Exploracion

DE USHUAIA A LA QUIACA CORRIENDO

enero 30, 2017 — by Andar Extremo

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Exploracion

DE USHUAIA A LA QUIACA CORRIENDO

enero 30, 2017 — by Andar Extremo

Martín Rodríguez, Desafío Solidario, 5729 kilómetros en 276 Días. Nota en la revista Andar Extremo n° 43

Entrevista A Martín Rodríguez por Andar Extremo
Fotos Jorge Amaya

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Martín Rodríguez es de Tandil, luego de un pico de stress, decidió correr la Argentina de punta a punta. Un sueño, la solidaridad y las ganas de generar lo imposible lo llevaron a una experiencia que lo marcó de por vida. En una entrevista llena de sentimientos nos cuenta como un proyecto sin apoyo ni sponsor puede cambiar de un día para otro, siendo el motor del viaje, la gente.

Martín Rodríguez es profesor de Educación Física tiene 25 años y durante 9 meses recorrió desde Ushuaia hasta La Quiaca. Lo hizo empujando un carrito en donde llevaba su carpa, bolsa de dormir, ropa, comida y demás cosas. Corrió entre 25 y 30 km diarios dependiendo de las condiciones climáticas y geográficas.
Comenzó su travesía solidaria (los más de 5700 km recorridos fueron transformados en litros de leche y alimentos no perecederos recolectados por Red Solidaria Tandil para 12 instituciones de esta localidad) el 19 de octubre de 2015 y la terminó el 21 de Julio de 2016 en la Quiaca.

Cómo surgió la idea de hacer corriendo, Ushuaia-La Quiaca?
En agosto de 2014 tuve un pico de stress, caminé 10 km en seis horas de forma inconsciente. En ese momento tenía tres empleos, trabajaba 13 horas. Un día, en un hueco de una hora, fui a ducharme a la casa de mi hermana y me quedé dormido. Cuando me desperté estaba sentado en una piedra atrás de las Sierras de las Ánimas en Tandil, donde vivo… ese lugar estaba tan alto como inaccesible, así que comencé a gritar y me tuvieron que rescatar. Esa misma noche quedé internado en el hospital y tuve un extraño sueño: me veía corriendo en una ruta llegando a un paraje, y luego corría nuevamente. Una vez que salí de allí, estuve asistido con psicólogos y neurólogos, tuve un mes sin trabajar donde tenía que si o si bajar un cambio. Cuando quise entra en la misma rutina de siempre, me encontré con que en uno de los trabajos me habían despedido, en otro me mantuvieron y en el tercero me redujeron las horas. Allí empecé a tener tiempo libre, y ese sueño que había quedado dando vueltas en la cabeza me empujó a correr una carrera muy conocida acá que se llama “La Tandilia”. Cuando crucé la meta mi cabeza automáticamente me dijo: -ésto es lo que tenés que hacer!!! Primero le busque a la travesía el lado solidario: cada kilómetro un alimento, contactándome con Red Solidaria de Tandil, y a los pocos días estaba hablando con mi entrenador Diego Simón, para planificar el gran viaje.

Entonces el viaje fue por cansancio social o búsqueda personal?
Me recibí a los 21 años y a los 23 me pasó esta situación… trabajaba en un ámbito social con realidades muy crudas, niños insertos en familias con problemas económicos… eso me hacía muy mal, y en vez de ayudar me terminaba amargando con el agregado de que no tenía tiempo libre para descargar haciendo deporte. Creo que fui llenándome de eso hasta que la cabeza dijo basta.

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Por qué correr desde Ushuaia hasta la Quiaca?
Cuando empecé a planificar el viaje hasta ese momento nadie había hecho corriendo Argentina de punta a punta. Hacer de Ushuaia a La Quiaca me podía ayudar con la magnitud del proyecto a conseguir sponsor, a difundir con facilidad ya que no había antecedentes de algo así. En realidad pensé que iba a ser más grande de lo que fue en lo que respecta a logística, porque paralelamente surgió otro chico con el mismo proyecto y estuvo apoyado por varias empresas. Rodolfo Rossi es el nombre de este atleta que salió en todos lados.

Lo hizo antes que vos el viaje?
En realidad yo lo organicé antes y un mes después apareció Rodolfo con su idea pero comenzó el viaje en agosto de 2015 y yo lo empecé en Octubre. Desde enero estaba difundiéndolo para conseguir apoyo y se superpusieron los proyectos, pero él lo hizo mucho más rápido porque no iba con carro, tenía tres vehículos de apoyo… Rossi era el Barza y yo Deportivo Riestra… lo más loco es que nos cruzamos, él había hecho 5000 kilómetros con todo su equipo y yo solamente 700 kilómetros con el carrito. A pesar de que él venía muy asistido y yo sólo con el carro, fue muy lindo el encuentro. Rodolfo venía haciendo al revés, de La Quiaca a Ushuaia.

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Técnicamente, es lo mismo de norte a sur o de sur a norte?
Como lo hice yo es más difícil, porque arrancás desde cero metros y llegás a los 5000 msnm y también los vientos en la Patagonia siempre los tenés en contra. Al no tener tanto apoyo me motivó más hacerla de esta manera que era más osada, aunque al final me repetía: por qué no lo hiciste al revés.

Cuando estabas organizando todo, pensaste de entrada en empujar un carro o la autonomía del viaje te llevó a eso?
Conocía la leyenda del vasco de la carretilla, y hubo un pehuajense que hizo varios viajes así, el Cacique Uruzuna. La idea original era hacerlo con un vehículo de apoyo y correr libre de peso. Al no conseguirlo dije: cómo hago para llevar las cosas?. Probé con una mochila de Mar del Plata a Tandil fueron 172 kilómetros en cuatro días, una maratón diaria y terminé con las rodillas complicadas, eso fue dos meses antes de empezar la travesía. A raíz de eso empecé a pensar en el carrito: primero pensé en uno de bebé pero como iba a llevar peso, andar por ripio, cruzar ríos, necesitaba algo más resistente. Decidí descartar eso y hacerlo con un herrero. El carro sólo pesaba 40 kilos y con la comida la ropa, carpa, etc. llegó a pesar 70 kilos.

Planificaste el día a día o arrancaste viendo lo que pasaba?
Estaba todo sumamente planificado, yo sabía los kilómetros que podía realizar, de dónde hasta dónde iba a cubrir en el día, entonces me abastecía según las distancias que iba a hacer. Al principio corría de 20 a 25 kilómetros diarios, ya que del viaje de Mar del Plata a Tandil me había quedado una tendinitis rotuliana bilateral, así que no había podido ni probar el carro. Imagináte que dos semanas antes de empezar no podía correr más de 20 minutos porque me dolían las rodillas. En Ushuaia no tenía apoyo económico, ni logístico y además no podía correr. Pero lo increíble siempre es cuando uno pasa del dicho al hecho, cómo cambia la cabeza y la mirada de los demás simplemente por estar haciendo terrible travesía… era el super atleta que iba a correr todo el país pero paradójicamente el mismo que hacía una semana atrás en Tandil no era nada. De esos 20 kilómetros diarios al principio, cuando llegué a los 1000 kilómetros me curé: se me fue el dolor, estaba sumamente motivado y cuando quise acordarme ya estaba manteniendo unos 30 kilómetros diarios. Cuando llegué a Chubut, a Gobernador Costa, me senté a planificar desde allí al final. Eso fue 5 meses antes, empecé a calcular y me daba que llegaba el día del amigo a la Quiaca y hasta ese momento era muy significativo porque la gente en el trayecto me había cuidado mucho, había hecho muchísimos amigos. No había ningún récord por cumplir, era un cierre simbólico llegar el día del amigo a las 12 del mediodía. Me adelante y llegué doce menos cinco.

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Cómo fue el arranque?
Organizarlo fue muy frustrante porque eran todos “no” y de golpe en Ushuaia eran todos “Sí”. Por ejemplo en Ushuaia paré en la casa de un hombre que tenía su hija en Tandil y de allí surgió el contacto. El señor tenía una camioneta y como nevaba y la ruta estaba congelada, yo corría, me iba a buscar, y me llevaba a dormir a la ciudad y al otro día me dejaba en el punto hasta donde había llegado el día anterior. Entonces empecé a tener el apoyo logístico que no había conseguido antes. Mi sponsor fue la gente, lo entendí de esa manera a medida que fui avanzando. Todo Tierra del Fuego me apoyó, así que no usé el carrito. Esto me ayudo a no exigir las rodillas desde el comienzo. No conocía nada así que era todo deslumbrante: la adrenalina de correr, los paisajes, andar en el medio de la cordillera con la nieve… increíble. A partir de ahí se fue difundiendo y en Tierra del Fuego ya me empezaron a ayudar mucho. En Tolhuin la primera población luego de Ushuaia, llegué acompañado con cuatro autos… vivir eso a 3000 km de mi casa era algo alucinante. En Río Grande, llegué con 6 autos y una persona que me acompañaba corriendo. Eso que sucedió allí se contagió en todo el país, cuando arribaba a algún pueblo siempre había alguien para apoyarme que hacía de combustible para seguir corriendo.

Cuándo empezás a usar el carro?
Cuando salí de Tierra del Fuego, allí fueron 15 etapas y solamente lo usé dos. Desde allí a Santa Cruz tenía que pasar por Chile, puntualmente por Punta Arenas y ahí fue otro viaje porque tuve que empezar a correr solo. Hacían 10 grados bajo cero por ripio con el carro… los primeros trayectos fueron muy crudos. Estaba en otro país y si bien los chilenos me trataron muy bien, tenía en la cabeza que estaba en otro lado. El viento comenzó a soplar fuerte y en un momento me voló el colchón; estuve tres noches durmiendo sobre las piedras. Esos días me levantaba todo dolorido. Allí realmente entré en conciencia de lo que iba a ser el recorrido. Llegué a Santa Cruz acompañado de 17 personas, muchos autos, y empalmé la 40 en Río Gallegos… fue muy motivador pero complicado porque no tenía logística. Fueron 130 km que no hice de la 40, pero los reemplacé con los 207 kilómetros que hice de Chile.

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Cómo era la rutina del día a día?
Acampaba, luego me levantaba bien temprano miraba el amanecer, en La Patagonia lo hacía más temprano así evitaba los vientos en contra y podía. Desayunaba bien fuerte y tipo 9 o 10 empezaba a correr dependiendo del viento. En una ruta normal los 30 km me llevaban 6 horas. Cada una hora ingería alimentos y si tenía mucha hambre a las 3 horas hacía una buena comida. Iba mirando paisajes, sacando fotos, parando, elongando, descansando. No hacía los 30 km contínuos porque con el carro se ponía difícil. Alrededor de las 6 de la tarde si la ruta estaba buena y tenía el día hecho, merendaba, y sobre todo en Patagonia, aprovechaba para leer un libro o escribir algo porque el día duraba hasta las diez de la noche. En el norte la tierra era muy complicada así que corría de sol a sol, a veces completaba los 30 km, pero otras hacía 20 km en 10 horas… era duro, llegaba, comía y me acostaba. Cuando entraba a las ciudades dependiendo de quién me recibía, ya sea hospedaje o casa de familia, quería aprovechar para conocer la gente que se ofrecía llevarme a pasear. En las ciudades por lo general, terminaba más cansado pero era el momento para compartir y llenarme de energía.

Te alcanzaba la comida?

Comía un montón, tenía dos tipos de comidas: la sana que me hacía bien al físico que la hacía durante la ruta, y la que me hacía bien a la cabeza. Llegaba a un pueblo y comerme una milanesa napolitana con papas fritas era mi mejor trofeo. Imagináte, una vez en un pueblito éramos tres para comer, los otros dos comieron dos porciones de pizza cada uno y yo comí una pizza y media, de hecho nunca perdí kilos sino que gané músculo. La grasa se mantenía normal, y la masa muscular me aumentó por empujar tantos kilos.

Qué decía la gente cuando te recibía?

Primero me decían que estaba loco y después, que era muy emocionante… lo que se generó es uno de los ítems más importante que tuvo el desafío. Llegaba a un lugar y la gente que no conocía, se emocionaba cuando contaba la historia. Tuve entrevistas con periodistas que lagrimeaban en medio de la nota. Me crucé con un veterano de guerra y cuando le conté lo que estaba haciendo, se largó a llorar desconsoladamente, es fuerte que alguien que estuvo en situaciones tan difíciles se emocione con esto. La gente no me conocía y se relacionaba muy rápidamente, gracias a ellos llegué a cumplir el objetivo.

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A partir del viaje te cambió la visión de la vida?
Creo que es un Martín el que arrancó y otro el que llegó, gracias a la experiencia que viví. La rutina del día a día que tenía en Tandil no me dejaba ver un montón de cosas qué hoy sí veo. Con el tema por ejemplo del colchón, cuando se me voló algo tan simple empecé a valorar otras cosas. Capaz que estaba 9 días sin bañarme, algo tan normal en el día a día, entonces valorás una ducha como nunca. En las charlas que daba en las escuelas y les contaba que en nueve meses vi a mi papá una sola vez y a mi mamá no la vi…uno describe que los intereses son unos y no otros. Yo quiero llegar a viejo y llenarme de momentos, hoy no me interesa el auto ni el mejor teléfono. Quiero que los capitales estén cuando tenga una familia y sean necesarios para mis hijos, mientras tanto no quiero cinco autos, quiero momentos que son los que uno se va a llevar. La vida pasa por otro lado, por valorar lo simple… También es cierto que tampoco puedo vivir haciendo esto porque es puramente satisfactorio, no gané económicamente nada haciendo este viaje. Quiero estirarlo lo más que pueda para poder llegar a viejo lleno de esos momentos.

Cuándo fue el click en el que empezaste a ver orgulloso ese “Martín imparable”?
Fue cuando llegué a al Perito Moreno, la última localidad Santa Cruz. Esta provincia me llevó dos meses correrla. Era un tirón de 350 kilómetros, unos doce días de los cuáles los últimos 100 km los hice con una rueda rota…imagináte los 70 kilos desbalanceados en una zona de mesetas y cerro, con muchísimas subidas y bajadas. El tramo me puso esta prueba y cuando llegué al pueblo Perito Moreno dije: -después de esto, qué puede llegar a pasar? También al final tuve una tormenta de 12 horas en Jujuy, con ráfagas de viento de 130 a 140 km/h con -22 grados y nieve. En el campamento se me rompían las varillas y se me tajeaba la carpa. Fueron 12 horas en cuclillas teniendo la carpa para que no se vuele. Al otro día cuando salí pensé qué me puede llegar a molestar después de pasar por esto. A los dos días me agarró una tormenta de arena y después, ya ni me mosqueé. Estas experiencias límites me fortalecieron.

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Cómo hacías con la indumentaria?

Te cuento un ejemplo: usé 9 pares de zapatillas en todo el recorrido de las cuales 4 o 5 compré yo y las demás me las regalaron empresas o gente particular. Yo me fui con el dinero de un cuarto de la vida que llevé, en algunos lugares que me invitaron a dormir, a comer y también me ofrecieron indumentaria. Si hubiera sido por lo que tenía hubiera tardado más, o se habría puesto difícil. El sponsor fue la gente.

Cuándo te diste cuenta de que tenías la travesía hecha?
En Patagonia y Cuyo estuve muy acompañado y si bien fue duro, la gente estaba constantemente. En la Rioja, antes de subir la Cuesta de Miranda, había pasado la mitad perfecto (que era Mendoza) y pensé: -ya está, ya tengo el viaje. Inconscientemente comenzaron a aparecer los dolores, porque me empecé a relajar. Un día me resbalé y lastimé. Entonces hablando con Diego Simón me dijo:- vos estás pensando que llegaste y todavía no lo hiciste. Entonces nuevamente me concentré en el viaje. Nada de lo que hice los primeros 5000 km hasta San Carlos, Salta, sirvió hasta que empecé a correr en el ripio los últimos 700 km… fue un desafío aparte. Estos últimos 700 km fueron duros: correr en altura, empujar el carro en un ripio muy blando arenosos donde se encajaban las ruedas y se me resbalaban las zapatillas vencidas haciéndome golpear las rodillas, se me congelaban los dedos, a veces pisaba y me hundía en el hielo y cuando salía tenía un pedazo de hielo incrustado en el tobillo…. Esto realmente fue un desafío aparte. Llegaba al límite con el agua, me tiraba al suelo en el medio de la ruta porque no daba más, y no pasaba ni un auto…la verdad que el final fue muy duro y uno nunca debe dar nada por hecho hasta llegar a cumplir el objetivo, pero cada pasito que daba era un avance que me acercaba a mi casa.

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Cómo fue la relación con tu familia durante el viaje?
El viaje nos unió más, esperaba la llamada después de días y era un momento muy lindo. Mi papá, mi hermana, su hijo y mi cuñado fueron a mitad del viaje y después Rocío, mi novia, viajó tres o cuatro veces y se encargaba de la difusión contactándome con las municipalidades…. gracias a ella se me simplificaron las cosas. Mi mamá sufrió mucho, bajó como 9 kilos, mi papá estaba tranquilo. Yo también me encargaba de transmitirles seguridad para que se queden bien. No me olvido más, el día que subí el Abra del Acay, 4895 msnm, que eran 105 km de subida (la ruta nacional más alta del mundo), sabía que iba a ser duro y entonces compartí eso en las redes sociales. Antes llamé a mi mamá y le dije:- voy a publicar que va ser duro pero quedáte tranquila que es para que la gente sepa del lugar. Se lo aclaré, pero cuando lo hice y se lo conté, casi se muere, fue terrible.

Cómo fueron los últimos días?
Cuando subí el Abra del Acay tuve un problema en la rodilla, se me congelaron los ligamentos y se me cargaron muchos las piernas, me tuvieron que infiltrar dos veces en el día. En el hospital me decían que tenía dos opciones: -“te faltan unos 300 km, o seguís corriendo y te rompés y con 25 años no corrés nunca más, o mezclás trote con caminata”. Entonces me dije:- superé todo esto… camino y troto. Estaba a 150 km de La Quiaca y no me podía relajar. Fue muy difícil llegar, si bien estaba cerca me sentía lejos por los temores de las tormentas de la nieve. Recién una vez que pase en Jujuy la última localidad, Sucres, a unos 60 km de llegar, volvió la adrenalina y la tranquilidad. En ese momento, la gente que viajaba a recibirme se empezó a acercar y ya no estaba sólo para disfrutar el final.

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Cómo fue la llegada a la Quiaca?

La llegada a la Quiaca y a Tandil fue lo que más me imaginaba. En la Quiaca fueron muy emocionantes los últimos kilómetros, no paré de llorar…cuando pasé el cartel que decía “La Quiaca” fue increíble. Viajaron casi 30 personas de diferentes partes del país, la recibida fue increíble y la llegada a Tandil fue multitudinaria, me recibieron en la rotonda de la ciudad y corrimos 4 kilómetros hasta el centro de la Municipalidad… fue mucho más lindo de lo que soñé.

Te sentiste extraño al parar luego de hacer tanto ejercicio diario?
Al principio no, porque estaba cansado y me llevaban para todos lados, luego entré como en un duelo porque sentía que todos los días me alejaba de la mejor experiencia de mi vida, pero después el pensamiento fue que eso me iba a marcar para siempre. Cuando en el viaje no sabía dónde iba a dormir, extrañaba la paz de mi casa y ahora extraño la adrenalina de cuando estaba en el viaje. Por suerte ahora estoy haciendo el libro del desafío y me vienen todas esas vivencias a la cabeza. Fue una experiencia muy fuerte. Los primeros días tuve que seguir corriendo y recién a las seis semanas de llegar me acomodé un poco.

Qué proyecto tenés a futuro?

En enero de 2018, deseo hacer el Aconcagua corriendo, quiero entrenar fuerte para estar cerca del record de Karl Egloff con una marca de 11 horas 52 minutos, o cerca del de Killian Jonet de 12 horas 49 minutos… con 13 o 14 horas estoy mas que contento. Este verano voy a entrenar a Neuquén, Mendoza y, si puedo, San Juan para ganar experiencia.

Agradecimientos
A mi familia, a Diego Simón, Silvia, a red solidaria Tandil, a Rocío y a la gente que fue la hacedora de la travesía.

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RED SOLIDARIA
Los 5279 km recorridos fueron transformados en litros de leche y alimentos no perecederos recolectados mediante eventos que realizó Red Solidaria Tandil para 12 instituciones de esa localidad. Se entregó lo recolectado en instituciones representaban simbólicamente las provincias recorridas. Tierra del Fuego: La Casita de la Unión, Santa Cruz: Comedor Los Nietos, Chubut: Centro Maria Auxiliadora, Río Negro: Reinventar Tandil, Neuquén: Granja Los Pibes, Mendoza: Centro María de la Paz, San Juan: Taller Protegido, La Rioja: Comunidad Vecinal Barrio Las Tunitas, Catamarca: Asociación Redes Tandilenses, Tucumán: Mailen, Salta: Pajaritos de la Calle y Jujuy: Pachacamac.
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EL VASCO DE LA CARETILLA
Guillermo Isidoro Larregui Ugarte, conocido como El vasco de la carretilla también denominado «El Quijote de una sola rueda», recorrió más de 22.300 km a pie empujando una carretilla de 130 kg.
Hizo cuatro travesías: La primera inició en 1935 cuando tenía 50 años, partiendo del paraje Cerro Bagual, a 120 km de Comandante Luis Piedrabuena (Santa Cruz), llegando a Buenos Aires 14 meses después. La segunda la comenzó en 1943, desde Coronel Pringles (Pcia. De Bs. As.) y la finalizó en La Paz (Bolivia). La tercera la realizó desde Villa María (Córdoba) hasta Santiago de Chile. Su cuarta y última caminata la efectuó desde Trenque Lauquen (Buenos Aires), hasta el Parque Nacional Iguazú, en Misiones.
La carretilla tenía la base de 70 cm x 110 cm y 30 cm de alto y dentro llevaba una carpa de 2,5 metros de largo por 2 de ancho; una cama plegadiza, colchón, colcha, herramientas, utensilios de cocina, calentador, cepillos, brocha, navaja y provisiones. La primera carretilla del vasco Larregui Ugarte quedó en el Museo de Luján.
Guillermo Isidoro Larregui Ugarte había nacido en Pamplona el 27 de noviembre de 1885. Murió el 9 de junio de 1964, cuando aún no había llegado a cumplir los 79 años, en Puerto Iguazú. Lo enterraron en el cementerio de esa ciudad y en ese momento, se había convertido en un personaje de leyenda.

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EL PATAMOVIL DEL CACIQUE URUZUNA
Adrián, “El Cacique” Uruzuna, entre 1996 y el año 2000 realizó una serie de viajes con un carro que lo apodó el patamóvil.
Actualmente Adrián tiene 53 años, es de Pehuajó y vive en Mar del Plata, es profesor de Educación Física, guardavidas y estuvo 4 años de su vida viajando con un carro: el “Patamóvil”. Realizó cerca de 15000 km, cruzó toda la Argentina desde La Quiaca a Ushuaia en solitario en dos etapas, recorrió todo Canadá también en solitario y recorrió Noruega y Bélgica.
El primer “patamóvil” tenía una estructura de aluminio con una caja plástica, dos ruedas de mountain bike a los costados y dos varas largas de 2,5 m. curvadas, sujetos a la persona por un doble arnés de cintura y pecho, diseñado por Pablo Pilota. Las varas continuaban 20 cm por delante con forma de cuernos para darle el tercer punto de tracción, ya que llevaba al carro de tiro. Ya en la segunda etapa Argentina, de Ushuaia a Mar del Plata, cambió la caja por baúles de camioneta tipo Waterprof, más resistentes y de mayor capacidad, por ende: más comida, equipos de acampe, herramientas y repuestos.
Cuando llegó a Mar del Plata construyó el segundo “patamóvil” más cómodo para correr y podía soltar los brazos ya que tenía tres ruedas, a diferencia del anterior. Era de hierro estructural y tenía un peso sin carga de 28 kg., y con carga de 100 kg.
Calculaba en la media de sus viajes una distancia entre 40 y 45 km por día, haciendo unos 1000 km por mes, contando unos 20 días de trote y el resto de descanso. Viajando con el “patamóvil”, el día que más kilómetros recorrió fueron 72 pero dentro de las 24 horas fueron 81 km.

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