Cilene Sophya Santos, atleta brasileña y hoy, cordobesa por elección, nos cuenta su extensa e intensa trayectoria en una de las carreras de aventura más emblemáticas del país: El Cruce. En un relato cálido y lleno de emoción, nos adentramos en el corazón de una aventurera que habla de amistad, naturaleza y desafíos.
Por Soledad Navarro para Andar Extremo Web
Soy Sophya, brasileña de São Paulo, tengo 37 años y estoy formada en Educación Física, con especialización en entrenamiento deportivo. Argentina siempre fue mi ruta para competir, para visitar amigos y sobre todo, para mis vacaciones. Sentí por Argentina una amor a primera vista y, por su forma dulce y muy educada de hablar, los argentinos ganaron mi corazón. Además, es el país donde conquisté los mejores resultados como atleta en el deporte que más me gusta.
Después de algunos años de visitas constantes, este lugar se convirtió en mi hogar. Vivo en Córdoba desde hace un tiempo, con mi familia. Lo que me trajo a esta provincia fue una cuestión personal: mi actual esposo vivía en Costa Rica y siempre venía a visitar a sus hijos (que hoy también son mis hijos). Después de que nos conocimos, su ruta de viajes pasó a ser Costa Rica, Brasil y Argentina y, posteriormente, decidimos mudarse definitivamente aquí.
Siempre fui apasionada por el deporte. Al principio hice natación y luego pasé a dedicar mi vida a correr carreras, que es lo que hago actualmente. Competí en pruebas de 10km, en medias maratones e hice tres maratones. Con el tiempo, me presentaron algo más exigente pero en contacto permanente con la naturaleza y, a partir de ahí, inicié una jornada infinita, una relación interminable con las carreras de montaña que cada día me conquistan más y llenan mi corazón de felicidad.
Mario Mello, mi actual guía, y Cristina Carvalho (in memoriam), fueron los entrenadores que más me incentivaron y serán para siempre mis maestros. Cris me dijo una vez «existen muchos profesores, pero los maestros son pocos». Hago mías las palabras de ella. Mario fue mi primer maestro, él me recibió cuando yo no conseguía siquiera trotar por una hora, y continuamente me decía que podía dar mucho más. Siempre me animó en todas las pruebas que deseaba hacer y, aunque en determinadas situaciones discrepaba, nunca me abandonó. Siempre me recibe con mucho cariño y con una sonrisa inmensa en la cara, y eso hace que esté eternamente agradecida a él por todo el apoyo que me dio y me da.
2012 – El estreno en El Cruce
Conocí El Cruce a través de Cris Carvalho, que fue mi jefe, amiga del corazón y responsable de despertar en mí la pasión por las carreras de montaña. Fue una gran atleta brasileña, excelente en todos los deportes que practicaba. Era muy fuerte, segura de sí y transmitía todo lo que sentía, a las personas que estaban cerca de ella. Por sugerencia de ella, fui por primera vez a San Martín de Los Andes para cruzar la cordillera Argentina – Chile.
Cuando pasé a integrar la empresa Núcleo Aventura / Proyecto Mujer, por invitación de Cris, ya sabía mucho de su trayectoria como atleta. Estábamos en septiembre y me llamó para una primera reunión. Dijo que un amigo estaba buscando a una persona para formar pareja y correr El Cruce y me preguntó si me gustaría participar. Recuerdo que me dijo que veía en mí mucha fuerza y que tenía todas las condiciones para hacerlo. Al escucharla, no lo pensé dos veces, y acepté la invitación. A partir de eso, comenzaron los largos y doloridos entrenamientos para un desafío que yo desconocía. Pero la decisión estaba tomada.
En ese momento, mi pareja fue Decio Ribeiro, un experimentado atleta que ya había competido en pruebas de Ultra Trail como Mont Blanc, Desafío de los Volcanes, Marathon des Sables, además de El Cruce. Al iniciar, los entrenamientos de fuerza se volvieron cada vez más intensos y las carreras cada vez más dolorosas. Los sábados estaban dedicados a los entrenamientos largos y, siempre en la compañía de Decio, entrenaba en un lugar diferente de São Paulo. Fueron cuatro meses de mucha preparación hasta el gran día. No tenía mucha idea de cómo era la prueba, aunque ya me habían explicado cómo era la logística, el campamento y la estrategia durante la competición..
Nuestra primera parada fue San Martín de Los Andes. Cuando llegamos, la ciudad estaba tomada por las cenizas de un volcán de Chile, pero eso no logró sacarle brillo. El recorrido, de una belleza que yo no conocía, me impactó.
Desde mi primer paso por El Cruce hasta hoy, he vivido muchas historias lindas que me marcaron.. En el año 2012, la travesía de Puerto Fuy y la terrible subida del volcán Mocho-Choshuenco, cubierto de hielo, fueron inolvidables. En aquel momento, le comenté a mi compañero que aquello separaba a los hombres de los niños…fue una experiencia que jamás olvidaré.
En mi estreno, conquisté con mi doble el tercer lugar en la categoría mixta, y llenándome de orgullo, supe que ésto se convertiría en mi pasión eterna.
2013 -En El Cruce con la campeona Cris Carvalho
Un año después de empezar a trabajar con Cris, me invitó a ser su pareja en El Cruce. Al principio me asusté y me quedé sin reacción, no tenía palabras para responder. Traigo a mi mente esa situación como si fuera hoy.
:-«¿estás segura que quieres correr conmigo?
:- ¡sí, quiero enseñarte a correr y competir como gente grande! »
A partir de ese día comenzaron jornadas duras, con mucha responsabilidad de mi parte por saber que estaría corriendo con la mejor de todas las corredoras. Cris tenía pasión por los deportes pero, en su esencia, las pruebas de montaña eran lo que más le daba vida, por muchos motivos y, principalmente, por ponerla en contacto con la naturaleza.
Durante cuatro meses estuvimos unidas para realizar un gran objetivo. Con la experiencia que adquirí el año anterior y con todo su conocimiento y apoyo, me sentía más tranquila pero con un poco de angustia, porque tenía miedo de no poder seguir su ritmo.
El Cruce 2013 iniciaba en Chile. Llegamos a la ciudad por la mañana y el mismo día fuimos a retirar el kit. Había un hermoso día de sol y la ciudad estaba llena de atletas. Mi ansiedad era enorme. Recibimos el numeral 1…mi compañera siempre recibía ese número.
En el primer día de la prueba, la salida era a 30 minutos de Pucón y fuimos en autobús hasta el lugar. Durante el traslado, Cris me dijo que íbamos a soltar muy fuerte y mantener el ritmo por tres kilómetros, después establecería un ritmo hasta la llegada. Respondí que estaba todo bien, y así nos marchamos. Cerca de 500 metros después de la salida, había algunas personas en el trayecto. Era una pista muy estrecha, por donde pasaba sólo una persona a la vez. En ese momento, ella demostró su lado competitivo y fue gritando bien alto «permiso, permiso! Izquierda libre, estoy pasando «. La gente miraba hacia atrás asustada. Algunas decían «sale, sale que ahí vienen dos mujeres muy fuertes».
Terminamos el primer día en primer lugar. Llegamos al campamento y todos la conocían… creo que toda la Argentina la conocía. Muchos atletas preguntaban quién era yo, y ella me presentaba y decía «mi doble se llama Sophya». La gente me miraba y decía: «ella es alta, magra y más parece modelo que atleta». Nos divertían los comentarios y dejaba que Cris los respondiera.
En el segundo día de prueba, sabíamos que la distancia era muy larga y que el recorrido era durísimo. Partimos con un sol de 40º C, como si fuera verano brasileño. Sufrimos mucho ese día.
Cris había recibido el diagnóstico de un cáncer unos meses antes del inicio de El Cruce. Junto con su equipo médico, concluyó que era posible cruzar la cordillera a un nivel competitivo. Sentía su cuerpo firme a pesar de la enfermedad, tenía raza, fuerza y era valiente como un toro.
Más o menos en el kilómetro 28 de la prueba, estábamos en medio de un área desierta, sin ningún árbol y bajo un sol que Cris llamó el brasileño. Ella disminuyó un poco el ritmo y dije: «Cris, controla la cabeza y volvemos a mantener el mismo ritmo de antes». Recibió mi comentario como una ofensa y discutimos feo en la montaña. Minutos después, volvimos a correr y me mantuve callada. En el kilómetro 40, ella empezó a hablar de trabajo y otra vez disminuyó el ritmo. Yo quería decirle que podíamos hablar de todo, pero no podíamos reducir el ritmo. No pude callar y me dijo lo que pensaba. Entonces, otra vez, se quedó estresada, dejó de correr y dijo: «¿Crees que no estoy haciendo fuerza? ¿Crees que no estoy sufriendo? Entonces vaya usted y termine la prueba sola «. Respondí que estaba bien conversar, pero que no podíamos olvidarnos de mantenernos concentrados. A partir de ahí no hablé nada más y siguió comandando el ritmo. A la llegada, ella me dio un abrazo muy fuerte, dijo que estaba orgullosa de mi postura, y así volvimos a estar muy bien.
Durante todo el día en el campamento, mi compañera estaba más tranquila y comentó que el día siguiente sería el último, que la largada era en un lugar plano y el trayecto se mantendría así por dos kilómetros. Ella sostendría un ritmo de 3’50» por kilómetro y quería que yo estuviera a su lado.
La largada ocurrió a las 7h en una carretera de tierra plana y Cris clavó el ritmo programado. Cuando me di cuenta, estábamos corriendo al lado de los equipos masculinos que lideraban la prueba: Pablo Ureta y Ezequiel Morales, José Virginio e Iazaldir Feitosa (estos dos atletas brasileños). Después de dos kilómetros entramos en una pista y entonces pude volver a respirar más tranquila.
Ese día, pensando en todo lo vivido con Cris, la discusión y el liderazgo de los tres días, me emocioné mucho durante el recorrido. En cierto momento, ella lo percibió y me preguntó qué estaba pasando. Yo expliqué que no podía creer que estaba cruzando la Patagonia con ella. Para mí, fue un orgullo inmenso cerrar ese ciclo con una persona increíble y como campeona de El Cruce 2013 en la categoría team damas.
2014 – La naturaleza muestra su fuerza
En 2014 llegué a Puerto Varas (Chile), uno de los lugares más hermosos del mundo, en compañía de la rubia más dulce y especial del planeta, una persona increíble, con un corazón gigante. Formamos el doble Brasil y Argentina.
Cuando empecé a prepararme para El Cruce 2014, no sabía con quién iba a correr, pero estaba segura de que estaría en la prueba. No conocía a ninguna atleta brasileña con disponibilidad para correr conmigo. Entonces, Cris Carvalho sugirió que invitara a la argentina Sofía Cantilo. En el primer contacto que hicimos, ella aceptó. Así, por primera vez en mi currículum deportivo, formaba pareja con una extranjera. Fue una experiencia muy linda compartir la competencia con una persona de quien yo no estaba cerca, pero que tenía la misma valentía y la misma voluntad de cruzar la cordillera con el corazón iluminado. ¡Y así fue!
Sofi y yo ajustamos los trabajos de velocidad, de fuerza y los entrenamientos largos. Si bien la había visto algunos momentos en El Cruce del año anterior, nos conocimos en sentido estricto, casi en la línea de largada.
Hay una leyenda que dice que en un año llueve y, al otro, hay sol. En el 2014, ocurrieron todos los desastres naturales juntos, pero nada opacó los maravillosos lugares por donde pasamos, no disminuyó la pasión de estar en un lugar tan especial.
Mi llegada a Chile fue dramática. En el aeropuerto, mi maleta fue revisada y en ella estaba toda la suplementación que necesitaba para la prueba. Uno de los suplementos llamó la atención de los policías porque no podían identificar lo que era. Entonces, usaron un perro para identificar si era droga ¡Qué tensión! Intentaba explicar que era atleta y que iba a cruzar la cordillera pero no le daban importancia a lo que decía. Afortunadamente, lograron confirmar que no llevaba droga. Luego de ese episodio, seguí hacia el hotel, arreglé mi maleta, y por la noche fui a cenar con Sofi, para ajustar cómo sería nuestro itinerario.
La carrera comenzó con mucha lluvia y temperatura baja. El recorrido era bastante complicado, sobre todo, con el agua que caía. Sin embargo, enfrentamos los contratiempos y pusimos nuestra fuerza en cada kilómetro.
En el segundo día, la largada que debía ocurrir a las 8h, fue retrasada debido a un problema con uno de los autobuses que transportaban a los atletas: el conductor no sabía exactamente el trayecto hasta el lugar de salida. Con ese y otros inconvenientes, la salida fue aplazada hasta las 11h. En ese momento, todos ya estábamos con ganas de almorzar,.cuando se anunció que no se realizaría el recorrido original, y que la distancia de aquel día sería menor porque el volcán que íbamos a subir estaba cubierto por mucha niebla. Así, para la seguridad de los atletas, se recorrería una distancia de 24 kilómetros.
Muchos optamos por vaciar un poco la bolsa de hidratación para correr más ligero, ya sería más corto, pero los 24 kilómetros anunciados fueron en realidad 33. Esto trajo un gran problema, pues no teníamos comida y agua para esa distancia. Cuando llegamos al final del recorrido, no había nada para comer y tan poco para beber, porque en el lugar había sido montado apenas un punto para la largada. Desde ese lugar hasta el campamento, fueron dos horas de traslado. Estábamos mojados y con hambre. Llegamos al campamento con lluvia y frío, y fuimos a cenar. Descansamos un poco y al día siguiente corrimos la última parte de la prueba.
En la salida del último día, de nuevo se produjeron retrasos y todos los atletas estábamos estresados. Sofi y yo empezamos a subir la base de un volcán. El día estaba con niebla y agua, así que nos apoyamos mucho para seguir fuertes hasta la llegada. El final del recorrido fue en una pista en medio del bosque y luego seguimos en autobús para el lugar de la llegada oficial y la premiación de la prueba. Esa vez, fuimos subcampeonas de la categoría team damas.
Ese mismo año, mi esposo Paulo Quesada también participó en El Cruce, y si bien aparecemos en algunas fotos juntos, sólo nos acercamos un año después. Él estaba junto al equipo de Marcelo Perotti, que era también entrenador de Sofi. Marcelo Perotti es un entrenador ejemplar y hoy, es un gran amigo aquí en Argentina. Durante toda la prueba, tuve mucho apoyo de él y de su grupo.
Mi reflexión sobre El Cruce 2014 es que dado que es imposible cambiar el clima, debe vivirse de la forma que él lo permite. Así es la montaña.
2015 – Campeón en Cerro Catedral
En 2015 viví la emoción de cruzar por cuarta vez la cordillera. La salida de El Cruce se produjo en Cerro Catedral (San Carlos de Bariloche) y yo estaba al lado de mi amiga y gran atleta argentina, Roxana Del Cid.
Roxy aceptó mi invitación y juntas, alcanzamos una hermosa conquista! Es una mujer notable y tiene un nivel técnico equivalente al mío.
No tuvimos dificultades para alinear nuestra participación. Ella tenía experiencia en El Cruce y vivió en 2015 una situación parecida a la mía. Su doble, con el que iba a correr en la categoría mixta, tuvo que cancelar la participación en la prueba. Nuestros destinos se cruzaron y nos convertimos en compañeras.
En cuanto a planificación, le sugerí a Roxy una estrategia clara: correr fuerte siempre y todos los días, pues, en su compañía, quería ganar las tres etapas. También indiqué la importancia de, ante cualquier incomodidad, conversar, para que eso no se volviera negativo. Si ambas elevábamos mucho el nivel de esfuerzo sin comunicarnos, podríamos perder todo.
Una vez que salimos, ya estábamos conectadas desde nuestros corazones y un objetivo compartido: alcanzar la línea de llegada. El primer día el recorrido fue increíble, la belleza fue única y el nivel de dificultad y la altimetría fueron bastante elevados. Después de todo, estábamos en las montañas de la Patagonia. Ante ese escenario deslumbrante, por un momento pensé que estaba teniendo una alucinación: dos músicos tocaban un violín y una guitarra mientras los atletas vencía un bello e intenso inicio de prueba.
La llegada también fue bellísima. En un día soleado, al borde de un lago maravilloso y muy helado, Roxy y yo mantuvimos el liderazgo y conquistamos el primer lugar en la categoría team damas.
El segundo día fue el momento de exigencia de la mente, de la preparación como atleta. Físicamente ya estaba desgastada del esfuerzo en la etapa anterior. El recorrido del segundo día era más largo y también más fácil en relación al trayecto anterior. Hasta el kilómetro 22, hubo predominio de tramos muy característicos de montaña, con bastante balance (subidas y bajadas); después de eso, el recorrido era plano, en medio de una vegetación abierta, cerca de un río y, entonces, seguía por una carretera interminable. La llegada del segundo día proporcionó un aspecto esplendoroso. Alcanzamos otra victoria con la vista del grandioso Cerro Tronador y su pico iluminado por la nieve.
Después de un día y una noche de campamento a los pies del Cerro, El Cruce Columbia 2015 estaba llegando a su fin. El recorrido del tercer día era plano en su inicio y, tras la escalada de una montaña, se seguía un descenso muy largo para cruzar la frontera entre Chile y Argentina. Roxy y yo sellamos nuestros pasaportes y, entonces, alcanzamos la línea de llegada para consagrarnos campeonas.
2016 – Montaña y amor
Cinco años después, volví a San Martín de Los Andes con una compañía muy especial: Paulo Quesada, mi esposo.
La idea de cruzar la cordillera juntos fue de él, lo había sugerido dos años antes, cuando él vivía en Buenos Aires y entrenaba con Perotti. En esa época, yo todavía vivía en São Paulo. Algunas veces, entrenábamos juntos, pero la mayor parte de la preparación, la realizábamos por separado. Cuando faltaba un mes para la prueba, por un problema personal, Pablo no pudo competir conmigo y entonces quedó el deseo de correr juntos, para otro momento.
En 2015, retomamos la idea de formar una pareja en El Cruce. En ese momento, yo estaba de mudanza a Argentina y Pablo ya estaba viviendo en Córdoba. Llegué allí el 30 de septiembre de 2015 y, el 5 de octubre, comenzamos nuestro trabajo para la carrera. En un primer momento, fue complicado. No estaba acostumbrada a correr siempre en la montaña y, en Córdoba, cualquier recorrido ya empieza así. Además, los entrenamientos fueron todos hechos con mi compañero de prueba, que me incentivaba siempre y sabía identificar mis fragilidades, ayudándome y respetando cada momento que yo vivía. Pablo sabía que, en algunas situaciones, no podía ir más allá de mi condición.
El camino hacia El Cruce siempre es muy especial, la prueba tiene una belleza única! En la Patagonia, siento que me abro a buenas energías, convivo con personas lindas y vuelvo a casa siempre con el deseo de regresar todos los años.
En el 2016, viví algo muy raro en mi vida: por momentos, sufrí mi cansancio. En esos momentos, recordé cómo fueron de duros los preparativos. A menudo, cuando llegaba a casa exhausta, mis hijos Teo (7 años) y Luna (9 años), un poco asustados por verme tan cansada, me abrazaban y decían «Sophy, tranquila! Falta poco, cuando termine vamos a celebrar juntos «. Estas palabras de apoyo vinieron varias veces en mis pensamientos y me dejaron más fuerte. El dolor que parecía eterno se hacía momentáneo. Salía de mí el cansancio y se convertía en fortaleza, deseando cruzar la cordillera con emoción para encontrar el mejor abrazo del mundo: el de Teo, Luna y Pablo, que hoy son mi familia.
En la Patagonia, sin duda, mi corazón vibra de forma diferente, más intenso. Se trata de un mundo donde los valores entre los seres humanos se fortalecen, desde la simplicidad de compartir una mesa con alguien que no se conoce o descansar en una carpa sin ninguna comodidad. No hay mejor o peor, todos comparten sus cosas por igual. Los chicos que trabajan son personas increíbles, dejan a sus familias durante muchos días y se encuentran con sonrisa en la cara, brillo en los ojos y corazón puro. Sebastián Tagle, su organizador, ya probó que sabe cómo emocionar a los atletas con cada visual que ofrece durante el recorrido, con la alegría proporcionada por otra etapa completada y, así, todas las emociones son vividas de forma única!
En la salida del último día, estaba conmovida y cansada del esfuerzo de los días anteriores. El recorrido de ese día fue bastante difícil. En los 50 metros después de la salida, ya comenzaba una subida de 5 kilómetros donde el cielo parecía ser el límite. Cerré los ojos por unos segundos y recordé a Teo y Luna. Ese mismo día, cuando pensé que lo peor ya había pasado, empezó otra subida durísima (Cerro Malo). Allí el viento llegaba a 100 km / hora y alcanzábamos 2100 metros de altitud. Era la última subida antes de la línea de llegada y parecía no terminar nunca. En ese momento, también me acordé de Cris Carvalho y de su orientación cuando hicimos El Cruce. Muchas veces ella me pidió que me concentrar en la respiración. Sentí a Cris acogiéndome con su abrazo y vi su sonrisa…ella permanecía hermosa y perfecta, como todas las montañas, y me sentí agradecida por haberla cruzado en mi camino. Luego pensé en Pablo, mi esposo y compañero, que estuvo en todas las situaciones, y vivió grandes emociones.Esta vez, junto a mi esposo, obtendríamos un segundo lugar y una experiencia única.
2017 – Buscando ser cada vez más fuerte y siempre feliz
En 2017, volví a Cerro Catedral (San Carlos de Bariloche) más fuerte de corazón y de alma, para correr por primera vez en la categoría solo, pues así el destino quiso.
Entiendo que El Cruce es una prueba que se realiza en doble (y de esa forma deseo hacerla siempre), aún considerando toda la dificultad de encontrar una persona compatible con mi nivel de entrenamiento y que esté dispuesta a buscar el mismo objetivo como mi doble. Este año, quería correr de la misma forma que había hecho en 2015, en la categoría team damas. Pero no fue posible. Tuve que adaptarme a la realidad de la vida, así es como se hace en una prueba de montaña, ajustándose el esfuerzo durante el recorrido.
Por cuestiones relacionadas con compromisos de mi trabajo y también a la logística del viaje hacia San Carlos de Bariloche, decidí hacer la prueba en la categoría aficionado. El cambio de categoría no alteró, sin embargo, la fuerza, la voluntad y la pasión de correr. En cualquier categoría, mis entrenamientos, mi responsabilidad y mi compromiso son los mismos de siempre.
Hoy doy gracias de haber realizado la carrera de un modo distinto a lo que pensé inicialmente. Viví una experiencia de deporte, trabajo y amistad, que no imaginaba vivir. El Cruce 2017 fue un hito porque pude entrenar y acompañar al primer alumno de mi empresa Cilene Sophya Team: José Fernández. Viví momentos únicos de orgullo personal, profesional y de compañerismo.
Me gusta decir que siempre hay un loco buscando locura, y esta vez, fue Fernández, un argentino apasionado por las carreras y que pasó un año entero escuchándome hablar de El Cruce. De tanto oírme, resolvió participar. La experiencia que Fer sumó en su vida como atleta le dio más seguridad para el entrenamiento. y para cruzar la línea de llegada.
Una vez decidida su participación, vino la tarea de buscar una pareja. Fernández sugirió que mi esposo Paulo fuera su doble, en razón de la experiencia de él, y también para consagrar la amistad que existe entre los dos. Entonces, se inició una larga temporada de trabajo. Cada semana ellos eran más fuertes, y yo siempre los acompañaba para seguir también más fuerte en su compañía.
El 30 de diciembre, lamentablemente, mi esposo sufrió un accidente y se rompió una costilla. Sería imposible su recuperación en apenas un mes y su médico fue enfático en afirmar que la mejor opción sería abandonar la idea de hacer la prueba, pensando en primer lugar en su salud. Tomada esa decisión, Fernández, que ya estaba muy entusiasmado y con expectativas, se vio solo, sin su doble. De ese modo, al igual que yo, él decidió competir en la categoría aficionado.
Enfrentamos en coche, en compañía de su esposa, los 1600 kilómetros que separaban Córdoba y Bariloche para seguir hasta el lugar de salida de El Cruce. Fue un viaje inolvidable y en ningún momento tuve dudas de que El Cruce 2017 sería muy especial. Incluso con los cambios de última hora, tuve la oportunidad de estar en un lugar fantástico, con un amigo que admiro mucho. Cuando el gran día llegó, yo estaba lista, ansiosa como siempre, y con el corazón golpeando fuerte, como sucede en todas las largadas.
Cerro Catedral se convirtió en un grano de arena delante de tantos atletas que vibraban de felicidad por estar en una prueba de la magnitud de El Cruce. Fernández y yo despertamos a las 3, y luego de un café, tomamos un autobús que nos llevó, en un trayecto de una hora y media, hasta la línea de salida.
Pero como todo El Cruce es una aventura, finalmente no partimos de Chile, pues un incendio incontrolable alcanzaba la región. Fuimos notificados de que no haríamos el recorrido programado del lado chileno y saldríamos directamente de Argentina hasta el primer campamento. Definitivamente, nada sería capaz de detenerme, tenía muchas ganas de correr y de conectarme conmigo. Después de 30 kilómetros, llegué al campamento 1, esperé a Fernández, y almorzamos juntos. Fue un día hermoso, en un lugar especial. Los campamentos siempre son el mejor lugar de la prueba, en ellos es posible disfrutar de amigos, escuchar las historias de alegría y de sufrimiento de cada uno.
Al día siguiente, otra distancia aguardaba a los corredores. Sabía que sería el día más difícil de la prueba. Desperté y esperé a que mi compañero desayunara. Le dije que sería un día muy duro y que era importante que se concentre en el ritmo y en su respiración, sin embargo, estaba prohibido no disfrutar del paisaje.
Después de la salida, el recorrido seguía por un kilómetro a orillas del lago Mascardi. Después una pista llevaba los corredores hasta alta montaña. Empecé la carrera fuerte y concentrada, porque sabía que a partir del kilómetro 10 la altimetría sería bastante exigente. Al principio de la ascensión, cerca de mí estaban cinco muchachos que peleaban por una colocación. Entonces me junté a ellos para mantener el mismo ritmo. En ese momento, pensé mucho en mi alumno, pues sabía que él nunca había hecho algo similar. El visual compensaba el dolor y la fatiga. El lugar era de una belleza impactante.
Después de cruzar un camino que tenía más o menos siete kilómetros, enfrentamos un descenso muy técnico hasta el segundo campamento, que quedaba a las orillas del lago Gutiérrez. En cuanto llegué, entré al lago para refrescarme y luego fui a la línea de llegada con un suplemento de recuperación, y agua. Ayudé a mi alumno con su mochila, lo acompañé hasta la tienda y otra vez almorzamos juntos. En los entrenamientos, él siempre me decía que, si yo llegaba antes que él, tenía que lavar su camiseta. Era una broma para relajarnos, y debo decir que, si bien llegué antes los tres días, nunca lavé su camiseta!
El último campamento fue muy especial. Por la noche, después de la cena, la organización de El Cruce exhibió un vídeo de la etapa del día anterior. Sebastián Tagle agradeció a todos y escuchamos historias de personas que participaron desde su primera edición. La noche terminó en fiesta como nunca antes había ocurrido en toda la historia del evento.
El último día, la largada estaba programada para las 7:30 y, antes de ella, teníamos que presentar los equipamientos obligatorios, en la misma secuencia de llegada del día anterior. Estaba en la punta, y Fernández salió un poco después. Cuando me despedí de él, le dije que corría con el corazón feliz pues, a la llegada, su esposa Gabi, nuestra amiga Juli y yo, estaríamos esperandolo.
La llegada se produjo en Cerro Catedral, pasando por el lado trasero del área de las estaciones de esquí, incluso por donde corrí en 2015. No recordaba que era una vuelta difícil. Salí con los diez primeros atletas masculinos y seguí a ritmo fuerte. Cuando alcancé el punto más alto, el escenario era emocionante. ¡Estaba sola, concentrada y llena de ganas de cruzar la línea de llegada, consagrándome una vez más, campeona!
Luego de todos los años vividos, los compañeros, los paisajes, las sensaciones, siento que siempre vale la pena sacrificarme, superarme y, sobre todo, creer que no existe límite para los que anhelan intensamente un destino.