Entrevista a Andres Peters
Qué te llevó a hacer este viaje?
Es una historia larga. Viajar siempre estuvo adentro mío, siempre lo soñé, pero este viaje surgió medio a los ponchazos después de un accidente que tuve en bicicleta cuando tenía 24 años. Siempre ponía excusas: el tiempo, el dinero… sentía que tenía que trabajar más para poder salir. A partir del accidente en el que me atropelló un auto y quedé inconsciente, cuando me desperté me pregunté: si no me despertaba, qué hubiese pasado?. Hasta allí llevaba 10 años de mecánico y eso me hacía viajar. Lo de la bicicleta fue algo que estaba buscando en mi vida, pero en ese momento creo que me agarró la crisis de los 30. Arranqué en Panamá, porque había hecho cursos de buceo y podía trabajar de guía. Caí en Bocas del Toro y al pisar el muelle me di cuenta que era hermoso pero ese no era mi lugar. En ese momento lo principal que aprendí fue a escucharme, y darle importancia a lo que me pasaba internamente… si uno no está bien con uno mismo no está bien en ningún sitio. Al seguir buscando rumbo, conocí una pareja de españoles que iban a Costa Rica y me fui con ellos hasta Punta Arenas. Llegué a San José a buscar trabajo y en ese momento pasé por una tienda de bicicletas y dije: y si me vuelvo en bici a mi lugar, a donde está mi familia?. De ese modo, sabía que iba a gastar poco y ver mucho. Entré y conocí a Teo, el vendedor, y a partir de ese momento comenzó mi viaje, acompañado por la amabilidad de la gente.
Viajar en bicicleta, es la velocidad justa para conocer?
Cuando era más chico había hecho un viaje en moto desde Talca hasta el norte y sur de Perú, en un Honda CG 150 que de por sí no tenía mucha velocidad. En este viaje volví a pasar en bici por un tramo que realicé en moto y me llamó la atención, porque lo que había tardado un día, lo hice en 4 pero me di cuenta que antes no había conocido nada. Viajar sin dinero también me hizo aprender a ser más básico y a contactarme más con la gente. Compartí mucho con las personas de los lugares y con mochileros, a mí no me veían como un turista sino como un viajero y así me abrieron puertas de casas sin importarle quién era. La bici es mágica en ese sentido.
Cómo fueron los primeros momentos del viaje?
Fueron raros porque yo no tenía equipamiento, sólo una mochila de 80 litros a la que le saqué el alma de aluminio, la hice un acordeón y la acomodé en la parrilla. Después me fui comprando accesorios, pero la salida así fue toda una experiencia. Antes de empezar a bajar, fui de Costa Rica a Nicaragua, un país muy pobre que no está acostumbrado a ver ciclistas y por ende no hay herramientas, así que salí muy desorganizado. En Nicaragua llegué a Granada, donde un amigo me esperaba. Allí haríamos algún trabajo así ganaba dinero y bajaba tranquilo. Cuando llegué Nicaragua pasé la frontera y visité el primer pueblo llamado Rivas; en ese momento llegó un mensaje de este amigo diciendo que había un cambio de planes y se iba a República Dominicana con su mujer. Quedé allí sin nada. Pensé en vender la bici pero era tan pobre que hubiese sido imposible, así que me fui a una isla llamada Ometepe, formada por dos volcanes. Allí conocí un argentino que le decían el “Che” y me dio una mano muy grande haciéndome trabajar en su bar durante tres meses. A fines del 2015 se venían las fiestas y extrañaba mucho, y pensaba que no iba a volver más… estaba viviendo como un isleño. Un día al terminar de hablar con mi familia, volví muy triste y el “Che” me vio y sin dudarlo me confesó que tenía un dinero guardado por si el restaurant le iba mal, y me dijo:- andá a ver a tu familia. Vine a Santa Rosa, pasé las fiestas, junté dinero pintando casas, y volví en febrero de 2016 a Managua. Devolví el dinero, agarré la bici de la isla y encaré el regreso a Argentina. Bajé de Nicaragua a Costa Rica, trabajé con una familia juntando alimento balanceado para vacas y con eso me pagué el avión de Panamá a Cartagena, Colombia. De allí subí a las playas de la Costa Blanca y de allí comencé a descender haciendo Colombia, Ecuador, Perú, Chile hasta la Serena. Crucé paso de Aguas Negras a San Juan, Mendoza y la Pampa.
Cómo influyó el viaje en tu modo de pensar?
Traté de estar lo más consciente posible para vivir ese día a día del viaje, a pesar de que sabía que se iba a acabar. Cada momento era único y el hecho de sobrevivir y necesitar sólo la comida, me generó menos pretensiones en la vida. Me marcó mucho la gente, su apertura, el disfrute diario de viaje…vivir el presente es lo mejor.
Cómo fue llegar a tu casa?
Llegar a casa fue raro. Viví un año en carpa, a excepción de las veces que me prestaron departamentos o me dejaron dormir en casas…la verdad que llegar, bañarse todos los días y cocinar en casa es muy bueno. Tampoco caí que terminé el viaje recientemente. Necesito todavía andar descalzo, estar afuera, andar en bici… la verdad que se hace un estilo de vida diferente. Imagináte que pasé de juntar todo lo que se les caía a los camiones que llevaban verduras o frutas a tener una heladera llena de comida. Te acostumbrás a lo que el cuerpo te pide: agua y un plato de comida, todo lo demás no tiene el valor que se le dá en la ciudad. Uno lo sufre y lo disfruta.
Geográficamente qué es lo que más te gusto?
Me gustó mucho la montaña, la selva, el sur de Ecuador y el norte de Perú, el desierto de Atacama fue increíble, las noches y los cielos.
Te cambió la visión de la vida?
La bici te hace pensar mucho, es terapéutica. Necesitaba el cable a tierra consciente o inconscientemente, tenía que encontrarme conmigo mismo. Necesitaba respuestas a mis preguntas de la vida. Me di cuenta de que hay otra vida, que hay otra forma de vivir. Siempre tuve el sueño o la locura de viajar sin retorno, de recorrer, pero nunca me había animado. Salir sin tiempo no tiene precio.
Tenés proyectos a futuro?
Me gustaría trabajar con energías renovables con lo que sé de mecánica, pienso ayudar a viajeros y aportar lo que aprendí en el viaje, y tengo un viaje con un sobrino de 14 años que me sorprendió que a su edad quiera viajar y vivir una experiencia así.
Qué relación tenés con Alberto Torroba, uno de los viajeros en velero más sorprendentes a nivel mundial?
Alberto Torroba fue mi inspiración. A los 16 años miré una nota sobre su historia, en un medio local de Santa Rosa. Viajó hace 30 años, dio la vuelta al mundo en barcos que él mismo armó e incluso escribió un libro sobre su experiencia en altamar. Al ver que él era de mi misma ciudad me dije: por qué yo no puedo hacer un viaje así?. Un día, sentí su voz en mi taller, con su tono característico que me había quedado garbado desde el día que vi el video. Con 28 años, me presenté y las palabras que él me dijo sentí que me acompañarían para siempre. Yo estaba planificando el viaje y había estado un año y medio armando la moto y haciéndole reformas muy quisquillosas. Se la mostré a Alberto porque sabía que le gustaban las motos y en un momento me miró y dijo: -No te tiene que importar, lo que te tiene que importar es el viaje!!!. Al otro día vendí la moto y compré una más chica… pasó a un segundo plano el vehículo. También conocí a Luna Torroba, la hija, que es boxeadora nacida en Cali y tiene pariente allí en Colombia, que en el viaje pasé a visitar.
Agradecimientos
A mi familia que me apoyó a pesar de hacer esta locura, a los que formaron parte del viaje y me dieron desde un vaso de agua hasta una cama.