por Andar Extremo
entrevista a Santiago Tito y Tommy Heinrich
fotos Tommy Heinrich
La última base en la que estuvieron los nueve expedicionarios argentinos fue Longyearbyen, en el archipiélago noruego de Svalbard, situado 1100 kilómetros de Polo. Se aclimataron al frío ártico practicando maniobras de rescate en el hielo, y ensayaron pruebas de riesgo sobre grietas y ríos congelados para poder conquistar el Polo Norte.
Los expedicionarios Víctor Figueroa, líder, Gustavo Curti, segundo jefe, Ignacio Carro, Juan Pablo de La Rua, navegantes, Emiliano Curti, Santiago Martín Tito, comunicaciones, Luis Armando Cataldo, guía, Tomas Heinrich, documentalista y Mauricio Fernández Funes, el día 22 de abril hicieron flamear la bandera argentina en el Polo Norte por primera vez en la historia.
Caminaron 120 km de Barneo al Polo, lo que les demandó 10 días en jornadas de 8 horas, parando para hidratarse y alimentarse cada una hora. Diariamente recorrieron de 6 a 15 km en esquíes y arrastrándose en trineos de fibra de vidrio con un peso aproximado de 70 kg.
Tuvieron 24 hs de luz diarias y la temperatura promedio rondaba en -25 grados centígrados. Tomaban de 3 a 4 litros de agua para hidratarse. Al finalizar el día armaban el campamento, muestreaban agua y se comunicaban con el mundo
La ONG impulsora de la empresa polar fue la Fundación Criteria. El grupo se propuso alertar al mundo sobre la urgencia medioambiental como una de las amenazas que determinan la seguridad humana. Se trató de la primera misión de carácter nacional, luego de que el 10 de abril de 2013 otro argentino, el andinista Juan Benegas, completara la misma hazaña en siete días junto a cinco expedicionarios rusos.
Más allá de la épica extrema y del mensaje ambiental, el grupo colaboró con el Instituto Antártico Argentino (IAA) en la recolección de muestras de agua a cinco metros de profundidad.
Qué sintieron cuando llegaron al Polo Norte?
Santiago: una mezcla de sentimientos… felicidad y orgullo de representar a todos los argentinos al llegar, plantar la bandera y verla flamear… increíble. El Polo Norte es el único punto del mundo en el que todos los caminos conducen al sur. Fue el postre de diez días de trabajo y esfuerzo que se coronaron en ese momento.
Tommy: mucha satisfacción, porque más allá de llegar al Polo Norte, implícitamente la idea y el objetivo era que llegáramos todos, no uno o dos, y lo logramos. Eso significó desde un comienzo trabajar juntos en todo momento, desde los entrenamientos a los viajes de integración del grupo. Estuvimos casi tres semanas en ruta hacia el Ártico y siempre se sostuvo una buena interacción y una buena relación entre los integrantes, eso hizo que se viva con más intensidad. Cuando había un inconveniente, todos salían a ayudar. Jamás dudamos de lo que podíamos hacer juntos y bien.
Cuándo surgió la idea de ir?
Santiago: en realidad el jefe de la expedición Víctor Figueroa coronó el Polo Sur en el 2001 y hace un año y medio se acercó a la fundación porque creía que Argentina debía tener los dos Polos. Nosotros, dentro de la Fundación Criteria, podíamos introducir esta expedición en el marco de nuestra aérea de cambio climático. Empezamos a trabajar en conjunto, y luego de algunas planificaciones y evaluaciones, preparamos el proyecto que comenzó en 2015. Mi rol en la expedición era en comunicaciones, tenía un teléfono satelital para informar a la prensa, dar apoyo logístico, dar la posición por si teníamos algún problema…Cada uno cumplía una función, y era más importante el otro que uno mismo, eso hizo que el objetivo se alcanzara más rápido.
Cómo fue el entrenamiento?
Tommy: durante el último mes entrenamos juntos en el Monte Tronador. Ejercitamos lo físico y técnico, con esquíes y bastones recreábamos la caminata sin los trineos. Antes de eso el entrenamiento lo hacía cada uno en su lugar: Emiliano Curti en Mendoza, Ignacio Carra en Santa Fe y la otra parte de la expedición acá en Palermo en el campo argentino de polo, en esquíes por el pasto.
Santiago: lo que me gustaría destacar es que si bien hubo un entrenamiento específico, todos los integrantes ya teníamos una buena preparación física. Todos los militares son instructores de esquí y andinismo. Eran tropa de operaciones especiales en montaña y obviamente Tommy, al ser el primer argentino en el Everest, era la estrella y el gurú, así que había un trabajo de años en actividades de riesgo en montaña. Dentro del grupo había personas que habían estado en Antártida y tenían rescates en el Polo Sur. El último año fue de entrenamiento y además de lo físico, la idea también fue juntarnos, conocernos y entrenar técnicas especiales: arrastre de trineo, rescate en hielo y turismo. El aporte de Juan Benegas, que conocía el lugar, nos dio mucha información. Cuando estábamos allá funcionamos como un reloj, cada uno sabía lo que tenía que hacer y así logramos ser un grupo parejo para caminar en la nieve. Seguíamos el ritmo del equipo, eso fue muy importante porque los tiempos con el frío extremo son muy metódicos. Cuando terminaba una jornada teníamos que armar todo, pero tenía que quedar un resto, y eso debía hacerse en poco tiempo, para no congelarse. Hacía de -25 a -30 grados, era muy difícil trabajar con tanto frío. Armábamos las carpas lo más rápido posible para prender el calentador y meternos.
Cómo fue la bienvenida del frío?
Santiago: el 28 de marzo salimos de Buenos Aires y arribamos a Longyearbyen, en el archipiélago noruego de Svalbard, situada a 1100 kilómetros del Polo. Queda en la altitud 78° N, que es la misma latitud de la Base Belgrano, en el sur. Cuando salimos del avión ya estábamos a -20°, para mí fue chocante porque si bien estuve en temperaturas bajas, no con tiempo tan prolongado. Imaginate estar continuamente a esa temperatura.
Qué indumentaria llevaron?
Santiago: ropa técnica, tuvimos camperas e indumentaria Duke y también nos proveyó la dirección antártica y completamos con ropa propia. Teníamos de primera a quinta piel. A esa temperatura aunque te pongas 15 capas el frío se siente. Lo bueno es que tuvimos 10 días de adaptación. Lo que nos sirvió mucho es la piel que se le pone a las camperas en la capucha. Acá en la ciudad uno se cree que es estético y en realidad genera una cámara de aire caliente que protege la piel de la cara. El problema allí era que al caminar transpiraba, entonces la problemática era cuánta ropa íbamos a usar en la marcha. Es impresionante todo lo que uno transpiraba y mojaba, se congelaba. Cuando terminábamos el día, dejábamos dos minutos la campera que habíamos usado para ponernos las de plumas e instantáneamente adentro, tenía todo hielo, entonces había que descongelarla con los calentadores.
Tommy: en esta expedición llevamos los MSR whipperlite. Teníamos dos opciones para marchar: usar la campera de Gorotex pero no la de tres capas sino un poco más fina donde la idea era evitar transpirar pero protegerse del viento. El Ártico a diferencia de la Antártida, no es un continente, es una masa de hielo que se formó sobre el agua, tiene movimiento y un alto contenido de humedad en el aire. Era muy difícil que las cosas sequen, entonces allí entraba el apuro por ir a la carpa lo antes posible. Así se lograba levantar la temperatura y se podía secar la ropa que estaba inevitablemente mojada. Otra cosa que utilizamos son los “Vapor Barriers”, barreras de vapor para las medias, y evitar que mojen las botas en la parte interna. Es como una membrana en forma de saco plásticas, diseñadas con la forma del pie. Con eso evitás que el sudor llegue a mojar la bota. La humedad es progresiva, nunca se llegaba a secar nada al 100%.
Cuál era el paso luego de Longyearbyen?
Tommy: en este pueblito de 1500 a 2000 habitantes permanentes, el inconveniente que tuvimos es que debíamos entrar al Ártico en una base rusa que es temporaria. Habitualmente se fabrica a fines de marzo y se desmonta a fines de abril y tiene como propósito: servir de base para científicos y expedicionarios.
Santiago: para que te imagines, la base son tres carpas calentadas, una pista sobre hielo y dos helicópteros. Eso es la base, en el medio de la nada. Tiene carpas estructurales para todo tipo de evacuación, una pista gigante y también un tractor que mantiene la pista y los helicópteros para llevar las expediciones. Está arriba del mar y se mueve. A veces se le forman cráteres y cuando pasa eso no se puede usar, entonces tienen que armar otra pista y mover la base. Estos problemas nos retrasaron 5 o 6 días pero fuimos adaptándonos de a poco al clima y los horarios.
Tommy: en Longyearbyen, cuando llegamos, sólo había de una a dos horas de oscuridad, cuando regresamos de la expedición ya tenían casi 8 horas de oscuridad.
Santiago: uno se acostumbraba a eso, eran las diez de la noche pero parecían las tres de la tarde. Veíamos que estaba el sol pero no calentaba nada, y nos dábamos cuenta cuando era tarde. Adaptamos el cuerpo a la luz de la diferencia horaria, así que estos diez días no vino bien para acomodarnos. Como hicimos esa adaptación, la marcha a las 9 de la noche con sol nos dormíamos, así descansábamos bien para tomar fuerzas para el otro día.
Cuánto duro la expedición?
Santiago: La expedición duró 10 pero calculábamos de 8 a 12 días, dependía mucho de la deriva, como es hielo flotando a veces te acercás y otras te alejás. También dependía de las tormentas. Los primeros tres días avanzamos muy poco porque cuando se movía el hielo se formaban lomos de burro de hielo que se partían y se formaban ríos que hacían dificultoso el paso. En ese momento tenías que sacarte los esquíes y pasar los trineos que pesaban 70 kilos. Avanzamos sólo 6 o 7 kilómetros. También nos tocaron playas con un terreno liso donde sorteamos algunos vamps. Esos días hacíamos 15 kilómetros. Por suerte no nos tocó atravesar un río de mar, donde tenías que vestirte con el traje especial, pasar nadando, devolverlo para que se lo ponga otro… eso hubiera traído el peligro de parar y enfriarse.
Tommy:la gran diferencia entre los -20 y los – 30 grados es la rapidez con la que uno pierde el calor corporal, te afecta las extremidades en primer lugar y luego anímicamente te demuele. Ese era el gran desafío: mantenerse emocionalmente entero para sostener esto en el tiempo. El tema del Ártico es que no te da descanso, eso lo tenés en la carpa.
Con estos tiempos tan finitos, cómo hacías para documentar?
Tommy: el tema de fotografiar y filmar es lo que me tuvo más nervioso en los días previos. Estuve organizándolo mucho, a diferencia de otras expediciones dado que el factor temperatura iba a incidir porque estaría insistentemente frío. Sabía que los equipos se congelarían, había que lograr que se recuperaran y no perder las baterías. La gran diferencia es que las cámaras de ahora no tienen las pilas doble A de antes, donde podías llevarte 200 o 300. Al llevar baterías específicas para la cámara hay que cuidarlas mucho. Así entendí que la baterías se descargan rápido cuando trabajan frías y cuando la cámara esta fría. Por lo cual el truco era tener siempre una cámara pegada a mi espalda, no podría dejarla en el trineo porque se iba a congelar. Los primeros días metía la cámara adentro en la mochila pero me daba cuenta que se enfriaba mucho. Así que opté por meterle calentadores de mano además de mi temperatura corporal, eso ayudaba a mantener no tan baja la temperatura. La rutina era sacar la cámara de la mochila (previa elección del lugar). Iba siempre segundo en el grupo, me adelantaba un poco, buscaba el ángulo y los hacía pasar. Yo llevaba 10 kg en la mochila de equipo y 15 en el trineo. Lo que hicimos fue distribuir todo ese peso entre los 8 integrantes así podía moverme más ágilmente. La carpa donde estaba era la única de tres personas, porque la idea era que ellos me ayudaran encargándose de la carpa y me diesen la posibilidad de documentar ese momento del día. El gran inconveniente era el congelamiento de mis dedos que lo empecé a sufrir desde el segundo día. Tenía guantes muy finos y se me rompieron de inmediato, llevé tres pares, y se rompieron porque estábamos siempre utilizando bastones. Si bien tenía mitones arriba, se rompían. En las montañas uno puede usar guantes gruesos pero lo ideal en el caso de estar bastoneando es que estén los cuatro dedos juntos para que irradien calor entre ellos y así mantener la mano caliente. El tema es que me los sacaba continuamente y exponía las manos al frío. El tiempo que tenés para tener las manos desnudas es progresivamente menor, quedan muy sensibles. Después del primer congelamiento las probabilidades de congelarte son extremadamente altas.
Se enfermó alguno?
Santiago: algunos con tos común, algo leve, Nos cuidábamos mucho, sabíamos que no podíamos estar más de 10 o 15 segundos sin guantes y con los guantes finos no podíamos estar más de un minuto.
Tommy: algo que parece sonso son las ampollas, en pies y manos, es un tema que teníamos que cuidar y mucho. El dolor que causan las ampollas es terrible, una vez que empezó no lo parás. Estos son detalles que se suman en condiciones extremas. Un integrante se empezó a deshidratar y éramos 7 ayudándolo, le hacíamos mate, vaciábamos la botella para que orine más y asegurarnos que se recupere rápido…era por el bien de la persona y del grupo.
Qué día comenzaron la marcha para conquistar el polo?
Santiago: fue el 13 de abril y una casualidad que el 22, día de la tierra, pisáramos el Polo. Tres días antes de llegar, recibimos una carta del Papa que nos agradecía la expedición por ser una causa común.
Cómo fue el comienzo de la tan ansiada marcha?
Santiago: el primer día cuando nos dejó el helicóptero, estábamos en el medio de la nada, tomando conciencia del peligro que asumíamos. Imagináte que dos días atrás teníamos una carpa calentita para movernos, ahora era un desierto blanco y tomábamos conciencia de que si teníamos algún inconveniente, era peligroso.
Tommy: ése fue un momento fuerte para todos, mirabas alrededor y decías:- y ahora qué?. Faltaban 120 km, venías de la comodidad de una serie de situaciones a la que te ibas acostumbrando y de pronto nos teníamos que valer por nosotros, autonomía absoluta. Lo grandioso fue el espíritu del grupo. Cuando uno flaqueaba estaba el otro lado haciendo chistes o ayudándolos.
Corrió peligro la expedición en esos 10 días?
Santiago: nosotros no sabíamos cómo iba a ser el terreno al día siguiente, veníamos bien pero al avanzar los primeros tres días 6 km por jornada, decíamos que en esta progresión íbamos a tardar 25 días en llegar y después avanzamos 15 kilómetros por día. Los últimos días se complicaron un poco, pero ya estábamos cerca…tampoco cantábamos victoria pero la realidad es que tuvimos mucha suerte porque si bien afrontamos cosas duras podría haber sido peor. Cuando nos fue a buscar el helicóptero al Polo nos dimos cuenta que si desviábamos la marcha hacia alguno de ambos lados hubiésemos cruzado infinidades de ríos de mar y eso hubiese significado más tiempo, más frío… Pasamos por hielos finos pero no pasó nada. Hasta que no llegáramos no sabíamos, capaz que estábamos a 6 o 7 kilómetros de la meta pero podían ser los 6 kilómetros más largos de la vida. Cruzar un río de mar te podía demorar una hora y media en ubicar la cuerda fija y ponerse el traje. Te tocaban 4 ríos de mar y avanzabas 500 metros. La progresión no la sabías nunca, como así tampoco el logro de la expedición.
Cómo manejaban los tiempos de armado y desarmado con el frío?
Santiago: al principio costaba, pero con el correr de los días teníamos ajustado todo. En una hora desarmábamos el campamento y al llegar, luego del día de marcha, en 30 minutos estábamos adentro de las carpas. Por ejemplo en mi carpa éramos dos y yo estaba encargado de limpiar los MSR, entonces con el correr de los días me volví experto en limpieza de calentadores. Para hacer agua y no pasar frío, hacíamos bloquecitos para que entren dentro de la pava y los dejábamos a mano, afuera. La campera, al principio, la queríamos secar de una forma y a lo último ya sabíamos en que ángulo ponerla y cómo, para que se seque más rápido. Por ejemplo, para obtener las muestras para el Instituto Antártico Argentino, al principio nos costaba manejar y al final lo hacíamos con suma ligereza. Son pequeños detalles que ya en los últimos días ajustamos para sufrir menos.
Cómo hacían con la comida?
Santiago:la comida era muy importante, teníamos que ingerir 6500 calorías diarias. Nos comíamos un pan de manteca por día por persona. Cada uno tenía su forma de ingerirlo, yo metía la mitad en una taza de té y la otra mitad con pan. Otros la comían como chocolate.
Tommy: en general avanzábamos una hora en el hielo con los esquíes y los trineos y después era importante hacer una parada de 10 minutos para comer y calentarnos. Hacíamos un té o un poco de sopa y teníamos comidas de marcha, desayuno y cena. Había barras energéticas o proteicas, chocolates y manteca, teníamos fiambres, quesos. Al principio mirabas la comida liofilizada y decías: – esto va a hacer imposible de comer!!, y después lo devorabas.
Santiago:las paradas no podían durar más de diez minutos, porque después de ese tiempo te empezaban a doler las manos. Pasado ese tiempo cuando rehacías la marcha, demorabas 15 minutos para calentarte de nuevo.
Cuando estaban llegando al objetivo, cuál era la sensación?
Tommy: después de 9 días de marcha uno tenía sensaciones encontradas, por un lado deseabas que se termine para cambiar la monotonía, pero por otro lado se terminaba un ciclo que uno quería estirar. En lo personal fue una experiencia excelente no sé si tenía ganas de que termine, pero llegar al Polo fue grandioso.
Santiago: de hecho cuando llegabas estabas en el Polo Norte, ponías la carpa esperando que venga el helicóptero y cuando chequeabas al rato el Polo se había corrido 300 metros, y se iba moviendo… estábamos a la deriva.
Tommy: la noche anterior al llegar al Ártico habíamos decidido parar a 4 kilómetros del polo. Teníamos una distancia cómoda para hacer la última jornada y podíamos coordinar con la base la hora de llegada del helicóptero. De pronto, cuando nos levantamos habíamos avanzado 1,7 km, dentro de la carpa estábamos a 2 kilómetros y poco más, el último día. Lo grave y lo más intimidante era que uno de los ríos de mar estaba más grande y a unos 200 metros del Polo. Empezamos a caminar de un lado a otro y pensamos que posiblemente tendríamos que sacarnos el traje. No hubo un momento para relajarse, eso sucedió cuando ya estábamos de vuelta en Longyearbyen.
Santiago: fue el postre que coronó la expedición, el orgullo de llegar de ver la bandera, de cumplir un objetivo. Lo más importante que traje de allá aparte de los miles de mensajes de chicos, de la gente y la carta del Papa, fue poder traer las muestras para el Instituto Antártico Argentino. Fui testigo de los mejores valores, de saber que los argentinos, si nos proponemos las cosas, llegamos. Todo el mundo estaba preocupado por el otro, no por uno mismo y esto, que no se ve todos los días, es un ejemplo para nuestro país. La humildad y el trabajo en equipo, tuvo como consecuencia la llegada al Polo.