Montañismo

Ascenso al Cerro Penitentes

septiembre 14, 2018 — by Andar Extremo

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Montañismo

Ascenso al Cerro Penitentes

septiembre 14, 2018 — by Andar Extremo

A veces todo lo que uno ha contado en los relatos, proviene de su propia vida o de lo que cree que ha vivido, y este es el caso de una incursión al Cerro Penitentes de 4.350 msnm. El mismo, está ubicado a 23 kilómetros de la frontera con Chile y al oeste de la ciudad de Mendoza, cerca de la ruta que va a Puente del Inca y al Parque Aconcagua. Estas características permiten que sea considerado un buen terreno para empezar a hacer ascensiones en altura o, como entrenamiento para el cerro Aconcagua, cuyo protagonismo eclipsa otros posibles destinos en los alrededores, de diversos grados de dificultad, dentro y fuera del Parque Provincial. Nota en la Revista Andar Extremo n° 50

Por Juan Martín Laborde fotos Pablo Pinchero

Llegando al filo cumbrero
Llegando al filo cumbrero

Historias del cerro
El cerro se encuentra en la Quebrada de Vargas y debe su nombre a las caprichosas formas creadas por la erosión del viento sobre las areniscas de sedimentos marinos que asemejan a monjes penitentes con sus capuchas.
Esta montaña fue elegida por los Incas, que construyeron en su cumbre un sitio ceremonial, vinculado a la momia encontrada en el espolón suroeste del Aconcagua. Con buen clima y desde su cumbre, es posible observar el imponente Cerro de 6.962 msnm, además de todas las montañas circundantes.

Traslado desde Mendoza, y aclimatación
El grupo se reunió en un hostel durante las horas de la mañana y luego, junto al guía de la empresa “Acampartrek,” emprendimos el traslado desde la ciudad de Mendoza a la zona de alta montaña. El tiempo de viaje duró unas 3 horas. Luego de recorrer la ruta 7, llegamos a Los Penitentes que se encuentra a 2.600 msnm al pie del centro de esquí, del cerro homónimo y del Cruz de Caña. Allí nos detuvimos y pasamos la noche en el Refugio de Montaña “Cruz de Caña”, donde continuamos con nuestra aclimatación.
La Quebrada de Vargas se abre en la margen derecha del río Cuevas, entre el centro de esquí Los Penitentes y la localidad de Puente del Inca. Se puede acceder a ella desde estos dos lugares ubicados sobre la Ruta Nacional Nº 7 a 172 kilómetros de la ciudad de Mendoza.

Aproximación al campamento base
Aproximación al campamento base

Inicio del trekking
Después del desayuno y junto a mis compañeros: Mamuno, Marcelo y Sebastián, nos trasladamos en vehículo hasta el ingreso de la Quebrada de Vargas para comenzar al trekking al campamento base, que se encontraba a 3.200 msnm.
Vale señalar, que la aproximación al mismo no tiene mayores dificultades y el ascenso a la cima puede hacerse aún si uno cuenta con pocos días. En tres días es lo usual o en dos, con un mayor esfuerzo y rapidez. Se accede al sendero a unos pocos kilómetros un poco más arriba del centro de esquí invernal cerca de una estación abandonada del tren que circulaba junto a la ruta, donde hay un precario puente colgante sobre el río Cuevas, donde se da inicio a la senda. El cruce de puente debe realizarse de a uno por vez.
Así, partiendo de 2.650 msnm nos fuimos adentrando en la Quebrada de Vargas, siguiendo siempre en dirección norte-sur junto al curso del arroyo Vargas. El uso de bastones facilitó la tarea con la mochila.
Al inicio, debimos superar una cuesta empinada y luego la pendiente de la senda se hizo más suave. Durante el recorrido por la quebrada, de paisaje agreste, observamos adelante e izquierda la pared noroeste del cerro Penitentes cada vez más cerca. Luego de dos horas llegamos a una amplia pampa verde, lugar indicado para descansar un poco y reponer energías. El sendero continuó por esta gran explanada siguiendo el curso del agua.
Más adelante, la quebrada se estrechó nuevamente y la huella se acercó y se alejó del curso de agua, hasta poder pasar un alambrado precario.

Cruce del arroyo Vargas
Cruce del arroyo Vargas

“Confieso que el tiempo en la montaña me hizo más feliz, y por momentos, anhelo prolongar esas vivencias”

Llegamos al campamento base
Después de unas horas de caminata sin pendientes abruptas, llegamos al lugar de acampe donde se observó el refugio de Grajales (construido por uno de sus arrieros), levantado varios años atrás. El refugio era una construcción muy pequeña de bloques de concreto en el que podían entrar unas dos o tres personas
Elegimos un lugar, dejamos nuestras mochilas y comenzamos con el armado de carpas. Luego, nos reunimos para compartir una merienda antes de la cena. Dormir en este sitio no sólo nos sirvió para un buen descanso previo a la ascensión al cerro, sino también muy especialmente para obtener la aclimatación necesaria de nuestro organismo.
La Quebrada de Vargas puede ser un interesante destino para recorrer y conocer si se cuenta con más días en el lugar, donde es posible seguir caminando adentrándose en ella, por un sendero que conduce a una bifurcación y siguiendo el curso natural de la quebrada se llega al Portezuelo Cerrata, a unos 3.700 msnm, camino obligado al valle del Río Blanco superior y los Portezuelos Alto y Bajo del Plomo. Hacia la derecha (oeste) se abre el brazo Laguna Seca. Este sí es un típico valle glaciar que, aunque termina cerrado por el mismo macizo de Los Gemelos, no permite el ascenso directo de estos cerros.
Luego de la cena, sólo restaba alzar la mirada y ver el cielo nocturno que se mostraba en todo su esplendor.

Cruce del puente de inicio del sendero
Cruce del puente de inicio del sendero

Intento a la cumbre
Nos levantamos relativamente temprano, ya que nos esperaba un día largo e intenso de intento a lo más alto del cerro.
El trekking del día anterior hasta el campamento base, nos había dejado detrás (al sur) de la montaña, que desde donde estábamos, mostraba una cara más accesible hacia la cumbre. Era necesario que llevemos suficiente cantidad de agua para casi todo el día, ya que no había cursos de agua durante el ascenso, así como también algo para comer y abrigo, porque cerca de cumbre, el viento de la cordillera se hacía presente.
Paso a paso, dejamos el campamento y nos alejamos del arroyo subiendo por una ladera de piedra y tierra, ganando altura. En un determinado momento, vimos en el horizonte el cerro Aconcagua, con su imponente cara sur y su cumbre frecuentemente escondida entre nubes.
El sendero se hacía largo, y por momentos debimos detenernos a recuperar el aliento mientras observábamos el paisaje.
Era una sensación difícil de expresar, pero poco a poco la intimidad de los cerros iba metiéndose en nuestras vidas. La aspereza de las rocas, la nieve, la marcha y el viento nos iba diciendo que era momento de ver hacia adentro, en nuestras emociones, sentimientos y desde nuestra propia vulnerabilidad.
Durante el ascenso pudimos ver un cerro, con un gran abanico cóncavo y un glaciar colgante llamado Gemelos. Bastante poco frecuentado, debe su nombre a las dos cumbres iguales.
Seguimos hacia arriba y con frecuencia íbamos callados, pero ese silencio era un decir. No era la “nada”, sino que era un “algo” difícil de descifrar. A veces, era un desierto y significaba desinterés, pero otras, sólo referenciaba el lugar donde el espíritu tomaba fuerzas para volver al ruedo, a fin de dar lo que se tuviera para ofrecer en el complejo mundo de las relaciones en grupo.
Al alcanzar el filo de la cumbre, pudimos observar el nevado Tolosa, el Cerro Plomo al oeste y cimas de Chile como el Juncal. Más al sur, los picos Bonito y Santi, el Tupungato y el Negro Pabellón.
A las cuatro horas del inicio, tocamos la cumbre y nos dimos un abrazo como gesto de una meta alcanzada.
A vece,s llegar a una cumbre es como estar parado frente a una verdad revelada. Y no se trata de una experiencia fuera de lo común, sino de algo simple, sencillo.
No era mi primera visita al cerro, pero noté que cuando mis amigos sentían asombro, yo volví a sentirlo como la primera vez.
La cumbre y toda el área circundante, era bastante amplia y relativamente llana, lo que permitía caminar por los alrededores y tener una amplia vista del paisaje. Pudimos observar entre otros, nuestro punto de partida del día anterior: la RN n° 7, las vías del ferrocarril, la villa Los Penitentes, y los cerros Banderita y Cruz de Caña.
Descenso y regreso a Mendoza
De allí sólo quedaba descender entre rocas sueltas y filosas que castigan nuestro calzado, con precaución para evitar lesiones. En algunos tramos los acarreos posibilitaban un descenso más rápido de entre dos o tres horas. Luego, aparecía la vegetación, una pendiente más suave, nuestro campamento, el arroyo y el descanso. Al día siguiente, desarmamos la carpa y emprendimos el regreso al refugio Cruz de Caña, y luego a Mendoza.
Nunca me había sentido como un maestro en las montañas, sino más bien, como un alumno que se iba haciendo más antiguo con cada visita a ellas. He notado que muchas de las salidas a los cerros cambiaron mi percepción del mundo cotidiano, algo que podría llama “efecto montaña”; me volvieron más apacible, más consciente del momento presente, más autosuficiente, más dispuesto a tomar desafíos y menos dispuesto a vivir con prisas. Confieso que el tiempo en la montaña me hizo más feliz, y por momentos, anhelo prolongar esas vivencias.

Cumbre del Cerro Penitentes 4350 msnm
Cumbre del Cerro Penitentes 4350 msnm