por Adriana Gómer fotos Carlos Vaccarezza
Somos la Flota Nacional de Kayaks
con los valores que llevaremos por el mar
la Flota Nacional de Kayaks
que hoy vuelve a navegar…
Pablo Banchero
Estribillo que corresponde, en los versos citados, al Himno Flota Nacional de Kayaks, compuesto para la ocasión del 20° encuentro, con letra y música de Pablo Banchero.
El pez por la boca… lanza kayakistas
Recuerdo vagamente que cuando era chica, tuve en mis manos un manual que como ayudamemoria, asemejaba el mapa de la provincia de Buenos Aires a la figura de un pez. Su cola se extendía desde Bahía Blanca hasta Carmen de Patagones, un ojo muy redondo y desorbitado andaba por 25 de Mayo, tenía enormes branquias que abarcaban toda la curva de la costa atlántica, y su boca abierta era la Bahía de Samborombón. Básicamente, era una palometa del Paraná boqueando en las arenas del Río de La Plata. Es imposible olvidarme de esa imagen que pasó de dibujo a mapa y, desde hace unos días, a vivencia plena con todos los sentidos.
“El desafío se vuelve a renovar…”
Esto sucedió gracias a que: desde el viernes 7 al domingo 9 de diciembre tuvo lugar la vigésima edición del Encuentro Nacional de Kayakistas de Travesía Dolores-San Clemente del Tuyú, organizada por el CAND (Centro de Actividades Náuticas de Dolores) con el capitán Alfredo Barragán a la cabeza, y a que con integrantes del grupo de los Re-Copados tuvimos la alegría de poder participar junto a alrededor de unas 170 personas. En mi caso, con los hermanos Lara, Noelia y Daniel, viajamos desde Paraná, Entre Ríos, arribando a la sede del CAND aproximadamente a las 20 del jueves.
Luego de armar las carpas, nos dirigimos al hermoso Teatro Municipal Unione para disfrutar del 9° Festival Nacional de Audiovisuales de Kayakismo de Travesía “Libres del Sur” con que se iniciaba este importante evento. De los cinco finalistas cuyos cortos se proyectaron en la velada, resultó ganador del primer premio, el audiovisual de Adriana Büchele, “Río Bermejo”. El segundo premio lo obtuvo “Agua que une”, de Miguel Zorzi, y el tercer premio fue “Aguas brillantes”, de Carolina Saá. Los trabajos se destacaron por ser muy emotivos y captar con imágenes, palabras y videos, lugares hermosos de nuestro país forjados por el curso de ríos y esteros, la singularidad de la fauna autóctona y, especialmente, historias de amistad y descubrimientos surgidos con el correr de los días y del agua, entre paladas y descansos.
La cena que siguió en el Club Ever Ready, fue ocasión de encontrarnos con el resto de los amigos y amigas de Rosario y Resistencia, participar de sorteos, aplaudir homenajes como el de los 20 años del astillero Tigre (del querido Damián “Chapita” Figueroa), y conocer al resto de los integrantes de la Expedición Atlantis* : Jorge Iriberri, Horacio Giaccaglia, Daniel Sánchez Magariños y Félix Arrieta.
A la mañana siguiente, la alarma en el campamento sonó a las 8:00, y a las 10:00 ya estábamos formándonos en caravana para dirigirnos al margen del canal 9, junto al puente, desde donde partiría la flota pasado el mediodía. Como se imaginarán quienes conocen el lugar o han participado de otras ediciones, esta primera jornada fue “un paseo”, en palabras de Barragán. El tránsito por el canal prácticamente no tiene variaciones y lo que más distrae y alegra la vista son las aves acuáticas que frecuentan el lugar, como garzas blancas y biguás y, por la costa, alguna nutria y muchos caballos que se alimentan a campo abierto y nos observan el paso con ojos curiosos.
Después de navegar 27 kilómetros por el canal con una parada de descanso frente a la estancia Las redondas, arribamos a los puentes que marcan la intersección con la ruta provincial N° 11, lugar que sería nuestro campamento. La corriente era fuerte y nos costó un poco bajar, pero rápidamente nos organizamos en dos barrios separados por ambos puentes. Por la noche, nos dirigimos a la Escuela Rural N° 7 del Paraje Las Víboras por un sendero paralelo a la ruta, bordeado de pastizales amarillos y un entorno boscoso. Luego de cruzar un par de alambrados, estábamos en la escuelita que nos recibió con un asado y ensaladas.
Dadas las indicaciones precisas del capitán acerca de la segunda jornada, reemprendimos la caminata a la escasa luz de la luna nueva, esquivando –cuando los reflejos lo permitían- algunos pozos del camino, y deteniéndonos de vez en cuando para identificar alguna constelación o adivinar el paso de una estrella fugaz para pedir un deseo. Algunos extendieron un poco la velada haciendo ronda junto a una carpa, acompañados de charlas y bebidas espirituosas, pero pronto todos se fueron a dormir ya que al día siguiente el suave despertar del capitán se haría sentir a las 6:00 de la mañana.
* La Expedición Atlantis se llevó a cabo en 1984 al mando del capitán Alfredo Barragán y unió, a través del Atlántico y a lo largo de 52 días Tenerife, en las Islas Canarias, con La Guaira, en Venezuela, a bordo de una balsa.
“…dejamos en tierra todo el egoísmo y toda la miseria…”
Para los debutantes como yo en esta travesía, la llegada e ingreso a la bahía era motivo de una gran ilusión y expectativa. Acostumbrada a ríos más largos que anchos, sería como navegar en el mar.
Dos horas era el tiempo pautado para levantarse y levantar campamento, higienizarse y desayunar. Y alcanzaba perfectamente para que al cabo de ese lapso estuviéramos todos en el agua prontos a zarpar. En esta segunda jornada continuaríamos por el canal 9 hasta su desembocadura en la bahía, a 13 kilómetros de distancia. Debíamos llegar allí a las 11:00 para aprovechar la pleamar y poder navegar cómodamente durante 21 kilómetros más hasta el canal 1, en cuya boca acamparíamos.
Y así fue. Si bien algunos integrantes de la flota no la pasaron tan bien, principalmente por sufrir síntomas de cinetosis, caídas por efecto del oleaje, de una distracción, o pérdida de una pala, lo cierto es que siempre hubo cerca alguien de prefectura, organizadores o compañero/a de remada, que se apresuraba a brindar la ayuda necesaria. Y entonces, el cuerpo en el agua, el kayak dado vuelta, la pala derivando o una fruta que flotaba, volvían a sus lugares para seguir el curso del resto de los navegantes en esa curiosa mezcla marrón y salada que conformaba el agua de la bahía.
Esa tarde al llegar, nos recibieron los cangrejos que se dejaban ver cada vez más a medida que avanzaba la bajamar. Asustados de nosotros, se metían en sus cuevitas en el barro cruzando las pinzas para pedir que nuestros pies no los dañaran. Nos instalamos en una larga avenida sobre una franja verde con bordes de pastizales a modo de medianera. A un lado los kayaks, al otro las carpas. Picada, siesta, charlas, fueron la previa de una noche con luces montadas para la ocasión, cerveza tirada, choripanes y bife de chorizo.
Por las instrucciones del capitán, supimos que al día siguiente habría más viento. Por los horarios de la marea la salida se estableció a las 9:00, por lo que debíamos levantarnos a las 7:00. Nos restaban aún 31 kilómetros.
“Sólo con su esfuerzo al faro llegarán…”
La última jornada fue divertida y agotadora a la vez. No tocamos la costa blanca de conchillas y no pudimos detenernos al grito de “proa al viento” más que minutos contados en el agua, porque había pronóstico de viento sur que, en lo posible, se debía evitar. Durante cinco horas no miré el reloj. Cuando me decidí, ya eran casi las dos de la tarde. El faro San Antonio comenzaba a dibujarse a la distancia, en la cima de una línea de árboles. Franja blanca, franja negra, franja blanca, franja negra, iba cobrando nitidez, pero a un ritmo más lento que aquel con que crecían nuestras ganas de llegar.
Siempre custodiados por los gomones del CAND y de prefectura, y por los subcapitanes de la travesía, llegamos a la costa donde nos esperaban familiares, amigos y gente de la organización. Rápidamente, tras tomar un café caliente, trasladamos los botes, los vaciamos y ayudamos a cargarlos en los camiones que los devolverían por tierra a Dolores. Muchas manos ayudaron afanosas en esta tarea. Al poco rato, ya nos estábamos sacando el barro de las patas para presentarnos (si no de punta en blanco, al menos limpitos), al complejo “Termas marinas”.
Mientras flotábamos y nuestro cuerpo tenso se aflojaba en el agua salada, comenzó a llover, y los vientos se tornaron fuertes. El contraste entre el agua caliente y el aire frío del exterior nos disuadió por un buen rato, de abandonar las piscinas. Nos terminó de persuadir el anuncio por altoparlantes de que el complejo se cerraba. Una ducha caliente y ropa limpia y seca, nos dejaron listos para disfrutar de una cena generosa en la carpa matera, apenas un rato antes de la entrega de remeras, diplomas y de algunos sorteos más.
Pronto llegaron aplausos, felicitaciones merecidas a los organizadores por sostener a lo largo de tantos años esta travesía pensada con un plan “que funciona”, en palabras de Alfredo. Algunas anécdotas ilustraron los inicios del emprendimiento, se alzaron las manos de quienes llevaban años asistiendo y se reconoció la participación de los más jóvenes. Nuevas amistades kayakeras surgieron que, si el agua nos vuelve a unir como espero que suceda, reencontraremos en futuras travesías.
Finalizada la ceremonia, los ómnibus nos aguardaban a la salida del complejo para trasladarnos a Dolores. En un ir y venir, nos devolvían al lugar que había reunido a la flota, sumidos en un sueño ondulante como las olas de la bahía. De allí, saldríamos horas después hacia los extremos, otras ciudades, otras provincias. Partíamos renovados hacia distintas latitudes, como la sangre oxigenada que bombea el corazón del pez.