En febrero de 1957 partía hacia la Antártida una expedición japonesa, que pasaría un año entero allí, en la base de investigación “Showa” (69° 00‘S 39° 35′E). Junto con el equipo de 11 expedicionarios viajaron 15 perros de la raza Husky Sakhalin (Karafuto-ken), que tirarían de los trineos en las distintas salidas de exploración desde la base. Todo fue bien y pasado el año, en febrero de 1958, el segundo equipo se dirigía hacia la base para reemplazar al primero, pero un fuerte temporal hizo que el barco en el que viajaban quedara atrapado en el hielo a bastante distancia de la base japonesa.
El barco y sus tripulantes fueron rescatados por un buque rompehielos estadounidense y la segunda temporada en la base tuvo que ser suspendida. In extremis, los once ocupantes de la primera expedición fueron evacuados en helicóptero, pero los quince perros corrieron peor suerte y tuvieron que ser abandonados en la fría Antártida. El equipo, a su llegada a Japón, tuvo que soportar no pocas críticas por ello, pero alegaron que la vuelta a por los perros hubiera supuesto un grave y costoso peligro que no se pudo afrontar.
Pasó otro año y la tercera expedición volvió a la base para reemprender las actividades pausadas forzosamente el año anterior. Cuál fue su sorpresa cuando descubrieron que no todos los perros habían muerto. De los quince perros, siete habían muerto atados a las cadenas que los sujetaban, pero otros ocho habían logrado soltarse. de estos ocho, seis nunca fueron encontrados, pero otros dos los mas jóvenes, Taro y Jiro, permanecían en el lugar. Habían sobrevivido durante once meses en plena Antártida respetando los cuerpos de sus compañeros muertos, ya que no había signos de necrofagia ni habían comido la comida sobrante de los humanos. Los perros habían aprendido a cazar pingüinos e incluso alguna foca y sobrevivieron a las duras condiciones climáticas.
Los dos perros se convirtieron en héroes nacionales y automáticamente la raza a la que pertenecían la Karafuto-ken, se convirtió en la más popular del país y fue la más demandada hasta la década de los 90.
Taro volvió a su ciudad de origen Sapporo, y vivió en la Universidad de Hokkaido hasta su muerte en 1970. Jiro se quedo en la Antártida y murió por causas naturales en 1960.
En alguna versión de la historia se puede encontrar también que, durante la estancia de la primera expedición, un grupo de científicos se perdió en mitad de la nada en una de sus salidas y que Taro y Jiro fueron soltados, corrieron hasta la base y volvieron hasta el mismo punto con ayuda, lo que salvó la vida de los expedicionarios extraviados.
En 1983, su historia fue llevada al cine por el director Koreyoshi Kurahara y “Nankyoku Monogatari” (Cuento de la Antártida)” se convirtió en un gran éxito de taquilla. En 2006, Walt Disney Pictures realizó la película, “Eight Below”.
Taro y Jiro son actualmente expuestos en la Universidad de Hokkaido y en el Museo del Parque de Ueno, Tokio.
Se pueden encontrar monumentos en recuerdo de Taro y Jiro en distintas ciudades de Japón. El más famoso se encuentra a los pies de la Torre de Tokyo, que muestra a la manada completa y que fue erigido en 1959 por la Sociedad Japonesa para la Prevención de la Crueldad contra los animales.