La energía de la acreditación en una noche fría de otoño, acompañaba la cálida iluminación de las callecitas de La Cumbrecita en el corazón de la provincia de Córdoba. Los preparativos en una lejana cabaña iban vislumbrando la inminente largada del sábado al mediodía. Hacía rato que no competíamos, las dudas crecían, por suerte un buen descanso nos relegó el armado de equipos para la mañana siguiente, el día con el viaje de 10 horas en auto había sido agotador.
El sábado nos levantó con una helada, muy temprano armamos las mochilas con los elementos obligatorios , la comida, los geles y sales de hidratación. Teníamos que llevar el kayak al lago del dique Los Molinos y luego volver a La Cumbrecita para largar. Como siempre y es costumbre en nosotros hicimos todo al límite llegando a la zona de largada con muy poco tiempo.
Faltaban 40 minutos para comenzar la carrera y teníamos que armar las bicis, cambiarnos, completar las mochilas y llevar el bolso estanco de kayak a los bomberos. Emoción, alegría, eso de volver a sentir el esfuerzo al máximo, de estar conectado a pleno con la naturaleza, compartir con un gran amigo las dificultad de resolver situaciones, todo esto volvía, por fin volvía.
Con el tiempo tan justo pedimos la mayoría de la charla técnica pero pudimos escuchar la parte del mountain bike y el remo, actividades qué desarrollaríamos ese día. Dejamos el bolso del kayak y la tan ansiada largada se venía. La tensión y la sangre comenzaban a correr por los 250 cuerpos que desafiaban la Xk Race, recorrimos tras un cuatri lo que nos separaba del punto más alto del pueblo y en formación casi bikingesca del medio evo largamos pasadas las doce del mediodía.
Las subidas serpenteantes por callecitas en un principio y luego por la sierra, dejaban sin aire a más de un corredor, por dentro pensé: -si va a ser todo así no llego!!!. Los pulmones a punto de estallar recordaron en lo más recóndito de mi alma: -si hace mucho que no competís, para que llegar a esta situación!!!. Solo sentía mi respiración forzada y la cubierta de mi bici mordiendo rocas tratando de hacer pie, más que pie… rueda, en el camino en subida. Cuando los pulmones estaban a punto de explotar, bajábamos y caminábamos al lado de la bici. Pasaron dos o tres subidas grandes y comenzó la bajada.
Técnica muy técnica, caminos zigzagueantes y mucha pero mucha velocidad. Adrenalina y más adrenalina, de vez en cuando cabeceaba a ver si lo tenía a pedro cerca, sabíamos que hasta el lago iba a ser todo en bajada, solo marcábamos un PC y rodar. Cuando las bajadas pronunciadas amainaron quedamos con un corredor individual de 120 km, manteníamos el ritmo y veíamos allá abajo a lo lejos el espejo de agua cada vez más cerca.
Mientras el cuerpo se adaptaba a la exigencia de la bicicleta, el sol fue haciendo del día una jornada espectacular. La temperatura agradable nos presagiaba lo que iba a ser el remo. Veníamos bajando, ya habíamos hecho más de 38 kilómetros. Faltaba poco para el kayak. Una ruta asfaltada nos llevó derecho al pc del río.
Rápidamente dejamos las bicis, para nuestra sorpresa se habían olvidado la bolsa estanca con los elementos del kayak, así que tuvimos que remar con la ropa de la bici y descalzos, por suerte el día estaba cálido. El lago del dique Los Molinos nos dió la bienvenida con aguas serenas, fuimos a marcar el pc más cercano en una bahía repleta de casas flotantes y de allí nos metimos por el río a marcar el segundo pc que estaba bien alejado. Que decir, la vegetación, el agua, tremendos paisajes que te llevan a lo más latente del placer endorfínico, sentirse realmente vivo.
Si las búsquedas de los pc de kayak fueron rápidas, la vuelta mucho más. Nos pasamos 500 metros el segundo pc y al darnos cuenta a partir de ese momento anduvimos increíblemente a fondo. No parábamos de palear, el kayak avanzaba rápidamente e íbamos preparando nuestras cabezas para la última etapa del día, la bici hacia La Cumbrecita que era totalmente libre, podíamos elegir cualquier camino.
Salimos del agua tranquilos teníamos por delante media hora de stop obligatorio, pero que no fue tan agradable, ya que no había llegado todavía nuestra ropa. Nos helamos un rato y luego gracias a gente de la organización pudimos entrar en calor un poco. Más de veinte minutos extra al tiempo tardo nuestra ropa, nos cambiamos y salimos para hacer el último tramo.
No teníamos opción si queríamos realmente volver rápido teníamos que hacerlo de la forma más segura, y esa era por ruta, si bien teníamos 20 kilómetros más el asfalto nos daría la opción de deslizar más y mejor. Los primeros 18 fueron muy rápidos pero luego de una rotonda doblamos hacia La Cumbrecita y fue en un 80% de subida.
La energía se iba perdiendo como así también la potencia, los dolores comenzaban y el sol empezaba a caer. EL frío atacó nuestras manos y el cansancio se reflejaba en cada subida. Faltando unos 15 km tuvimos una bajada terrible que luego se convertiría en una subida mortal. Ya se iban acabando los geles, las sales hidratantes, los touch energy y las ganas de pedalear. Las paradas se hicieron frecuentes, acomodábamos el cuerpo y seguíamos.
Pero el punto de inflexión fue a 7 km del pueblo, pesábamos al ver unas luces que habíamos llegado pero era una rotonda, fue un baldazo de agua fría. Paramos de nuevo y con el último envión le tratamos de meter ritmo a una subida bastante larga. De repente una camioneta de la organización que nos pide el número en una curva y nos dice: -faltan 4 km pero no hay tanta subida!!!. Volvió el alma al cuerpo comenzaron los chistes y las arengas y quedo atrás esas ganas de llorar del cansancio extremo.
Las antenas de La Cumbrecita aparecieron, y las lucecitas nos daban la bienvenida al final de la etapa. Entramos en la ciudad rápidamente buscando el hotel para marcar el pc, ya más tranquilos y eufóricos al mismo tiempo nos alegramos por la jornada. Congelados nos fuimos al hostal, donde un buen baño y una rica cena nos dieron rienda suelta al descanso para enfrentar al otro día la etapa de trekking.
La mañana del domingo fue muy fría, pensábamos en la gente de la modalidad non stop y los -7 grados de sensación térmica que habían sacudido la noche. Tras el desayuno nos apuramos para largar, teníamos 25 km de trekking. Con mucha velocidad buscamos el pc que estaba adentro de la ciudad y luego de 3 km encontramos las cuerdas. Eran tres tramos de tirolesas largos que nos sacaron el sueño en un segundo, ahora si a buscar el próximo pc.
Cruzamos el río por un puente colgante y buscamos una calle alta del pueblo, esa calle nos llevó a un camino de tierra en donde ganamos altura rápidamente de allí a un sendero y a unos 4 kilómetros un paraje chiquito llamado las grutas. Al llegar había dos equipos desesperados buscando el pc, buscamos juntos pero nada, al rato cayeron dos equipos más y a los minutos otros tres.
Estuvimos más de media hora hasta que un grupo de tres equipos salió por la ladera de una sierra en busca del otro pc por campo traviesa, le grito a pedro que se venga que no podíamos retrasarnos. Por suerte vino y comenzamos los cuatro equipos a subir la montaña. Hicimos todo un filo, luego bajamos cruzamos un río y comenzamos a subir por un collado, fueron como 14 km. Marcamos el pc más alto y desde allí corriendo nos fuimos en busca del ante último pc.
Bajamos a una quebrada y allá a lo lejos una carpa naranja, al trotecito con el grupo de cordobeses cada vez con más ritmo fuimos en busca del pc. Al llegar un grupo de 3 personas se acopló, éramos 11 personas bajando a lo que podíamos, quedaba marcar el ultimo pc y ya no tirábamos en La Cumbrecita. Sabíamos que íbamos bien pero no tan bien como estábamos.
Descendíamos rápido entre senderos de piedra y en un momento nos damos cuenta que uno de los once se había frenado y estaba subiendo un filo a unos 700 metros de donde estábamos. En conjunto dijimos:- Nos equivocamos!!! . Un equipo salió con todo hacia arriba, los cordobeses se frenaron y con pedro nos miramos y salimos detrás de ese equipo. Subimos esos 700metros más un tramo largo, marcamos y volvimos. El equipo que salió delante nuestro nos llevaba unos 300 metros la bajada fue enérgica, rápida y con cuidado para no lesionarse.
Bajamos casi hasta el pueblo estábamos sobre un barranco y veíamos las callecitas, gracias a un equipo que pasamos, de Martín Lima,que nos indicó un sendero abrupto, pudimos llegar a las callecitas del pueblo. Corriendo en las bajadas y caminado las subidas luego de siete horas de trekking cruzamos el arco.
Increíble, Sol Navarro nos esperaba en la llegada, fue un encuentro con Pedro que nos merecíamos, 12 años atrás habíamos corrido y esta carrera nos había devuelto la emoción de poder competir juntos. El podio y entrar en segundo lugar de la general fue una anécdota. El poder volver a correr y sentir esa naturaleza viva te llena el alma. Por otra carrera más.
Texto: Marcos Ferrer
Fotos: Alejandra Melideo