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De Cara al Viento, en Kayak de la Quiaca a Ushuaia

junio 28, 2020 — by Andar Extremo

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De Cara al Viento, en Kayak de la Quiaca a Ushuaia

junio 28, 2020 — by Andar Extremo

En 2010 en la revista Andar Extremo n° 9 sacó en la tapa una travesía increíble, un raid que duró casi un año, tres kayakistas decidieron ver el país desde el agua y encararon un recorrido de casi 8000 km desde la Quiaca hasta Ushuaia. Del total del recorrido solo 600 km, al principio, por faltas de vías navegables fue en bicicleta con los kayaks remolcados en carritos.

por Diego Lamas, Luís García Albarido y Agustín García Albarido texto y fotos

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La Quiaca, 13 Abril de 2009, todo listo para partir. Diego Lamas, Luís y Agustín García Albarido daban comienzo a su sueño: recorrer la Argentina en kayak en toda su extensión, de norte a sur. La travesía demandaría 10 meses y casi 8000 kilómetros de recorrido, con una primera parte por tierra y luego pura navegación fluvial y marítima.

La etapa “simbólica” En busca del Río Bermejo.
Comenzamos nuestra travesía por tierra y en bicicleta debido a la falta de vías navegables al norte de Jujuy. El altímetro marcaba 3600 msnm, algo a lo que no estábamos acostumbrados. No hubo demasiada aclimatación, cargamos los kayaks, enganchamos los carros a las bicis y partimos por la ruta 9 hacia el sur en busca del Río Bermejo.

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Fueron 15 días duros, subiendo y bajando por los cerros y sin oxígeno al principio. El primer día fue el peor, el promedio de marcha no superaba los 10 kilómetros por hora. La primera sensación al salir de la Quiaca era la de no poder mover los carros que no estaban muy livianos que digamos, seguramente superaban los 110 kilos. El panorama era gris, pero el carro andaba bien, las ruedas aguantaban y llegar al Bermejo era el objetivo a toda costa. El techo lo alcanzaríamos al tercer día con 3800 metros y ya a partir de ahí no hicimos más que bajar descontrolados a velocidades que a veces superaban los 70 kilómetros por hora. Un problema que se nos presentó inmediatamente fue el de sufrir el desgaste prematuro de las cubiertas de los carros. Por culpa del peso y la alineación nos quedamos sin cubiertas en dos de los tres carros a solo tres días de partir. Por supuesto que las pinchaduras fueron más que frecuentes. Sólo teníamos dos cubiertas de repuesto y ninguna bicicletería a la vista. Lo resolvimos rotando cubiertas y rellenándolas con pedazos de cámara usada.

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Los paisajes cambiaron y de la Pre Puna y sus escenarios desérticos y coloridos nos fuimos metiendo en las selvas de las Yungas, siempre verdes y húmedas. Para esa época la Argentina atravesaba el momento más crítico en la epidemia del Dengue, y nosotros íbamos derechito al epicentro, a la localidad de San Ramón de la Nueva Orán en Salta. Lo curioso fue que no tuvimos que usar ni un solo tarro de repelente y los mosquitos no dieron indicios de vida en la zona. Así tras 15 largos días llegamos al río Bermejo en Aguas Blancas, Salta., y para nuestra sorpresa, el río estaba muy bajo.

El Bermejo, río de las vueltas.
Nos deshicimos de nuestros carros a un valor de 50$ cada uno. No hubo negociación posible, decidimos sacrificarlos, despachar las bicicletas por transporte terrestre y salir a navegar cuanto antes. El río estaba muy bajo. Ya de movida decidimos salir sin ponernos los cubres porque veíamos las piedras emerger, lo que significaría bajarse del kayak y caminar. Por suerte no pasó y aunque golpeamos bastante los kayaks, pudimos pasar. Inmediatamente llegamos a la desembocadura del Tarija en Bolivia y el caudal aumentó convirtiendo al Bermejo en un río más grande y ancho. Es increíble ver los cementerios de árboles enteros que bajan de las montañas y quedan estancados formando trampas, remolinos, correderas y olas estáticas.
El Bermejo es un río extenso, y eso se le atribuye a la poca diferencia de nivel que hay hasta su desembocadura en el Río Paraguay. Es común dar vueltas y tomar de repente todos los rumbos. Por momentos hemos retrocedido gracias a éstas curvas o meandros que forma en su trayectoria. Si tomamos la distancia que tendría en línea recta nos daría aproximadamente poco más de 600 kilómetros, en cambio recorrerlo por completo arrojó un resultado de casi 1500 kilómetros.

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El río de las vueltas a veces se pone solitario. Es que su curso es tan cambiante que no hay asentamiento que aguante a sus caprichos. Un año va por un lado y a la crecida siguiente va por el otro.
Navegamos largos días sin ver gente y acompañados por árboles que caen de los altos barrancos. Esa fue una advertencia de un lugareño: “tengan cuidado de no navegar cerca de los barrancos, mucha gente murió aplastada por los árboles que le cayeron encima de las embarcaciones”. Y lo pudimos comprobar, cada dos por tres se escuchaba el rugido de los desmoronamientos. Es común ver árboles como el palo borracho, con años de estar en el monte, a punto de caer con sus raíces expuestas.
Recursos en éste río hay, la pesca es buena y fuimos testigos de los embates de grandes Surubíes que asustados por los kayaks nos llevaban puestos. Estos peces están orillando al acecho de los Sábalos y son realmente grandes.
De nuestros encuentros con fauna podemos hablar largo y si bien los cazadores persiguen a cuanto bicho se encuentra en las márgenes del río, es común ver Yacarés, cientos de aves, Carpinchos en patota saltando al agua, curiosidades como el Tapir y mucho ganado que muere a causa de los pozos de barro que se forman cuando el nivel del agua baja. Si uno se descuida puede caer fácilmente adentro de uno de éstos pozos, y es lo mismo que las arenas movedizas, te vas hundiendo con el movimiento.

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Llegando al límite entre Salta, Formosa y Chaco el río se expande y el curso principal se pierde cuando el caudal es bajo. (Abril/Mayo) Tuvimos que caminar muchas veces buscando profundidad. Encontrar el cauce principal fue un juego difícil y nos poníamos a la par los tres para ver quién encontraba el cauce y quién se quedaba varado. Lo no muy agradable de esto es que caminar puede provocar encuentros indeseados con pozos, ramas y lo peor, rayas. Pisar una raya es la condena más severa ya que la única forma de combatir el dolor que provoca es provocarse más dolor. Según nos contaba un pescador que había sido picado por una raya., para detener el dolor se quemó la pierna con arena hervida.

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Nuestro paso por éste tramo del Bermejo será bien recordado, con temperaturas insoportables al rayo del sol y sin un solo árbol donde protegerse. Es tan ancho el río y tan bajo que no se puede ir hacia la orilla a buscar reparo en el monte. Hacerlo implica arrastrar el bote casi 500 metros. Pero en Diciembre cuando el deshielo y las lluvias bajan por los afluentes, el Bermejo es otra historia totalmente distinta. Nuestra velocidad promedio era de 11 kilómetros la hora y con el río crecido se puede bajar fácilmente a casi 20 kilómetros la hora. Veinti tantos días demoramos en recorrer las aguas de este fantástico río que recomiendo a todos los kayakistas. Los paisajes son cambiantes y es increíble de repente encontrarse con Palmares vírgenes, monte tupido y a la siguiente curva del río otro panorama. Es un río que se disfruta en todo momento y técnicamente no es complicado. Es imposible aburrirse, durante días hicimos el intento de rescatar a las vacas que veíamos varadas en las orillas. Algunas salieron y otras quedaron como alimento de Jotes y Yacarés.
Nuestra navegación del Bermejo concluyó con la llegada al Río Paraguay donde encontramos la primera patrulla de la Prefectura Naval Argentina.

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Ríos Paraguay y Paraná. La etapa social.
Los ríos grandes y caudalosos como el Paraguay y Paraná fueron por momentos monótonos. Navegamos el Paraguay sin demasiadas novedades. Apenas fueron 90 o 100 kilómetros en los que vimos pasar pocas cosas por delante de nuestros ojos. Por el canal es común ver desfilar remolcadores que llevan y traen barcazas llenas de cereal. También es común cruzarse con pescadores que recorren espineles de más de 200 anzuelos. Eso fue algo increíble, ver a los tipitos parados en la proa o en la popa del bote recorriendo uno por uno los anzuelos mientras las olas le pegaban de todos lados en plena ventolera. El equilibrio y la experiencia permiten que éstos locos puedan pescar en cualquier tipo de condiciones, a veces bajo efectos del alcohol y sin saber nadar. Las recomendaciones de la Prefectura fueron no interactuar con ellos, pero en las pocas conversaciones que mantuvimos resultaron ser personas muy agradables. Así arrancó nuestra etapa social en la que fuimos conociendo a cuanto kayakista, pescador o habitante de la ribera se nos cruzaba.

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El Mar Argentino.
Partimos desde el Delta del Paraná en pleno invierno. Nos íbamos al mar. Pasamos Buenos Aires y su gran mancha en Berazategui. Inmediatamente entramos en la bahía de Samborombon donde fuimos afortunados con las mareas y no tuvimos que caminar en los cangrejales que quedan expuestos. Pero no fuimos afortunados con el clima, y las tormentas nos castigaron seguido. El agua empezó a ponerse cada vez más salada y pasando la tapera de López logramos entrar al mar para acampar el primer día en las playas de San Clemente. Desde aquí hasta Mar del Plata el clima hizo con nosotros lo que quiso. Estuvimos muchos días parados por el viento y la corriente de marea, que tirando para el mismo lado, neutralizaban nuestro avance. En ocasiones hemos retrocedido algunos cientos de metros y dándonos por vencidos volvíamos a salir a playa para acampar y esperar al día siguiente. En Pinamar nos tocó la tormenta más fuerte de todo el viaje y con olas de más de 4 metros hicimos un intento de entrar al mar después de estar parados 5 días en el mismo médano. Rebotamos.

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Superada la Bahía Blanca y su canal de salida, llegamos al sistema de islas de San Blas donde sí fuimos victimas de las bajantes de marea y tuvimos que caminar mucho con los kayaks a tiro. Algunas veces hemos esperado hasta las 12 de la noche por la llegada del agua. La historia se repetiría en Río Negro, una provincia que tiene mucha restinga y acantilado en su mitad del Golfo San Matías. En Viedma como en casi toda la Argentina fuimos recibidos por distintas familias que nos adoptaron varios días. El municipio llenó nuestros kayaks de comida y ya salimos a buscar las costas de Chubut para meternos en la Península de Valdés. A lo lardo de Río Negro y Chubut vivimos algunas de las mejores experiencias, remar a la par de Ballenas, Lobos y Elefantes Marinos, con quienes compartimos las playas muchas veces.

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Luego pasaron los Golfos San José y Nuevo. A la salida de Punta Ninfas y antes de llegar a Playa Unión volvimos a recibir el embate de los vientos y las furiosas olas del Atlántico Sur. En casi 8 horas de remo logramos alcanzar el puerto de Rawson que estaba a sólo 20 kilómetros de nuestra posición. Historias similares se repitieron a largo de la Patagonia Austral donde los vientos son constantes y realmente fuertes. Llegando a Comodoro Rivadavia un viento de 60 Km. por hora nos mantuvo cautivos en una restinga durante más de 6 horas.

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La navegación continuó al sur y entramos en Santa Cruz. Tocamos varios puertos con mucha riqueza histórica, entre ellos Puerto Deseado, donde fuimos recibidos por toda la comuna y por la gente de la Fundación Conociendo Nuestra Casa. Las ballenas siguieron pasando pero llegó el momento de navegar a la par de las Toninas overas y los Delfines Australes. A éstos bichos debemos sumar la presencia constante de Aves Marinas como los Petreles y Albatros, escoltas inseparables.

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Llegó el momento de pasar por nuestro primer Parque Nacional con Litoral Marino, Monte León, al sur de la localidad de Puerto Santa Cruz. El lugar es mágico, cuevas, arcos, penínsulas, mucha fauna y formaciones raras. El clima nos acompaños y pudimos disfrutar del parque en su totalidad. Días atrás habíamos sido víctimas de tormentas, restingas, viento y acantilados. A veces hay que tirarse a pasar 20 kilómetros de acantilados sin salida y si el viento te ataja en el medio se hace imposible teniendo que retornar al punto de partido. Situación que viviríamos más tarde en Tierra del Fuego.

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La provincia de Santa Cruz nos despidió desde su última localidad, Río Gallegos y ya nos dirigimos al cruce del estrecho de Magallanes. La Prefectura Naval Argentina nos alojó en su destacamento de Cabo Vírgenes para que pudiéramos salir al cruce con buenas condiciones climáticas. Y llegó el día y el cruce del estrecho hacia Tierra del Fuego se hizo realidad. Con mucho viento y por momentos con grandes olas, logramos cubrir los más de 35 kilómetros que nos separaban de una playa a la otra. El remolcador Cruz del Sur se prestó como embarcación de apoyo a pedido del Jefe de la Prefectura.

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El sueño entraba en su última etapa, recorrer la mística Tierra del Fuego. El primer tramo de la isla se tornó un tanto aburrido por los paisajes monótonos que presentaba. Y llegamos a Río Grande pasando una enorme restinga y rocas que esconden la boca del río. El Club Náutico Ioshlelk Oten fue nuestra casa durante una semana. Compartimos asados, truchas a la parrilla y las mejores anécdotas. Del club salimos con la pilas recargadas a navegar por primera vez en kayak la costa este de la isla. Así pasamos lugares con barcos hundidos como el Duquesa de Albania, estancias históricas como la Policarpo y lugares remotos como Península Mitre. Ya por éstas latitudes los bosques de Lengas estaban por todos lados. El paisaje cambió y cada vez se puso mejor. La Cordillera de los Andes se hizo presente y entramos al canal de Beagle para navegar las aguas fueguinas por última vez el 27 de Enero de 2010. En Tierra del Fuego vivimos una de las peores situaciones arriba de los kayaks al ser embestidos por una tormenta que nos sorprendió en pleno cruce de la Bahía Aguirre. Fueron 12 horas casi parados en el mismo lugar para luego retroceder en busca de una playa segura.

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Pero todo esto quedó en el olvido aquel 27 cuando escoltados por los amigos de Eco Deportes de Ushuaia, la Prefectura Naval Argentina con nuestras familias y otras embarcaciones navegamos hacia el muelle de la ciudad más Austral del Mundo, Ushuaia. Para recibirnos estaban las autoridades de la ciudad y la Prefectura. Será un momento que recordaremos por siempre.

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