por Jorge Xavier, fotos Marcos Ferrer
Hace ya cuatro años, disputé los 60 Km de UTACCH en Yacanto, oportunidad en la que viajé junto a Rubito Beledo, Pablo Lapaz, Víctor Trillas, Alejandro “Highlander” Scuoteguazza, Carlos Douglas Hernández y Sebastián Paulós. En esa instancia, la encaré como parte del entrenamiento para la CCC en Mont Blanc que corrí en 2013. Recuerdo que fue mi carrera N° 254, y ahí completé 4066 kilómetros en competencias, 1430 de ellos en Trail (35% del total). Con mucha más experiencia, el pasado 1 de julio fue mi carrera N° 417 completando 7475 kilómetros, 3915 de ellos de Trail (ya el 52%), y la N° 52 de 42 kilómetros o más.
La web de UTACCH expresa que es una aventura, una experiencia única y mágica para cada corredor que decide transitar las tierras de los Comechingones, antiguos habitantes de las Sierras Grandes de Córdoba. La camiseta que lleva el lema: “La mística”, refleja cómo, sin dudas, se ha ido construyendo esa sensación, al extremo que se han agregado nuevas distancias que otorgan puntos ITRA (4 puntos a los 75 K y 3 a los 50 K), y se han incrementado notoriamente la cantidad de participantes (se registraron 2307 llegadas a la meta, un 60% de hombres y un 40% mujeres).
Es un recorrido precioso, agreste, duro, propio de las sierras cordobesas, bastante distinto a lo que normalmente encontramos en la zona patagónica del sur o en las sierras de Uruguay.
El viaje y la previa
En esta ocasión, el viaje fue bastante distinto ya que organizamos la ida con tiempo. Junto a algunos de los “Hermanos de la Montaña” y de la vida: Martín Zanabria, Paola Nande, David Vega, Alejandra Isabella y Jorge Nin, Federico Sanguinetti y Eiko Senda, sus hijos, y el amigo argentino: Federico Sivila.
Tengo mucho para contar sobre las anécdotas del viaje, pero prefiero mantener la amistad… Les dejo solamente la del momento en que llegamos a Migraciones, en el Puente Fray Bentos – Puerto Unzué, donde Federico -excelente barítono- bajó el vidrio y le cantó al funcionario: «Fígaro, Fígaro, Fígaro, Fígaro…», y a lo que acotó:-«acabamos de sacarlo ayer». Sobre las discusiones en relación con la ruta, el GPS o el tiempo de detención en ruta por un pasajero que viajaba sin cinturón de seguridad, no cuento nada.
Nos alojamos en Santa Rosa de Calamuchita, a 30 Km de Yacanto, donde llegamos en la noche del jueves 20. El viernes lo dedicamos a retirar el kit (me correspondió el N° 3125) y preparar todo lo necesario para la carrera. Dado que largamos a las 5:00 AM, el despertador sonó a las 3:00 para desayunar rápidamente, gracias a la enorme gentileza de la gente del Hotel Gloria.
La carrera
El clima estaba frío pero absolutamente despejado, lo que hacía presumir que íbamos a tener un día espectacular. Decidí largar con la remera segunda piel y la de carrera por encima, sin campera cortaviento, con calzas cortas y medias de compresión.
Después de las fotos de rigor, largamos a la hora indicada. Como era previsible, algunos salieron a ritmo fuerte, en tanto yo lo hice junto a Alejandra. Avanzamos más lentamente, con las linternas frontales encendidas y optamos por caminar en los tramos en subida, en tanto trotamos en los planos y bajadas. Después de 7.5 Km, llegamos al primer puesto de abastecimiento, en el denominado “cortafuego”, donde tomamos a la izquierda para ingresar a una zona con bastante desnivel, trillos de pasto y algo de barro. Cruzamos el primer arroyo, donde ya nos mojamos -el frío hacía que “dolieran” los pies- pero seguimos a ritmo sostenido.
En la zona de bajadas, Ale se quedaba un poquito atrás, pero enseguida me alcanzaba en cuanto enfrentábamos terreno plano. Allá por los 12 kilómetros, nos superaron los punteros de la distancia 50 Km, en una zona de larga subida (habían largado a las 6:00). Ya llegando al puesto del Negro Pereyra -Km 16- el sol asomaba por la sierra, pintando el horizonte con colores espectaculares.
Le comenté a una de las chicas del puesto, que tenía cara conocida:-. «Sí, soy una de las Pereyra, que siempre está en el puesto», me respondió riendo. Comimos algo, disfrutamos de una sopa caliente y emprendimos el ascenso hacia el Cerro Agustín. En el recorrido, ya volvían los punteros de la distancia, y vimos bajar a nuestros compañeros. A falta de unos 2 kilómetros para llegar al punto más alto, cruzamos el arroyo donde en el año 2013 me esperaba Víctor Trillas. Seguimos avanzando para finalmente hacer cumbre donde alcanzamos casi 2300 msnm y unos 27 kilómetros de carrera, con un sol que brillaba fuerte haciendo muy placentera la mañana pese al frío invernal. En ese momento, decidimos parar para ingerir algún alimento y descansar un poco.
En la bajada, Ale insistió en que no la esperara pues en general iba más lenta que yo. Me fui adelante, para llegar nuevamente al PA (km. 30.5), donde estuve unos 10 minutos descansando, comiendo frutas y tomando un caldo caliente, mientras la esperaba. Conversé un ratito nuevamente con las chicas del PA, que aprovecharon para «tomarme el pelo» nuevamente. Me preguntaron si iba a seguir o abandonaba… cuando dije muy firmemente que seguía y les pregunté si se habían registrado abandonos, una de ellas me dijo: «Sí, aquí murió uno… perdón!, abandonó uno». Dado que Ale no llegaba, decidí seguir pues temía por los cortes por tiempo. La misma chica me dijo- «Qué mal, le prometió que la esperaba y se va». «Sí, tenés razón, la espero», le respondí. «No, es una broma», remató. Y cuando ya había hecho unos metros, me gritó: «allá viene». Di vuelta, y las tres chicas, riéndose, me dijeron: «No, es mentira, no viene nadie…».
A partir de allí, el terreno iba en leve descenso y fui intercalando posiciones con otros corredores. Alcancé el PA ubicado en el Km 42,5 en “Los Corrales”, con 9 hs 50 minutos de carrera, donde había un buen número de corredores alimentándose con el asado. Disfruté de una buena cantidad de gaseosa, comí algo y decidí seguir (con algo de culpa, ya que mi compañera no llegaba).
A partir de ese punto, los corredores nos distanciamos. Después de un largo recorrido, llegamos a una bifurcación donde los de 75 Km doblamos a la derecha para emprender un camino en leve subida hacia Capilla El Carmen, Km 51.5 Km. Hicimos una especie de “gota” de unos 5 kilómetros, para retornar por el mismo camino que habíamos realizado. Llegué nuevamente a la bifurcación, donde consulté al bombero que estaba allí ubicado sobre el eventual pasaje de Alejandra (haciendo referencia a la banderita uruguaya que llevaba en su mochila… pero después me enteré que la había perdido), y a partir de allí, encaramos rumbo a El Durazno. Aún podía trotar en zonas de bajada y planas, pero ya sentía el esfuerzo y una molestia en la planta de los pies, maldiciendo por haber llevado un calzado bastante “castigado”.
En el Km. 60.5 llegamos al Cruce de la Chaqueña, donde estaba el sexto PA. Después de tomar un poco de líquido y comer maníes y frutas, emprendimos una fuerte bajada hacia un camino de tierra. Empezaba a irse el sol, así que me coloqué la linterna frontal, y un poco más adelante la tuve que encender. El cruce de un arroyo, peligroso por lo profundo y la fuerza de la corriente, fue sencillo gracias a la excelente colaboración de los bomberos que allí se encontraban, que nos ayudaban a cruzar entre las enormes piedras.
Cuando salimos del camino de tierra para ingresar nuevamente a trillos de campo y un tramo en fuerte subida, me pegué a una pareja de jóvenes argentinos, y decidí seguir con ellos. Veía a lo lejos, tres corredores que se acercaban a buen ritmo, e incluso escuchaba sus voces. Mis compañeros ocasionales no veían señales -ni yo tampoco- así que les sugerí volver hasta la última marca y buscar el camino correcto. Nos alcanzaron los tres que venían más atrás, y cuando les dijimos -en la oscuridad de la noche- que no veíamos señales, identifiqué la voz de Alejandra. «¿Ale?», le digo. «¡Jota!» me respondió. El reencuentro fue muy propicio para rápidamente ponernos al tanto de nuestros ritmos y “desventuras”, en particular el malestar estomacal de Ale durante gran parte del recorrido. Mis dos acompañantes, eran además compañeros de los dos que venían con Alejandra, así que decidimos seguir todos juntos.
En la noche, divisamos a lo lejos el 7° PA -Puesto de Ortiz-, en una carpa iluminada y con fuego encendido, con música cordobesa que se escuchaba desde muy lejos, y una onda increíble. Después de una fuerte bajada, llegamos a ese puesto. Sentía el estómago bastante revuelto, así que no pude comer nada, pese a que había un asado espectacular. Descansamos un poquito e ingerí tres pedacitos de naranja, que me permitieron sentirme mejor. A partir de allí, nuevamente nos esperaba una subida pero ya en un terreno bastante más limpio y por caminos de tierra, divisando algunas casas de la zona cercana a Santa Rosa de Calamuchita.
Cuando culminó ese tramo, salimos a la carretera de tierra, donde nos indicaron que nos faltaban 2.5 kilómetros para la meta. Todos nos pusimos a trotar, y nuestros ocasionales compañeros se fueron adelante. Pese a que Alejandra estaba con más fuerzas que yo en ese tramo, me esperó -flor de aguante, me hizo- para llegar a la meta en 17 hs 20 minutos (posición 194, 24° en la categoría por edad entre 30 competidores), donde nos esperaban nuestros amigos. Objetivo conseguido, misión cumplida, dentro del tiempo límite de 19 horas.
Después de una ducha caliente en el hotel, cenamos unos sándwiches de lomito, para irnos a descansar. El domingo a la mañana, disfrutamos de un excelente desayuno y comentamos sobre la carrera para luego emprender el retorno.
En lo personal, y pese a la ubicación en la carrera, debo considerarme satisfecho pues además de la distancia de 75 Km, la acumulación de carreras que traigo, el desnivel acumulado positivo (3500 metros, realmente exigentes), regulé el ritmo en la mayor parte de la carrera y culminé bastante entero, al extremo que durante el viaje de retorno prácticamente no sentí molestias.
A mis hermanos de la vida y compañeros de aventuras, un enorme ¡gracias! por un fin de semana espectacular. Siempre es un privilegio poder compartir desafíos disfrutando a pleno de la naturaleza y de los amigos.