Por María Laura Giuliani
Del 21 al 23 de abrilde 2017, durante 13 horas, 15 minutos y 5 segundos, cerré sistemáticamente los ojos con el anhelo ferviente de abrirlos y haberme reencarnado en un camello. En realidad, cuando me anoté en una carrera por el desierto (el más árido del mundo según la NASA), no lo asocié con arena, arena, más arena y tanta arena! El análisis limitado fue mío, igual agradecí la no reencarnación, porque en este momento sería complicado explicar el par de seductoras ondulaciones en mi espalda.
El primer día lo llamaron: «climb vertical». Juro que ya me anoté en un curso acelerado de inglés para que la próxima vez que lea «climb» lo asocie con «trepada» y me remita al primer párrafo en donde decía desierto, o sea arena…….y al menos lo piense dos veces.
Tardé casi 4 horas en hacer 33 km en donde casi el 30% de la etapa, la tuve que caminar. En el km 19, en el puesto de hidratación, tuve que parar a llorar un rato para tranquilizarme y visitar el atrás de una piedra, hasta que me di cuenta que no me convenía, porque al perder líquido, corría riesgo de deshidratación ya que estábamos a casi 4000 metros de altura. Corté el trámite, sequé mis lágrimas, me tomé una pastilla de sales de rehidratación y seguí pedaleando desesperadamente a 7 km/hora, aproximadamente.
El segundo día prometía darme revancha, ya que tenía partes más técnicas en donde me defiendo mejor. Subidas, bajadas y obvio, más arena, hasta que sentí que la rueda trasera derrapaba y, con la mayor desazón, vi que había pinchado. Por suerte, me ayudaron en un puesto y me dije: vamos por más, pero a los 500 metros, la rueda nuevamente pedía aire. Absolutamente desesperanzada, me abalancé ante el primer pedaleante que osó pasar por el sendero y encarecidamente le pedí un inflador. Amablemente, un ciclista del país hermano, se ofreció a inflar y en ese momento, cual Mc Gyver en su apogeo, me acordé que tenía «LA GOTITA DE POXIPOL» en mi mochila!!!! Mientras mi amigo de momento echaba aire por dentro, yo por fuera sellaba con el preciado pegamento que milagrosamente tapó el agujero de la cubierta. Vamos, le dije a mi salvador y pedaleando con actitud, llegamos a la meta cumpliendo la etapa!!!!
Para el segundo día, había intercambiado diálogo con la mitad de los participantes y hasta había recibido una propuesta de matrimonio de un simpático chileno!!!! El tercer día, sí que no tengo de que quejarme, porque fue un deleite para nuestras retinas!!! Pedalear por arena hacia arriba para llegar a una cornisa, en donde veíamos hacia abajo todo lo que habíamos pedaleado el día anterior, no tenía precio. Pasábamos de unas trepadas donde pensábamos que íbamos a tocar el sol, a unos descensos en donde no alcanzaban las pastillas de freno para no morir entre las piedras. Qué adrenalina!, qué placer! Es cierto cuando dicen que la adrenalina inhibe el miedo.
Cómo se puede pedalear y charlar al mismo tiempo, no lo sé, pero lo que sí se, es que cuando esto se transforme sólo en una competencia, abandono la bicicleta, ya que lo mejor que uno se lleva de estas competencia es la interacción con los que nos rodean. Las carreras pasan, los podios también, pero lo que para mí siempre va a quedar en el recuerdo, es la gente que me sigo encontrando en las carreras y me dice «hola Mari como estas tanto tiempo”, porque la conocí en Huilo Huilo, en Pucón, en el Trasmontaña, en el Pinto, en Tandil, o en tantas otras carreras a donde fui, disfrute y compartí…porque de eso se trata, de compartir momentos, y disfrutar experiencias.
Nunca hay que olvidar, que nuestros mejores logros aparecen cuando vencemos nuestros mayores miedos!!!!
One comment
Nádia Duque Ferreira Pavanato
febrero 20, 2018 at 2:57 am
Sensacional! Experiência inigualável! Suas palavras são de grande parte dos atletas, creio!
Levo esse desafio e essa aventura para minha vida! Sou louca e acredite foi minha primeira prova. Sobrevivi e quero mais! Parabéns! Espero vê-la em breve, quem sabe em outra”loucura”!
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