David Lavau de 67 años, nunca se hubiese imaginado que una leche chocolatada sería el inicio de su salvación. Californiano de nacimiento, circulaba por una ruta de montaña y desafortunadamente colisionó de frente con otro vehículo a 80 kilómetros de Los Ángeles. Los dos autos cayeron por un barranco de 150 metros. Se despertó en la oscuridad de la noche y no sintió ningún ruido, no pudo moverse mucho, así que pasó la noche allí entre los hierros doblados.
A la mañana siguiente, cuando pudo salir de adentro del vehículo, se encontró con el otro automóvil. Frente al volante estaba el cadáver del conductor. Con poca movilidad causada por múltiples fracturas, y mostrando un loable instinto de supervivencia, el sexagenario improvisó un campamento bajo un arbusto y empezó a alimentarse de hierbas y a beber agua de un arroyo aledaño mientras esperaba un milagro. No podría sobrevivir así mucho tiempo, pero no tenía otra alternativa.
Por fortuna, sus tres hijos Chardonnay, Sean y Lisa, repararon en que hacía días que no sabían de él e informaron a la policía de allí con una pista clave: la última vez que su padre había usado la tarjeta de débito había sido en un supermercado de la zona.
Lisa convocó a sus hermanos y juntos iniciaron la búsqueda por su cuenta. En el negocio, la cajera recordó a David preguntándole: -«¿Puedo tomar un chocolatada?». Esta frase tan cotidiana, fue música para los oídos de la familia de Lavau. A partir de allí comenzó la búsqueda. “Paramos en cada barranco y en cada colina», recuerda Lisa,» mi hermano salía del coche y empezaba a gritar. Luego de varias horas, en una curva, nos pareció escuchar un ruido, un quejido desde abajo. Era la voz de un hombre. Lo siguiente que oímos fue la palabra ayuda, y ahí estaba papá gritando».
Poco después, llegaron los bomberos. El rescate fue digno de la historia de Lavau: se desplazó un helicóptero para que un médico accediera a la zona y lo reconociera. Tras darle el visto bueno, fue elevado y llevado al hospital. También tuvieron que ayudar a subir a los tres hijos. Es de suponer que, una vez reunidos, no tardarían en tomarse otra chocolatada.