es el suelo con lo que realmente nos golpeamos, el temor imaginario no nos permite ver la realidad y nos lleva a los verdaderos errores peligrosos. Entender nuestros temores más profundos, ser conscientes de nuestras debilidades físicas, mentales y espirituales nos dan una mejor conciencia de la realidad, de lo que realmente está pasando a nuestro alrededor. Fue así que en este viaje no tomé ninguna fuerza de la naturaleza como enemigo, fui por el mar sin temer a las olas sino contemplando sus formas, entré en la selva cerrada con cuidado de no tropezar, pase horas escuchando el fuerte viento, mirando las nubes cerrarse hasta llover dejando que la fuerza del río sea aliada. La montaña es un reflejo de lo que ya tenemos por dentro, un espejo.

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AguaKayak

LAGO NAHUEL HUAPI, LA VIDA DE VIAJE

enero 3, 2017 — by Andar Extremo

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Andrés Calla y Jimena Sánchez de La Vida de Viaje, viajan en bicicleta por Argentina y esta vez, nos comparten su experiencia en kayak por el lago Nahuel Huapi. Nota de la revista Andar Extremo n° 42

“La fuerza de lo Natural»

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Son las 3 de la madrugada. No sé por qué, pero me despierto, quizás por los sueños monotemáticos y recurrentes que tengo durante los días previos a la salida: yo remando en un lago planchado, yo remando en un lago agitado, yo surfeando olas de 5 metros con el kayak. Pero ese día me doy cuenta de que no soy la única que tiene grabado en el inconsciente las pocas horas que faltan para empezar la travesía. No. Lo primero que escucho una vez abiertos los ojos es la voz de Andrés que soñando me pregunta:-¿cómo está el lago? .Claramente no le respondo. Lo miro, me río y le susurro:- shhh, tranquilo.
El calendario tenía fecha de partida 18 de marzo, pero el Nahuel quiso que nos demoremos 24 hs más. Ese día, la Patagonia amaneció ventosa, fría y lluviosa. Y Prefectura (porque para hacer este tipo de travesías uno tiene que presentar una carta solicitando permiso, un listado y fotos del equipo, incluyendo los elementos de seguridad) nos llamó a las 8 de la mañana avisando que el puerto estaba cerrado (se dice así cuando las embarcaciones tienen prohibido salir a navegar por las condiciones climáticas).
Menos mal que las cosas salieron así y no de otra manera: además de que el clima no era el mejor, la noche anterior nos habíamos acostado super tarde. Estábamos cansados por las idas y vueltas de los preparativos, nos habíamos estresado porque la radio VHF (otro obligatorio para hacer este tipo de travesías) no funcionaba… en fin, necesitábamos un día de nada, y ese 18 de marzo en lugar de remar, dormimos como morsas.
A la mañana siguiente no había excusas: un sol que raja la tierra, calor de verano y una brisa de viento. El día ideal para salir a remar. El Nahuel nos espera como pocas veces se lo ve: pacífico, quieto, como la pileta del jardín de mi casa. Mientras una amiga nos lleva con los kayaks, las bolsas secas, los remos y todo el equipo en su Fiat 147. La emoción de estar a punto de empezar nos pone la piel de gallina.
El km 0 es en Bahía López, ahí nos esperan tres Prefectos que con una carpeta y un ckecklist en mano, revisan con lupa que todo el equipo esté en condiciones. Después de media hora de ordenar y poner todo en su lugar, saludamos a nuestra amiga, nos despedimos de los Prefectos (y ellos se despiden de nosotros sacándonos una foto mientras entramos en el agua), y partimos.

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Después de las primeras remadas, freno, apoyo el remo sobre el cubre copickt, pongo mis manos sobre el agua y cierro los ojos: «sólo necesitamos 17 días de vos en paz». Acto seguido, Andrés me dice:- bueno Sánchez, a Bariloche vinimos para esto. Y le respondo con una sonrisa y ojos saltando de adrenalina. Y pienso que más allá de la aventura, éste es un viaje de purificación. Por eso el agua, hoy y ahora.
El Nahuel Huapi es un lago de origen glaciar compartido entre las provincias de Río Negro y Neuquén, y vive dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi, el primer Parque Nacional de Argentina. Su superficie, 557 km2, lo ubican en el cuarto puesto dentro de los lagos más grandes de nuestro país. Su profundidad máxima es de 464 metros y tiene siete brazos o ramificaciones: Campanario, Huemul, Última Esperanza, Rincón, Machete, Blest y Tristeza. La vuelta completa, incluyendo brazos e islas, suma aproximadamente 400 km.
En el siglo XVI toda esta zona estuvo poblada por pueblos llamados ténesh o poyas, habitantes milenarios del Nahuel Huapi también conocidos como «vuriloches» (gente del otro lado de la montaña) por los mapuches. Al lago llegaron militares españoles, misioneros jesuitas de Chile y la figura más emblemática de la Patagonia argentina, el perito Francisco Pascasio Moreno, que remontando el río Limay arribó a la costa este del lago. Él fue quien donó las tierras para que tiempo después se creara el Parque Nacional.
No sabemos cuántos le habrán dado la vuelta completa. Quizás muchos o quizás menos de los que imaginamos. Pero poder sentirnos al menos por un ratito en la piel de aquellos primeros exploradores que vaya uno a saber qué pensaron cuando se encontraron con tan titánico lago, es como convertirnos en los protagonistas de una película fantástica y épica a la vez. Porque salvaguardando las distancias de tiempo y espacio, el agua sigue siendo la misma. Y el escenario, también.

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Empezar la travesía en Bahía López tiene un lado B: sí o sí debíamos salir con poco viento. Es que a la izquierda están los brazos Tristeza y Blest, los más largos y complejos del Nahuel Huapi. Y sumado a que saliendo de la bahía, el lago empieza a abrirse hacia la derecha, hacer estos primeros kilómetros con el lago picado hubiese sido una odisea peligrosa para dos principiantes kayakistas. En su lugar, navegar este tramo con 0,0 km/h de viento es una bendición tan azarosa como improbable.
Además del desafío de salir de la bahía, se suma el de cruzar «La tabla», unos paredones altísimos que con viento se convierten en la zona más peligrosa y expuesta a las olas del Nahuel. Pero el día de la salida es el día de yapa. Dejando atrás la península LlaoLlao, y con esas paredes de piedra tan imponentes, nos sentimos como en la película “Querida, encogí a los niños”, diminutos, frágiles y vulnerables, pero sobre un lago sedoso y tranquilo. Algo que casi nunca se da.
La inmensidad y nosotros.
Y nada más. Ni nadie más.
Al mediodía, y después de dos horas de remada, paramos a almorzar en la península San Pedro. Estacionamos los kayaks entre unas rocas, sacamos una de las cuatro bolsas de 1 kilo de frutos secos que compramos y maldecimos a quien las preparó: hay un exceso de pasas de uva. Tomamos un puñado y de 10 frutos secos, 7 son pasas. Todo bien con las pasas, pero presentimos que a la semana ya las vamos a odiar.
Las horas pasan y avanzamos en piloto automático. Entramos en el brazo Campanario y la luz de la hora dorada vuelve este instante surreal: el agua está tan baja que tenemos que sumergir sólo la punta del remo para poder avanzar, subimos los timones para que no peguen con la arena, vemos que la luna se asoma llena y de la nada empieza a sonar de una de las casas de la costa una ópera de Pavarotti a los cuatro vientos. Frenamos en una playa y así como quien se bautiza, nos damos nuestro primer chapuzón en estas aguas mágicas del Nahuel. A las 8 de la noche y con los últimos rayos del sol, llegamos a playa Bonita, nuestra parada del día. Habemus remado 40 km. Nuestros primeros 40 km en el Nahuel Huapi.

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Salimos de playa Bonita con una leve brisa del este. El reloj marca las 11 de la mañana y la proa del kayak apunta hacia la isla Huemul en una diagonal de casi 3 km. En este lugar se dieron los primeros pasos en la investigación de la energía nuclear en Argentina. Hoy es solamente un área protegida de 75 ha. Su nombre viene dado del apellido de un antiguo poblador, Bernardino Guenul, y que por alguna cuestión que desconocemos (quizás por una deformación fonética o por referencia a una especie de ciervo nativa) se transformó en Huemul.
Muy cerca de la isla vemos la proa de un barco semi hundido. Le damos la vuelta y la claridad del lago nos permite ver parte de la quilla, la cubierta y su popa clavada en la arena. La historia nos sumerge en sus profundidades: de 1948 a 1965 era una lancha torpedera de la Armada Argentina, que luego fue vendida y convertida en una lancha de paseo turístico. «Don Luis» prestó servicio en la ciudad de Mar del Plata, pero después fue vendida y trasladada a Bariloche donde fue utilizada como lancha de paseo en el Nahuel Huapi, uniendo puerto San Carlos-isla Huemul entre los años 70 y principios de los 90.
En julio del 93 una fuerte crecida del lago dañó por demás las instalaciones del puerto San Carlos y provocó el hundimiento de «Don Luis». Una vez reflotado fue trasladado a la isla Huemul, pero quedó abandonado y varado en la costa durante años. Nuevas crecidas hicieron que se hundiera muy cerca del muelle en aguas poco profundas. Hoy sólo se asoma su proa, sin mucha más suerte que la que le tocó.
Al lado de Huemul hay dos islas mucho más pequeñas llamadas, informalmente: Gallinas y Huevo. Le damos una vuelta a las tres y sin intenciones de hacerlo, empezamos a entrenar la mirada.

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A diferencia de las demás islas, los paredones de piedra de Gallinas esconden multiplicidad de formas. Lejos de ser uniformes y prolijos como otras paredes, se agrietan, sobresalen, se hunden y se quiebran exageradamente. Las islas están alfombradas de piedras anchas y redondas de colores verde, naranja, marrón, gris y violeta. Cualquier amante del fen shui se volvería loco y querría cargarlas en su bote para decorar sus ambientes zen. Es que este sitio, así como está, es zen y mágico a la vez.
Frenamos, acomodamos los kayaks en la orilla y sacamos de uno de los tambuchos el termo, la pava y la cocinita para calentar agua para unos mates. Mientras cortamos un poco de membrillo para acompañarlo con unas galletitas de agua, Andrés me dice:- todo lo que hacemos, lo hacemos por y para ésto. Y me quedo pensando en su reflexión mientras observo esos botes de plástico que con sus remos nos permitieron llegar hasta acá.
Sí, lo que hacemos (viajar, sin importar el medio que elijamos para hacerlo) es para sentir el éxtasis que nos regala todo ésto que nos rodea. Y aunque quizás para muchos ese todo sea nada, es esa nada la que nos completa. Estamos en el medio de un lago, sentados en la piedra de una isla, escuchando el sonido del agua, tomando unos mates, un lunes a las 12 del mediodía
Nos subimos otra vez a los kayaks y vemos que lo profundo empieza y termina infinidad de veces siguiendo la intermitencia de un fondo que a simple vista parece que no termina nunca. De turquesa se convierte en azul océano, y a pesar de ese abismo sin transición, nosotros seguimos flotando gracias a estas superficies amarillas y rojas que nos contienen.
Empiezo a traducir esos mensajes que la naturaleza tiene para nosotros. Me alejo de la isla unos pocos metros y veo que la piedra que se asoma es igual a la piedra sumergida. «Como es arriba es abajo, como es abajo es arriba» dice la ley de la correspondencia. «Como es afuera es adentro, como es adentro es afuera». Y respiro el mundo enfrente que se encuentra frente a mí.
Sigo observando y pienso: «en la naturaleza, hasta la muerte es bella». Los árboles verdes que crecen con sus raíces firmes en la tierra son tan espectaculares como los árboles color ceniza que se apoyan con sus raíces al sol y que sirven de hábitat para reptiles, aves y roedores. En este lugar, como en todos los lugares del mapa donde la naturaleza habita, conviven la vida y la muerte. El inicio y el fin, el infinito y lo finito, lo intraterreno que no vemos y el planeta como lo conocemos.
De las islas nos vamos hacia el centro cívico de Bariloche y lo recorremos como pocos: desde el agua. La parada del día es en Dina Huapi, una localidad a 15 km al este de la ciudad, un lugar que está entre la estepa y el lago.

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El Parque Nacional Nahuel Huapi tiene tres ambientes bien diferenciados: el altoandino, el bosque y la estepa. El altoandino se da a los 1600 metros de altura, es frío y húmedo, su relieve es escarpado y predominan lagunas, lagos de altura y mallines. El bosque se divide en húmedo y de transición (el que recorremos al navegar el lago). Y el último, la estepa, con un clima templado, semiárido y arbustos enanos, son el escenario donde las miradas se posan en el vacío, el vacío preferido de los guanacos patagónicos.
Es raro ver cómo el bosque empieza a perder colores de oeste a este. Teniendo la cordillera tan cerca, y como si estuviésemos en una clase de geografía, nos es inevitable recordar la lección sobre el ciclo del agua. Se evapora, condensa, precipita, se absorbe y el círculo vuelve a empezar cientos de millones de veces. Y toda esa agua queda del lado del bosque. La estepa, con sus colores pasteles y ocres, sigue viva, a su manera.
A las 8 de la mañana el lago estaba turquesa y el viento era una brisa. A las 11, el lago está azul plomo y las ráfagas que se están empezando a levantar nos dan un poquito de taquicardia. Caminamos de un extremo de la costa al otro mientras los kayaks esperan que tomemos alguna decisión. Estamos seguros de que si no fuesen seres inanimados nos estarían suplicando que dejemos de cambiar de opinión cada vez que nuestra mirada se clava en el oeste.
-¿Qué hacemos Sánchez? ¿Vamos o no vamos?
-Y no sé, ¿a vos qué te parece?
-Y… ¿es el tercer día y ya vamos a arrugar?
-Pero no se trata de arrugar, vos tenés más experiencia, ¿cómo la ves?
-Si metemos una recta hacia más o menos la mitad del lago y después bordeamos la costa, cortando la ola, vamos a llegar bien. Según Windguru no va a soplar más viento que éste. ¿Qué pensás?
-Y… está picadita la cosa. Pero dale, salgamos ya antes de que se ponga peor.

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Dejamos la seguridad de la tierra, nos ajustamos los chalecos salvavidas y arrastramos los botes sin darnos tiempo a respirar. Es que en situaciones así, donde la ola rompe tan fuerte sobre la costa, el subirse al kayak se vuelve una prueba de equilibrio y velocidad: una ola puede desestabilizarte, puede entrar agua adentro del cockipt, y lo peor de todo, puede hacerte caer. Una vez flotando, siento que el viento va a arrasar con mi remo. Y lo que hasta hace dos días era un placer, hoy se vuelve una batalla. Este es el verdadero Nahuel, el que te hace sentir el corazón en la boca.
-¡Vení más cerca mío!
-¿Qué? ¡No te escucho!
-¡¡Que vengas más cerca mío!!
-¡Ésto no me gusta nada!
-¡Dale, metéle todo el huevo que puedas!
Las olas avanzan a paso firme una detrás de la otra, sin piedad. Son de un metro y medio…o dos metros…o no sé cuántos metros, pero son grandes y altas. Con cada ola la proa del kayak se me va hacia la derecha y tengo que meter timón con el remo para poder enderezarlo. La costa de enfrente se ve tan diminuta y lejana que en lugar de sentir las manos mojadas por el agua las siento húmedas pero por la transpiración. Se me vienen a la mente los consejos de mis entrenadores y sus palabras me autoflagelan: “¡siempre cerca de la costa! ¡Nunca vayan por el medio del lago!”
Estoy a punto de abortar la misión. Estoy nerviosa y pienso lo peor. Pero si pienso en lo peor hay más probabilidades de que me vaya a la mierda. Y si me voy a la mierda, ¿cómo hago para llegar a la costa? En estas condiciones Andrés no me va a poder ayudar con el autorescate. Y si se da vuelta él, ¿voy a poder ayudarlo yo? Estoy bloqueada. ¡No te bloquees! ¡Remá, carajo!,
-¡Vamos a meter un rectón hasta la costa de enfrente, no queda otra!
-¿Qué? ¡¡Estamos en el medio del lago, Andrés!!
-¡Mirá cómo pegan las olas allá! ¡Vamos, vamos que podemos!
-¡Yo no vine a ésto!
-¡Yo tampoco! Pero ahora vamos, dale. No aflojeés, por favor.
En voz baja le suplico a este Nahuel enceguecido que tenga piedad de nosotros, que nos deje llegar a la costa. Andrés me sigue dando indicaciones a los gritos sobre cómo agarrar la ola y me cuestiono por qué carajo salimos si no estábamos seguros, si veíamos que las olas cada vez eran más y más jodidas.

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Confío. Confío en que vamos a poder. Avanzamos hacia la costa pero parece que se aleja. Avanzamos como caracoles. Me olvido de la técnica, dejo de remar con la espalda y toda la fuerza la hago con los brazos. Pero en un momento, sin darme cuenta, hago un click. Pará, lo estamos haciendo bien. Estamos controlando la situación, estamos tomando las decisiones correctas. Sin embargo no veo la hora de bajarme del bote y decirle a Andrés que ésta va a ser la primera y última vez que salgamos así.
Después de una hora y 6 km, llegamos a la costa. Dejo el bote como puedo, me bajo, respiro y noto que mis manos siguen temblando de miedo. Ya está, ya pasó. No sé de dónde sacamos tanto huevo pero lo que sí sé es que este día se termina acá. Basta para mí, basta para todos.
Al día siguiente el lago está más tranquilo. O quizás no está tan tranquilo como los dos primeros días, pero si ayer era una especie salvaje, hoy es un animalito del zoológico: nos deja mantener la proa derecha y conversar sin gritarnos.
Nos alejamos de la estepa y nos vamos metiendo otra vez en el bosque. Observamos las copas de los árboles, sus colores y contrastes. Observamos la vida que hay en la tierra. Algunos verdes son tan intensos que no podemos quitarles la vista. Vemos bahías puntiagudas, otras rodeadas de paredones altos, están las redondeadas y las que tienen piedras que sobresalen del fondo y que las olas tapan.
Hoy, además del bosque, quedamos obnubilados por los detalles en movimiento: las gotas que rebotan sobre las piedras en slowmotion. Esas gotas que quedan huérfanas de su madre-ola, que quedan flotando, pero en el aire. Y también vemos al pato de los torrentes, que estira sus alas de pluma para cazar insectos, alimentarse y seguir. Y cuando volvemos a posar los ojos en el bosque, me doy cuenta de algo: la naturaleza no es perfecta. Está llena de imperfecciones: troncos pelados y caídos, árboles tupidos y flacos, picos de montañas áridos y pedregosos, laderas vacías y playas que hacen doler los pies con sus piedras irregulares.
En la mente radica nuestra construcción ideal y errónea de lo perfecto, porque lo que el hombre cataloga así, simplemente no existe en ningún orden de la vida. Y es por eso que me llama la atención el bosque: porque hoy logró contradecirme y reformular una premisa que creía exacta y cierta: la naturaleza es perfecta…no, la naturaleza es perfecta en su imperfección.
La ciudad de Bariloche se convierte en un punto lejano y el cerro Tronador se lleva todos los halagos.

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Hace miles de años, gran parte del territorio del Parque Nacional Nahuel Huapi estuvo cubierto de glaciares, pero los cambios climáticos dieron pie a que esos hielos empiecen a derretirse. Así se formaron valles, lagos y ríos. Hoy esos glaciares milenarios están en la cumbre del Tronador (su nombre alude a los desprendimientos de hielo que provocan sonidos estremecedores). Tiene 3478 metros y es el pico más alto dentro del Parque.
Los planes del día cambian: en lugar de seguir hacia el brazo Huemul, y teniendo en cuenta que los próximos tres días anuncian vientos fuertes, decidimos cruzar hacia la isla Victoria para descansar y conocer la isla a pie. Desde donde estamos son 5 km en línea recta y a lago abierto, pero como ahora está calmado, no corremos ningún riesgo.
Mis intenciones de llegar remando sola, se agotan. Andrés me mira, asiento sin decir una palabra y engancha el remolcador en la proa del kayak para darme una mano. No es que ahora deje de remar y sienta que estoy en una góndola de Venecia, pero al menos llego sin hacer tanto esfuerzo.
A las 6 de la tarde llegamos a la mágica playa Piedras Blancas. Pero eso lo dejamos para el próximo capítulo.

La Vida de Viaje
Andrés Calla y Jime Sánchez, viajan en bicicleta desde enero de 2013. El primer gran viaje fue por Argentina, uniendo Ushuaia-La Quiaca a lo largo de 6600 kilómetros durante 9 meses. En este viaje recorrieron el Litoral, el Noreste, el centro del país y ahora comenzaron a recorrer los lagos del sur. En su blog se pueden ver todas sus historias.

www.lavidadeviaje.com

AguaKayak

3500 Km en Kayak, Sin Apuro.

septiembre 10, 2016 — by Andar Extremo

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Desde Rosario Argentina a Diamantino Brasil. Editada en la Revista Andar Extremo nº 41

“Sin Apuro” así se llamó el raid en kayak que realizaron desde Rosario (Argentina) a Diamantino (Brasil) Manuel E. Rois, Manuel Settimini y Franco Cacciola, remaron durante 3500 km remontando los ríos Paraná y Paraguay en una travesía que les demandó 7 meses.

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La idea de hacer este viaje se comenzó a gestar a principios de la primavera de 2014 en Mendoza, cuando fui a visitar a Manuel Settimini con quien íbamos a Los Andes en busca de la cima del cerro Sgto. Manuel Rodríguez (tío de mi padre) y hablamos sobre qué haríamos el año próximo ya que ambos sentíamos aires de cambio.
En noviembre Manuel estaba de visita en Rosario, me dijo su idea de ir en kayak hasta Corumba, Brasil, por el río Paraná y Paraguay y de ahí hacia Bolivia, luego Perú, etc… Yo venía pensando viajar en kayak saliendo desde Rosario, mi ciudad natal donde comencé a remar, y armamos junto a Fabricio Timó la escuela de canotaje «Al otro lado del río». Quería un viaje donde pudiera escapar de las grandes urbes y mimetizarme con un entorno natural SIN APURO. Así que no terminamos de contar nuestras ideas que ya sabíamos que el viaje se hacía. Manuel volvió a Mendoza a trabajar la temporada en Aconcagua, y a su regreso en marzo resolvíamos lo necesario para partir.
Me puse en contacto con Eduardo Narvaja, un kayakista paranaense con más de 30 años de experiencia, quien remó desde Corumba a Buenos Aires y nos dio una mano grande durante el viaje; con Ezequiel Vela, de Gualeguaychú, que fue desde las nacientes del río Paraguay, en Diamantino, Mato Grosso, Brasil, hasta Buenos Aires; y también con Jorge Mac Donald, rosarino que bajó por el mismo río en chalana (canoa de madera) desde Cáceres, Mato Grosso hasta Formosa. Este último nos reafirmó la idea de continuar hasta Cáceres.
Durante el proceso un compañero se sumó al viaje, Franco Cacciola, amigo de Manuel de Aconcagua, quien se entusiasmó escuchando hablar del viaje. Nunca había remado, pero tenía experiencia en la naturaleza, estado físico y lo fundamental, ganas de viajar.

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Era 6 de mayo del 2015, Rosario, Santa Fe, Argentina. Mientras tomamos unos mates, llevamos los kayaks hasta el agua (su peso estaba arriba de los 100 Kg) y saludamos a quienes fueron a despedirnos (Madre y hermano de Manuel S.; mis tíos Alfredo y Nora; Eliana; Jesús y Sebastián Wey).
Soplaba viento sur fresco, con un sol otoñal. La sensación era como cuando algo termina, similar a la satisfacción de quien finaliza un estudio. Después de meses de tener la mente dentro de los preparativos del viaje, de preparar el espíritu para la nueva experiencia y dejar atrás el resto, me sentí más liviano y relajado de hacer al fin lo que planeamos durante meses.
Los próximos días fueron de adaptación, tanto física y mental como la dinámica del grupo ya que con Franco no nos conocíamos previamente. Físicamente hicimos frente no sólo a la corriente en contra sino también al viento norte que por esa época gustaba comenzar a soplar antes del mediodía hasta las 4-5 horas de la tarde dificultando el avance.
El tramo que comprendió el río Paraná (820 km en 42 días), antes de entrar en la desembocadura del río Paraguay, se caracterizó por remadas acompañadas de paisajes amplios, donde el cielo, el agua y la vera hacían nuestro horizonte infinito. En los campamentos agrestes a la vera del río o en riachos internos del humedal, los atardeceres y la puesta del sol eran «el momento» del día, seguidos por la cena al fuego, un poco de música rústica que hacíamos entre nosotros, acompañados del cielo lleno de estrellas.

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Luego entraríamos en las aguas del río Paraguay, nos acompañarían por más de 2800 km hasta sus nacientes, y se compartía entre Argentina (margen oeste) y Paraguay (margen este) 375 km. Ese día y el siguiente fueron los más fríos del viaje. Aquí el río se hacía más estrecho, cambiaba su color, velocidad y comenzaban a notarse cambios en la flora (estábamos en la región del gran Chaco) y fauna (avistamos los primeros tucanes, monos entre otros animales que latitudes más al sur no se encuentran fácilmente). Cambiamos los atardeceres en el Paraná por amaneceres espectaculares. Los campamentos agrestes cesaron ya que no se encontraban lugares y comenzamos a pernoctar en puertos y localidades de ambas márgenes donde siempre fuimos muy bien recibidos. Tuvimos un imprevisto, el idioma Guaraní, el cual redujo en ocasiones la comunicación al antiguo y universal lenguaje de señas.
Dejamos Argentina atrás con la bienvenida al territorio paraguayo que nos dio Asunción el 6 de julio cuando cumplimos 2 meses de la partida. Allí fuimos increíblemente bien recibidos por Santiago Vourliotis y Nahuel Hassan quienes conocimos a través de Ezequiel Vela (kayakista de Gualeguaychu). Gracias a ellos pudimos hacer un descanso del río. Nos llevaron a recorrer las regiones cerca de la capital, campos y sierras fueron nuestro entorno acompañados de buenos momentos.
Ahora teníamos 615 km para atravesar tierra paraguaya por ambas márgenes. Esta etapa comenzó con varios cambios. El más importante fue tomar agua directa del río sin potabilizar, lo cual nos sacaba un peso de encima. Pasamos el trópico de Capricornio y la temperatura aumentó drásticamente acompañado de la época de seca con fuertes vientos del norte que por momentos no permitió el avance. Como despedida de esta etapa conocimos a los buenos amigos del barco hotel San Gabriel quienes nos agasajaron con un día de descanso sobre su embarcación con comidas y bebidas deliciosas.

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Porto Murtinho fue el primer puerto brasilero. Llegamos cansados después de largas remadas con viento norte y temperaturas altas que nos obligaban varias veces a remar de noche y descansar de día. En la vera conocimos a Brass Neto por casualidad (o causalidad), él fue la gran bienvenida a Brasil. Nos consiguió una casa barco donde pudimos descansar varios días, conocer la ciudad y hasta compartimos un almuerzo con el intendente Heitor Miranda y su gente.
Los próximos 260 km los compartían el río Brasil y Paraguay. Aquí estaba el portal a la región del gran pantanal atravesando el «Fecho dos Morros» (embudo natural que regula el nivel del agua). Ese mismo día acompañaron nuestra remada casi un kilómetro tres curiosas ariranhas (nutria gigante). Tuvimos la oportunidad de compartir varios días con comunidades indígenas Chamacoco y Tomarajo aprendiendo su historia y costumbres.
Como cierre de oro del Paraguay llegamos a la estación biológica «Tres Gigantes» localizada sobre el Río Negro divide con Bolivia. Allí Nery Fabián Chamorro, encargado de la estación, nos recibió como hermanos. Vimos en estado natural yacarés, monos, incontable cantidad de aves, venados, osos hormigueros y por primera vez las pisadas del yaguareté que sería un personaje importante durante el resto del recorrido.
Puerto Bush, Bolivia, fue el siguiente puerto donde se encuentra la reserva natural de Otuquis. A partir de allí nos adentrábamos en territorio brasilero, ellos tienen un control mayor de conservación de la naturaleza y se podía notar desde los primeros kilómetros. Capivaras (carpinchos) descansaban en la vera a nuestro paso sin mostrar alarma por nuestra presencia.
Todavía nos separaban 250 km de Corumba, punto clave de la peregrinación acuática. Todas las personas que entablábamos conversación nos preguntaban si habíamos visto una Onҫa Pintada (yaguareté) y que busquemos refugio para dormir porque era muy peligroso acampar en el Mato, solos. Haciendo caso de los vaqueanos fuimos parando en fazendas y donde había moradores donde la recepción era muy cálida. Ahora al paisaje se sumaban morros en el horizonte y en la vera del río.

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Llegando a Corumba tuve el mismo sentimiento que el día de partida. La satisfacción de haber cumplido con uno de los objetivos, si bien faltaba, habíamos remado 2350 km! Aquí pudimos descansar gracias a Viviana Méndez que nos cedió la sede de la ONG Paz & Natureza Pantanal. Durante nuestra estadía investigamos a fondo la derrota que nos separaba hasta el próximo puerto, Cáceres, 680 km donde sólo hay algunas fazendas, pescadores a la vera y lo que venía siendo el verdadero motor del viaje, el gran pantanal, un ecosistema con más biodiversidad que el propio Amazonas.
El día que partimos de Corumba, se sabía que debíamos estar alerta en todo momento, ya que si bien no somos el alimento preferido de onҫas y anacondas, son animales salvajes oportunistas y al acecho, y la densidad de su población en esta región es la mayor del mundo.
La realidad fue conocer un lugar increíble, donde la naturaleza le saca ventaja a la humanidad. Por momentos olvidaba que existía la sociedad moderna y el sueño de vivir, de perderse en ese paraíso latía en cada remada. Podría escribir un libro de esa vivencia de 33 días. Cada jornada nos sorprendió con un paisaje, un árbol, un ave, el gesto y el sabor de un plato de arroz con feijao de cada pantanero, una mariposa, un atardecer, el olor de una planta desconocida, un amanecer, una luna llena, mirarse a los ojos con un yaguareté, mirarte con tu compañero de viaje y saber que es cómplice de mil aventuras y nada cambiará eso.

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El 1 de noviembre del 2015 arribamos a puerto Cáceres, más de 3000 km de ríos libres de represas desde Rosario. Estábamos física y mentalmente agotados, pero con el espíritu grande. Sabíamos que el camino del agua todavía continuaba. Después de descansar, recorrer la región y hacer muchos amigos volvimos al agua para seguir remando hasta donde no se pudiera más.
El 4 de diciembre llegamos a Diamantino, ciudad y región donde se encuentran las nacientes del río Paraguay y donde terminaba nuestra remada que comenzó en Rosario a más de 3500 km, 7 meses atrás. Aquí el río no supera los 15 metros de costa a costa. Sorteamos saltos y correderas a pie porque los kayaks no podían hacerle frente a la fuerza del agua.
Ahora nos encontramos en una región que sirve de divisor de aguas de la cuenca platina y amazónica. ¡Sería una pena desaprovechar la oportunidad de adentrarnos en las aguas de la cuenca vecina!
Los protagonistas de este viaje no fuimos sólo nosotros, sino quienes fueron parte desde el sentimiento, la buena intención y bondad con la que nos dieron la mano.

A ellos, eternamente agradecidos.

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